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Casemiro, el soldado de las áreas

Casemiro celebra con Modric el 2-2 en Mönchengladbach.Martin Meissner / AP

Una hora antes de que el clásico empezara a inclinarse para el Madrid, Casemiro lo llevó al precipicio. El brasileño, con una amarilla, se lanzó por detrás hacia Messi, que dentro del área se disponía a encarar a Varane. O le birlaba el balón, o le hacía penalti y era expulsado a los 28 minutos. No había más opciones en una acción que se iba a decidir por centímetros y centésimas. El mediocentro se estiró a ras de suelo, pisó con violencia la pelota y chafó a La Pulga, que ya había armado la pierna izquierda. Tres días después, en Alemania, el que estaba en el precipicio era el Madrid y el que lo rescató fue Casemiro con dos intervenciones salvadoras. Primero descolgó con pértiga un centro defectuoso de Valverde -el uruguayo se llevó las manos a la cabeza nada más golpearlo- para el 1-2 de Benzema y en el 93 rascó el empate. No se trató tanto del punto que agarró como de los dos que le levantó al Mönchengladbach.

“En partidos como este, él sufre”, apuntan desde su entorno. “Piensa que se han hecho muchas cosas bien, pero que el Madrid debería solucionarlos antes. De todas formas, en lo personal este encuentro puede marcar su carrera en el club”, aseguran. Sus intervenciones en el Borussia-Park o en Barcelona unidas a las de Sergio Ramos en el Camp Nou -tras la ausencia fatal del central ante el Shakhtar- demuestran que la suerte de los blancos se definirá en gran parte por tipos como ellos. Por su pegamento defensivo y por su participación imprescindible en ataque. Como analizan en el club, Casemiro es la tuerca que hace que el conjunto funcione. “Él se define como un soldado del entrenador, siente que cada día sale al campo de batalla. Si le das un mensaje, lo cumple, es muy metódico”, apuntan en su círculo.

En sus inicios, conocido por sus compañeros como Trakina (cara de galleta), era goleador y marcaba diferencias ante el equipo de Neymar

En el vestuario de Valdebebas, el brasileño no es el único insustituible, pero sí es el único que por segunda temporada consecutiva no tiene un doble puro en la plantilla. Una circunstancia que sorprende debido al número de minutos que absorbe (el que más el año pasado, 4.081) y porque, según él mismo, ocupa “la posición más importante del fútbol”. Delantero en sus primeros pasos en el Moreira, cuando era conocido como Trakina (cara de galleta) y derrotaba a la Portuguesa Santista de Neymar con goles suyos, se hizo mediocentro defensivo en el Sao Paulo con 11 años porque ahí había menos competencia y ahora afronta solo esa misión en el Bernabéu.

Sin descanso

Casi nunca hay descanso para Casemiro, tampoco cuando se lo concede de inicio Zidane por las apreturas del calendario. En estos ocho primeros partidos del curso, en dos arrancó desde el banquillo en un intento de darle aire, el doble que en toda la campaña anterior (se perdió otros cuatro por tarjetas o descanso copero). En San Sebastián y en casa frente al Cádiz se quedó en la grada, aunque en ambos casos debió aparecer. Contra los gaditanos, jugaba con el respaldo de los asientos imitando el sonido de un tambor, incrédulo ante lo que estaba viendo en la primera parte e incapaz después de cambiar el destino del encuentro sobre el césped. Tampoco pudo contener a los ucranianos tres días más tarde pese a sus gritos.

Sin embargo, sí se hizo presente en el clásico, echándole el lazo a Messi y pegando las líneas atrás junto a Ramos y Valverde para recuperar la cara seria que impulsó al Madrid a la última Liga. Él -“un pesado” consigo mismo que no para de ver fútbol por lejano que sea- fue el máximo recuperador de la pasada campaña, con 8,56 por duelo, dos más de los que acumula ahora. En Alemania, en cambio, rescató a su equipo con dos brochazos en el área contraria con la versión de aquel niño de cara redonda al que sus compañeros apodaban Trakina.

No ha marcado muchos goles en Champions (seis en 54 partidos), aunque casi siempre ha sido en momentos clave: en una final a la Juventus, en dos duelos de octavos (Nápoles y PSG), y en dos choques de liguilla muy atravesados, ante el Brujas y sobre la campana en Mönchengladbach. Un dato que apuntala su valor en el vestuario a sus 28 años.


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