Este bronce de Pablo Carreño –este sábado 6-4, 6-7 y 6-3 frente a Novak Djokovic– nace entre las sábanas, producto de un placentero sueño de nueve horas y media. El día anterior, después de caer contra el ruso Karen Khachanov en las semifinales, al asturiano se le había caído el alma a los pies, con el consiguiente peaje. “Es como si se te viniera todo abajo, se te queda muy mal cuerpo. Al saber que jugaba contra Nole, sabiendo que iba a ser muy difícil, como que te relajas un poco, así que dormí como nunca, del tirón, y he recuperado como no lo había hecho en toda la semana”, cuenta a los enviados especiales tras la mampara transparente de la sala de conferencias, habiendo logrado la sexta medalla individual del tenis español en unos Juegos (son 13 en total) y habiendo inscrito su nombre en la historia.
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En la suya personal hay una evolución muy gráfica, que habla a las claras de dónde venía y dónde está ahora: de Pablito pasó a ser Pablo, y de Pablo a Carreño; Carreño Busta en la ficha oficial como guiño a su madre. “Es una alegría tremenda, algo que no había sentido nunca”, describe. “Estoy más contento que cuando gano un torneo. He ganado la Copa Davis, torneos de la ATP, he llegado lejos en eventos importantes… Pero esta sensación no la había tenido nunca. He sentido el apoyo de toda España, de Asturias y de la gente que no sigue tanto el tenis; tengo un millón de mensajes animándome. Esto va por todos ellos”, prosigue el tenista, que en solo dos semanas ha firmado los dos zarpazos más importantes de su carrera.
Triunfó el día 18 en la arena de Hamburgo y ahora en Tokio, de la tierra al cemento, del fresquito al asfixiante calor que se sufre estos días en la capital japonesa. “Unos Juegos siempre son difíciles, pero estos se han jugado en unas condiciones extremas, con mucho calor y mucha humedad, y además ha superado partidos muy difíciles”. Quien dice esto a EL PAÍS sabe bien de lo que habla. Es Sergi Bruguera, capitán del equipo masculino y que en 1996 se colgó la plata en Atlanta. “Ganar al número uno o al número dos no lo hace cualquiera, y sobre todo en una plaza como esta. Pablo ha hecho un torneo espectacular, está jugando muy bien y es muy completo”, aprecia el técnico.
El gijonés tenía clavada una espina. Hace cinco años no pudo acudir a los Juegos de Río pese a figurar entre los 30 mejores del circuito, porque era el sexto español en el listado. “Así que estaba como loco por venir. Cuando el año pasado me enteré de que no iban a celebrarse me vine un poco abajo, pero he llegado en un momento físico y mental muy bueno, y lo he demostrado. Aquí hay que estar todos los días al cien por cien, y el bronce es un sueño hecho realidad”, subraya mientras su nombre ya luce junto a los de los otros solistas españoles que consiguieron un metal olímpico; o sea, Jordi Arrese (plata en 1992), Arantxa Sánchez Vicario (bronce en Barcelona y plata en 1996), el propio Bruguera y Rafael Nadal, el último en Pekín 2008.
El éxito y la valentía
Desde que el tenis reingresase en el listado olímpico, en Seúl 88, la raqueta ha garantizado medallas en todas las ediciones excepto en la de 2012. Esta vez, sin el mallorquín en la nómina, Carreño aparecía al frente y ha ejercido como se lo reclama su entorno desde hace tiempo, consciente su equipo de su potencial y sus posibilidades. “Hay que jugar a ganar, de forma valiente, y él en algunos momentos dejaba que los demás hicieran en lugar de hacer”, precisa a este periódico su entrenador, Samuel López; “hemos trabajado mucho en eso y cada día se encuentra más cómodo. Pero sobre todo el concepto. Yo le digo siempre que la vida es para valientes, y al éxito hay que ir a buscarlo. Se lo ha ido creyendo y ahora se ve verdaderamente capaz”.
Y continúa: “Es lo que ha hecho y, sobre todo, cómo lo ha hecho. Esto es un lazo a su carrera, pero espero que lleguen muchos más. Confío en que esto pueda ser el inicio de un nuevo jugador. Yo sé que Pablo tiene mucho tenis dentro, pero ojalá esto sirva para que se dé cuenta internamente de que está al nivel de los mejores y de que puede competir con todo el mundo”.
Semifinalista del US Open dos veces (2017 y 2020) y con seis trofeos en su palmarés, al asturiano, undécimo del mundo hoy día, se le contempla como uno de los jugadores más rocosos del circuito. Pero faltaba el gran salto, la convicción. Y con ella, Medvedev y Djokovic a la lona, y un tesoro a la maleta. “Samu me insiste mucho en que los partidos tengo que ganarlos yo. No sé si soy más valiente o no, pero desde luego soy mayor que antes…”, bromea; “y estoy disfrutando mucho del tenis. Hoy [por este sábado] he creído, he ido a por el partido y ha llegado la recompensa. Se lo dedico a mi equipo, a mi familia y a mi novia, que me tiene que aguantar todos los días”.
“Parece que las reglas son difíciles de aplicar cuando juegas contra el número uno”
Carreño contó que el oro obtenido en tiro olímpico a primera hora del día había supuesto una buena inyección de energía y que al lograr el último punto, no pensó nada en concreto hasta sentarse en la silla. Entonces, en medio de una pista prácticamente vacía, recordó los años de trabajo y dedicación, antes en Barcelona y ahora en las instalaciones de la Juan Carlos Ferrero Equelite de Villena.
Al asturiano le preguntaron por la actitud de Djokovic y las dos raquetas que había roto el serbio, y dejó entrever su malestar porque el rey del circuito no recibió reprimenda alguna por el primer arrebato; sí por el segundo, sancionado por el juez de silla con un warning (apercibimiento).
“No me estaba quejando, simplemente le estaba preguntando… Pensaba que le había pitado dos, pero parece ser que lanzar la raqueta al segundo anfiteatro no es suficiente como para pitarle un warning. Parece que a veces las reglas son difíciles de aplicar cuando juegas contra el número uno del mundo”, expresó.
Por otra parte, la suiza Belinda Bencic se colgó el oro femenino al vencer a Marketa Vondrousova (7-5, 2-6 y 6-3) y Elina Svitolina la plata (1-6, 7-6(5) y 6-4 a Elena Rybakina).
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