Casado fracasa en todos sus objetivos


En las elecciones autonómicas de este domingo en Castilla y León el PP perdió un Gobierno de coalición confortable con un Ciudadanos en derribo y lo ha cambiado por un futuro incierto en manos, literalmente, de la extrema derecha.

Pablo Casado precipitó el adelanto electoral en esa comunidad en clave de guerra interna con Ayuso —se trataba de demostrar que no es la presidenta madrileña quien consigue mayorías arrasadoras sino el PP— y en clave externa como inicio de su escalada a La Moncloa jalonando de éxitos el calendario electoral que tenemos por delante hasta las generales del 2023.

Nada de eso ha ocurrido. Mañueco ha ganado las elecciones, sí, pero solo con dos escaños más respecto a los comicios de 2019, que fueron el suelo histórico del partido en esa comunidad. Y el PSOE sufre con la irrupción de las plataformas locales —pierde siete escaños— pero aguanta como segunda fuerza a solo tres asientos de los populares. Y a cambio, Castilla y León, y España, ven multiplicarse a la extrema derecha que gana votos y poder. Abascal ya reivindicó en la noche del domingo “su deber y su derecho” a formar Gobierno en Castilla y León, tras el espectacular resultado conseguido por Vox. Pasan de un procurador a 13 y son imprescindibles en cualquier ecuación. El PP ni siquiera se beneficia de la debacle de Ciudadanos que parece engordar exclusivamente a los ultras.

El experimento más peligroso que había en estas elecciones consistía en facilitar el acceso de Vox al Gobierno de una comunidad porque nunca había existido una ultraderecha con una expectativa demoscópica tan alta como la que ha exhibido Vox. Casado y su equipo pueden atribuirse el éxito del experimento. Este domingo, todos los portavoces populares insistían en que el Partido Popular formará Gobierno sin ninguna mención a la debilidad en la que les dejan las urnas para conseguir ese objetivo. Las noches electorales dejan resacas de difícil digestión cuando nada sale como se había previsto. La duda a partir de ahora será hasta dónde se cuestione el liderazgo de Casado en el seno de su partido. Cuando Ayuso copia a Abascal, lo frena; cuando Casado lo intenta, lo impulsa. Su primera derrota en esta convocatoria sin sentido llegó con la llamada de auxilio a la presidenta madrileña para que acudiera a remontar la campaña. Se lo van a recordar día sí y día también. Y por el camino, España se pierde un discurso de oposición a la altura de la cuarta potencia europea.

El daño colateral más serio que deja la frivolidad con la que Génova se ha tomado la gobernabilidad de una comunidad autónoma es, efectivamente, el poder de Abascal. España enfrenta dilemas que ya conocen otros países europeos donde solo la firmeza de la derecha clásica ha impedido la entrada en las instituciones de los populismos que crecen cavando trincheras ideológicas. El PP se enfrenta a una decisión que determinará la política de este país. Habrá que ver también si el resto de las fuerzas políticas en las Cortes de Castilla y León plantean alguna solución que impida a los populares lanzarse en brazos de Vox. El resultado electoral ofrece otros ángulos de interés como la irrupción de las plataformas locales que hablan de una España que se siente ignorada o preterida y que envía un mensaje potente hacia los Gobiernos autonómicos y hacia La Moncloa.


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