El Gobierno de Ciudad de México, el Instituto Nacional de Migración (INM) y la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) han reaccionado al repetino flujo migratorio desatado en la capital con un albergue temporal y la agilización de miles de trámites humanitarios, aunque los migrantes perciben retos persistentes.
Después de que cientos de migrantes instalasen un campamento provisional en la céntrica plaza Giordano Bruno, cercana a las oficinas de la Comar, el Gobierno capitalino abrió un albergue en el bosque de Tláhuac, en el sur de la ciudad, donde pernoctan cerca de 800 personas.
Muchos de quienes ocupan el recinto, un descampado con carpas, cientos de tiendas de campaña y pequeños edificios con dormitorios y baños, fueron trasladados desde la plaza situada en el barrio Juárez.
“La decisión se basó en la necesidad de brindarles un espacio digno de alojamiento. Estaban en la calle, eran días de lluvia, había problemas de salud”, explicó a EFE Jorge García, director de Migrantes de la Secretaría de Inclusión y Bienestar Social (Sibiso) de Ciudad de México.
Entre la esperanza y la impaciencia
Los hechos ilustran las peticiones récord de asilo en México, que recibió 37.606 solicitudes en el primer trimestre de 2023, 29,2 % más que los tres primeros meses de 2022.
Aunque cientos han encontrado en el albergue gubernamental un lugar para dormir, comer y asearse por unos días, otros acuden a diario con la esperanza de iniciar su solicitud de refugio u obtener un documento de regularización temporal para seguir su viaje hacia Estados Unidos.
Según la Sibiso, las autoridades migratorias han atendido desde el 29 de marzo a 7.789 personas.
Los migrantes que buscan obtener estos documentos se agolpan sobre los módulos instalados por el INM y la Comar que, aunque han desahogado un sistema que acumula cientos de miles de solicitudes pendientes, siguen siendo insuficientes.
Sandy Alonso, cubano de 37 años, llegó a Tláhuac hace tres días, pero todavía no accede a los documentos que le permitan transitar hacia la frontera estadounidense con seguridad.
“Quiero intentar obtener una cita con la Comar para ver si puedo seguir hacia Estados Unidos, para no ir a la bartola (preocupado). Aunque todavía no he podido iniciar los trámites, cuando me levanto ya está lleno de gente”, explicó a EFE.
Mientras espera que se despejen las colas físicas, Alonso hace otra virtual: la de la aplicación “CBP One”, con la que se obtienen, cuando no falla, las citas con las autoridades migratorias estadounidenses.
“Me quedaré hasta que me den el permiso, pero si me llega antes la cita con Estados Unidos me voy. Llegaré como pueda”, contó.
Para Job Bazelais, haitiano de 35 años, quedarse en México tampoco es una opción: lo asaltaron antes de llegar a la capital, le robaron el pasaporte y secuestraron a su compañero de viaje, un joven africano.
“Cuando tenga los documentos necesarios, me iré a la frontera norte. Estoy intentando conseguir cita con CBP One, pero está muy saturada”, indicó.
Aunque los migrantes aseguran recibir atención y la Sibiso presume de que ningún migrante pernocta ya en la Giordano Bruno, la apertura del albergue estuvo acompañado de polémica, pues organizaciones civiles denunciaron que es una medida cosmética e improvisada.
“Pareciera que el propósito solo es quitar a las personas de la plaza, cuando el albergue de Tláhuac no tiene diseñados modelos de atención”, alertó a EFE el coordinador de integración local del albergue Cafemin, Mario Monroy.
El funcionario de la Sibiso rechazó estas críticas al asegurar que la capital mexicana es un lugar preparado para la acogida de migrantes, pues cuenta con instrumentos legales para asignar personal, presupuesto y recursos para la causa.
Aunque el albergue está pensado para que los migrantes pasen unos pocos días, el Gobierno capitalino dijo que podrían duplicar su capacidad hasta las 1.600 personas y que no tiene intención de clausurarlo tras la emergencia.
“Es un albergue temporal permanente. No hay planes para cerrarlo”, expuso García.
Monroy alertó que la ciudad afronta una inédita saturación, y se espera que cerca de 65.000 migrantes más lleguen en la primera quincena de mayo.
Recostados en uno de los cientos de colchones dispuesto bajo una carpa, Víctor Esting y su hijo Ismael, de 9 meses, esperan pacientes su turno para solicitar refugio.
Quiere encontrar en México la estabilidad y seguridad que no encontró en su Haití natal, donde casi le asesinaron.
“Me dijeron que aquí los trámites son más rápidos que en las oficinas de la Comar. Quiero quedarme en México de momento, no tengo dinero y necesito trabajar”, relató.
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