La periodista Carol Pires (36 años, Brasilia) es la autora de un fascinante perfil sonoro de Jair Bolsonaro, el podcast Retrato Narrado (Spotify, con versión en español), un proyecto en el que se embarcó tras la inesperada victoria del ultraderechista en 2018. Pires, coguionista del documental Democracia en vértigo (Netflix), candidato al Oscar, se asoma al otro lado de la pantalla desde la capital brasileña a unos días de las elecciones para conversar sobre su país, sobre lo conservador que es, sobre feminismo, sobre la estrategia bolsonarista tras el caos de las redes sociales y entona un mea culpa.
Pregunta. ¿Por qué no despega en Brasil el movimiento feminista con la fuerza que vemos en Argentina, Chile o México? Las mujeres en política son solo el 15% y no parece que eso cambie mucho en las elecciones. ¿Qué ocurre?
Respuesta. Es, en parte, un problema de comunicación. Tenemos que hablar con las mujeres conservadoras, abordar temas que compartimos antes de entrar en temas más difíciles. Porque, al final, con la elección de Bolsonaro descubrimos que Brasil es un país conservador. Hace como dos años trabajé en una serie documental llamada Electas, buscamos mujeres electas en Colombia, México, Chile, Argentina. Elegimos varias mujeres conservadoras para ver cómo reaccionaban al documental. Fue muy interesante porque, a pesar de que eran electoras de Bolsonaro, les emocionó. Nos decían ‘yo me considero feminista, pero no activista’. Para ellos, feminismo es querer que tu marido también lave los platos, que ganes igual, pero militar es ir a la calle y activismo es enseñar los senos.
P. Decía que con la victoria de Bolsonaro descubrió que su país era distinto de lo que usted creía. Cuente, cuente.
R. Creo que puedo hacer mi mea culpa. Soy parte de la prensa progresista, gente de clase media, de la universidad, que dominamos el mundo cultural y la educación en Brasil. Teníamos un Gobierno de izquierdas proponiendo discusiones progresistas, y Lula dejó el poder con el 90% de aprobación. Yo no pensaba en Brasil como un país conservador. Recuerdo la primera marcha contra Dilma (Rousseff), yo trabajaba en la revista Piauí (una especie de The New Yorker brasileña). Lloré porque allí ponían como un demonio a Paulo Freire (pedagogo partidario del pensamiento crítico), del que mi madre, profesora de niños deficientes en una escuela pública, es una enamorada. Fue un shock. Y pensé ‘¿De dónde salió esa gente? Estaba engañada, por eso en parte la idea del podcast. Yo era parte de esa prensa que no vio llegar la ola.
P. ¿Y cómo ve ahora el panorama?
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R. Existe un tercio que apoya a Bolsonaro pase lo que pase. ¿Qué más tiene que pasar para que vean cómo es Bolsonaro después de casi 700.000 muertos por la covid, una deforestación récord, los jóvenes negros muertos cada día? Esa gente no va a desaparecer con la probable reelección de Lula. Seguirán ahí, con Bolsonaro o con otro líder de la extrema derecha.
P. Tras una década de convulsión política, de efervescencia, de hartazgo con la política tradicional, los favoritos en las encuestas y el tercer colocado (Luiz Inácio Lula da Silva, Jair Bolsonaro y Ciro Gomes) están en política desde que usted era niña.
R. Bolsonaro es fruto de la criminalización de la política. Veníamos de un proceso súper traumático con el impeachment de Dilma, la Lava Jato, que denunció a centenares de empresarios y políticos, que terminó por criminalizar la política misma. En 2018 Bolsonaro era el único candidato que no había concurrido ya a la Presidencia. Y la gente dijo ¿por qué no? La gente estaba tan rabiosa de la política que votó por gente que intenta destruir a la política. Pero salió mal. Bolsonaro hizo un Gobierno pésimo, con constantes ataques a la democracia y amenazas de golpe, que creo que la gente dice: ‘Mejor volvemos a nuestra democracia llena de defectos”.
P. ¿A Lula?
R. Sí, ha logrado convertirse en símbolo de la democracia misma. Hace unos días, el tipo que firmó el pedido de impeachment de Dilma anunció que apoya a Lula. Y no sé si lo celebro o me enojo porque ‘llegaste un poco tarde, ¿no?’.
P. Usted que es una veterana del oficio, cómo cubre las redes sociales, ese universo paralelo que parece infinito y difícil de abarcar, pero importantísimo en Brasil.
R. Sí, sí, muy importante. En el trabajo que estoy haciendo, que es inédito, acompañamos el trabajo de la CPI (comisión de investigación parlamentaria) que hizo un mapeo de los actores políticos de Internet. Empiezas a entender que todo ese caos es orquestado por un grupo muy pequeño, una cúpula que decide a quién atacar o qué testear. Manda un mensaje a los grupos, de arriba a abajo, que inventan memes, dossiers, frases que distorsionan y van testeando. Y lo que funciona, gana capilaridad. Se difunde en los grupos, en Twitter, Telegram… y para darle legitimidad algunos medios de comunicación tendenciosos o puramente mentirosos empiezan a reproducirlo. Y los diputados, los hijos de Bolsonaro… lo empiezan a compartir. Y entiendes que aquello que empezó en la cúpula es un ciclo.
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