A la música comercial de nuestro tiempo le han pasado pocas cosas tan estimulantes como Charli XCX. La cantante británica de 29 años fue descubierta cuando era una quinceañera que colgaba sus temas y mixtapes en aquella red ancestral llamada MySpace. Pareció llamada a la gloria en una época en la que surgían cantantes como Grimes, Lorde o, más tarde, Billie Eilish, a las que les gustaba menos cantar sobre sus fiestas y sus líos que sobre sus problemas de salud mental. Charli XCX fue algo parecido al eslabón perdido entre esos dos mundos, a medio camino entre las complejas producciones del llamado hyperpop, representado por antidivas con cuello alto y halo lúgubre, y los bombazos con estribillos infalibles aptos para sonar en todas las radiofórmulas. Su propuesta logró el aplauso de la crítica y también un buen puñado de fans irreductibles, aunque nunca llegó a jugar en la primera división que se le prometió, descontando sus colaboraciones con Icona Pop (‘I Love It’) o Iggy Azalea (‘Fancy’), sus primeros superéxitos (y tal vez los únicos, junto a ‘Boom Clap’). “He hecho discos jodidamente buenos que nadie escuchó y canciones muy conocidas que nadie supo que eran mías”, dijo una vez. Con cada uno de sus cuatro discos, se ha repetido la misma pregunta. ¿Sería este el álbum que terminaría de convertir a Charli XCX en una estrella?
Lo mismo ha vuelto a suceder con su quinto y recién publicado largo, Crash (Asylum / Warner). Esta vez todo empieza tirando a bien: ya es el mayor éxito hasta la fecha de esta compositora superdotada para las melodías, que dice que brotan en su cabeza sin aviso previo, como si fuera una Juana de Arco del pop poseída por voces que le indican qué camino debe seguir. El disco, lleno de amores tóxicos, separaciones demoledoras y tórridos encuentros, marca el final de un ciclo. Su veintena está a punto de terminar, lo ha dejado con su novio de la última década y ha puesto fin al contrato que la unía con su discográfica, sin contar con la pandemia, la guerra y la crisis climática. “Sí, siento que es el final de una era”, sonríe Charli XCX al otro lado de la pantalla desde su casa en Los Ángeles. “Se acercan posibles grandes cambios. Llevo haciendo esto desde los 16 años y dentro de poco cumpliré los 30. Me pregunto si seguiré haciendo esto toda mi vida. ¿Quiero que sea así para siempre? ¿O seré capaz de pausarlo o incluso detenerlo?”. En realidad, no se plantea dejar la música y, si fuera el caso, tal vez no debería confesarlo a un desconocido con derecho a usar la imprenta. “La música es mi vida y me da alegría, pasión y fuerza. Nunca podría dejarla de lado. Y, a la vez, llevo 14 años haciendo esto y necesito un descanso. Quiero tomarme tiempo para mí, y lo digo sin dramatismo. Necesito nutrir mi cerebro y cuidar de mi forma física y mental”.
El álbum no supone el giro copernicano que parecía anunciarse, aunque sí desprende una mayor sensibilidad retro que sus entregas anteriores. “He querido mirar más al pasado que al futuro. Me han asociado a un sonido futurista, lo cual me encanta, pero llegó un momento en que todo se volvió un poco previsible, para mí y para quien me escuchaba. Quise ser un poco más nostálgica, en lugar de mirar adelante”, explica. Su principal referente fue la Janet Jackson de los ochenta, con su disco Control convertido en patrón a seguir. Con ella comparte una misma narrativa: la necesidad de provocar un accidente de tráfico, a riesgo de no sobrevivir, con la esperanza de salir dañada pero tal vez más fuerte, por contradictorio que parezca. O, por lo menos, distinta, convertida en otra. Jackson ya incluyó el sonido de un choque automovilístico en el tema que daba título a ese álbum. Charli XCX bebe de ese imaginario, más que de la película homónima de David Cronenberg y de sus parafilias ortopédicas, pese a lo que indica la portada del disco, tan ensangrentada y tan sensual.
“Llevo haciendo esto desde los 16 años y dentro de poco cumpliré los 30. Me pregunto si seguiré haciendo esto toda mi vida. ¿Quiero que sea así para siempre o seré capaz de detenerlo?”
Su anterior disco, How I’m Feeling Now, fue un brillante (y algo incomprendido) experimento grabado en cinco semanas durante el confinamiento, con la colaboración de sus fans. Mientras otros hacían pasteles y pilates, Charli XCX paría decenas de canciones para mantener la cordura, como relata en el reciente documental Alone Together, estrenado en Filmin, que recoge aquella peculiar experiencia. “Escribimos versos juntos por Instagram y les dejé decidir las portadas del disco y cuáles tenían que ser los singles”, afirma. En aquel tiempo en que creímos, ilusos, que saldríamos más fuertes de todo esto, el disco pareció una alternativa casi socialista al sistema imperante en la industria musical. Dice que aprendió mucho de aquella grabación, pero esta vez quiso cambiar de método. “Me gusta pasar de un extremo a otro. En ese sentido, este es un álbum mucho más insular”, admite. Si en entregas anteriores sus discos casi tenían más artistas invitados que canciones, en este los featurings están contados: solo aparecen Rina Sawayama (en ‘Beg for You’, sobre las relaciones a larga distancia a las que dice estar “muy acostumbrada”) y Caroline Polachek y Christine and The Queens (en ‘New Shapes’, sobre la quimera de resucitar una relación moribunda “haciéndola salir de los límites de la monogamia, pero sin herir a nadie”), tres mentes afines con las que forma una especie de superliga del pop electrónico y con ínfulas arty. En la producción, el colectivo PC Music y algunos allegados de Max Martin, el sueco que convierte en oro todo lo que toca, que han introducido guiños a clásicos del europop noventero como ‘Show Me Love’, de Robin S. (en ‘Used to Know Me’). En las letras, aparecen nombres como George Daniel, de The 1975, o la noruega Caroline Ailin, que ya escribió ‘New Rules’, el tema que lanzó a Dua Lipa.
Puede que no haya alcanzado la cima, pero habrá logrado presentar el pop en nuevos envases. No está mal para una cría que creció en Bishop’s Stortford, nacida como Charlotte Emma Aitchison, hija de escocés e india gujarati. “Es un sitio que, en el fondo, me define. Era bonito, verde, de clase media, pero no era el más inspirador de los lugares. En realidad, yo vivía en MySpace. Soñaba con ir a fiestas en Londres, en París y en Los Ángeles. Quería escapar. Por eso hay un sentimiento de evasión permanente en mi trabajo. Crecer ahí me hizo querer algo más, algo distinto”. Igual que le sucede ahora. “Exacto”, se sorprende, como si se acabara de dar cuenta de ello. “Eso es lo que me pasa”.
‘Crash’
Charli XCX
Asylum/Warner
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