Casado da vía libre al discípulo del zaplanismo


Todo estaba decidido. La escenografía estaba escrita desde Génova, la sede nacional del PP, ya en diciembre. “Pablo Casado y Teodoro García Egea habían entendido que con Isabel [Bonig] no había opciones” de desbancar al actual Gobierno valenciano, con Ximo Puig al frente de un tripartito formado por PSPV-PSOE, Compromís y Unidas Podem. Así lo sostienen en el círculo más próximo a Carlos Mazón, el candidato a la presidencia del PP valenciano elegido por la dirección nacional.

“No mantenía buenas relaciones ni con la prensa ni con los empresarios”, relata la misma fuente respecto a Bonig, la aún presidenta del PP regional, que ha sido forzada a renunciar a la reelección, y que ha dejado también el acta de diputada autonómica. Como Norma Desmond en El crepúsculo de los dioses, como Margo Channing en Eva al desnudo, Bonig debía desaparecer de los focos y dejar que las marquesinas anunciaran a un nuevo protagonista.

El elegido es Mazón. Licenciado en Derecho en la Universidad de Alicante, casado y con dos hijos. Amigo personal de García Egea, muy afín a Casado y con el salvoconducto de ambos para campar a sus anchas en el próximo PP autonómico. Locuaz y práctico, Mazón ha asfaltado su camino hacia Valencia como un preso que excava un túnel hacia el otro lado de los muros de la prisión: en silencio y sin descanso. Pero sin despeinarse y no con muchos sudores, a sabiendas de que contaba con el apoyo de sus mayores.

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Ha repetido la estrategia que ya utilizó en su día el que es considerado como su padre político, Eduardo Zaplana, para liderar el PP de la Comunidad Valenciana. En Alicante su candidatura no tiene fisuras. Desde su entorno recuerdan que “su liderazgo se forjó en un mes”, el que precedió al congreso provincial en el que fue elegido con un 98% de apoyos. También ha convencido a la cabeza de lista por Castellón, Marta Barrachina, elegida también por Génova y apoyada por otro clásico, Carlos Fabra, que, como Zaplana, aún está inmerso en causas de corrupción. Y, también como hiciera Zaplana, ha cautivado a la mitad de la lista valenciana —que gestionan Vicente Mompó y María José Catalá— hasta hacerse con una mayoría —si no hay sorpresas— incontestable.

Sin embargo, en el planeta Mazón niegan la ascendencia directa del expresidente de la Generalitat y exministro del gabinete de José María Aznar. Su única etiqueta es “la de afiliado del PP”, según dice él mismo.

La principal diferencia con sus mentores es que Mazón se ha especializado en escapar de las bombas cinco minutos antes de que estallen. Fue el único de la cuerda zaplanista que ostentó un cargo en la ejecutiva de Camps, tras la marcha del exministro de Trabajo. Y recaló en la Cámara de Comercio de Alicante, entre 2009 y 2019, que ha presidido durante diez años, entre 2009 y 2019, antes de que su aliado en el partido, Joaquín Ripoll, apareciera en casi todas las tramas de corrupción política que forman el caso Brugal, en el que está imputado por los presuntos delitos de prevaricación, cohecho, fraude a la administración o tráfico de influencias.

Un amigo cercano asegura que Mazón es “divertido, simpático, de trato afable y práctico”. Apunta, además, que “es fácil llegar a un acuerdo con él”. En el PP ponen como ejemplo los presupuestos de la Diputación, pactados con Compromís, y la buena sintonía que le une a rivales como Mònica Oltra. Entre sus aficiones, correr cada mañana temprano y la canción melódica. En 2011, optó a representar a España en el festival de Eurovisión con su grupo Marengo, aunque no lograron alcanzar las semifinales de la selección. Un estilo muy diferente al de las canciones de Kortatu o La Polla Records de las que Isabel Bonig es fan. El trabajo de esta en los seis años que ha estado al frente del PP valenciano ha sido de limpieza. “[Los corruptos] me han avergonzado, me avergüenzan y me seguirán avergonzando”, dijo Bonig en su despedida.

En este tiempo, la presidenta saliente ha lidiado con las imputaciones, las visitas a los juzgados de cargos públicos y de históricos del PP y las continúas acusaciones de descrédito del partido. “He vivido el bochorno y la vergüenza de algunos que han empañado el trabajo de tantos cargos públicos del PP y que hemos tenido que pagar todos o casi todos”, dijo. En ese “casi” de quienes han evitado la factura se encuentra su relevo, Carlos Mazón, y la castellonense Marta Barrachina, aupada por Carlos Fabra, imputado por recibir sobornos y blanquear dinero, que fue pidiendo el voto para la candidata. Además, ella fue concejal del Ayuntamiento de Vall d’Alba en la misma época en la que el alcalde, Francisco Martínez, adquirió y vendió, posteriormente, fincas relacionadas con programas de actuación urbanística, por los que está imputado por el uso de información privilegiada, negociaciones prohibidas a funcionario, fraude administrativo en concurso con malversación y blanqueo de capitales.

En el “todos” de los pagadores se incluye el expresidente Francisco Camps, archienemigo de Zaplana, que ha visto cómo le han ido archivando los casos por los que ha sido imputado, sin reparar en los numerosos cargos de su Gobierno con condenas de prisión (como los exconsejeros Rafael Blasco o Milagrosa Fernández) y que ahora pide también su hueco en el PP para optar a la alcaldía de Valencia, a la vista de la vuelta del zaplanismo.

“No tiene apenas apoyo dentro de la organización”, dicen los contrarios a Bonig, que olvidan el 94,4% de los votos que obtuvo en su reelección, en 2017. “La elección de Mazón deja un PP dividido en Valencia y una crisis cerrada en falso en Castellón”, aseguran los más cercanos a Bonig.

El actual presidente de la Diputación de Alicante no estará solo en la carrera. Deberá pugnar en esas primarias del PP por las que Bonig peleó desde el primer momento, con un expresidente de Nuevas Generaciones, José Luis Bayo, quien ya se presentó en 2017 aunque finalmente se retiró. “El partido debe decidir entre que suban las batallas entre zaplanistas y campsistas o hacer un congreso de integración en el que quepa todo el mundo”, dijo Bayo el viernes en la presentación de su candidatura. “No se puede fraguar en un despacho en Génova”, añadió. También ha mostrado su disposición a optar a la carrera el alcalde de Ayora, José Vicente Anaya, apadrinado por Camps. Pero Pablo Casado ya ha dado vía libre a la vuelta de los bandos, esos que marcaron la época más corrupta del PP valenciano.


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