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¿'Chi' o 'chí'? La tilde diacrítica, explicada en una polémica de Twitter


Yo también fui tildista: defendía que solo (el adverbio que equivale a solamente) debía llevar tilde, al contrario que solo (adjetivo). No era el único, claro. Son muchos quienes aún insisten en que la Real Academia Española se equivocó en 2010 cuando eliminó la necesidad de acentuar ese adverbio. En su opinión, aquello no fue más que una concesión a quienes no conocían una norma que evitaba ambigüedades con una simple rayita.

En realidad, el criterio que hay detrás de esta defensa de la tilde de solo no es lingüístico, sino sobre todo nostálgico, como recuerdan Elena Álvarez Mellado y Álex Grijelmo. Es la tilde de “yo fui a EGB”. Es más, su uso nunca estuvo justificado.

Solo un error

“Esa tilde fue siempre un error, igual que la de los pronombres demostrativos”, asegura Elena Hernández responsable del departamento de Español al día de la RAE y coordinadora del área de consultas de la Real Academia Española, a quien visitamos este lunes 16 por la mañana.

Hernández nos recuerda que la tilde diacrítica sirve para diferenciar dos palabras que se escriben igual cuando una de ellas es tónica y la otra es átona. Las palabras átonas son las que no tienen acento propio en la cadena hablada y por tanto se apoyan en otra palabra tónica para su pronunciación.

Ocurre, por ejemplo, con de y en frases como “ese coche es de Sara” (átona) o “espero que me lo ” (tónica). Pero no pasa lo mismo con solo, ya que tanto el adjetivo como el adverbio son palabras tónicas.

La tilde de solo era un error que “por costumbre, se generalizó”, explica Hernández, que además añade que “nunca ha sido obligatorio tildar el adverbio. Solo se admitía esa tilde en caso de ambigüedad”.

Cuando la Academia se puso a trabajar en la última Ortografía, publicada en 2010, se optó por “darle mayor coherencia al sistema de acentuación, por lo que se decidió que la tilde de solo y de los pronombres demostrativos no estaban justificadas ni siquiera cuando podía haber confusión”. La recomendación general es la de no tildar nunca estas palabras, aunque se permita únicamente si el contexto es ambiguo. Si no hay posibilidad de error, acentuar solo es falta.

Solo por costumbre

¿Y por qué se defiende con tanto encono ese acento? De entrada, porque en ortografía “la costumbre tiene un peso excepcional”. Continuamente hay cambios lingüísticos, pero “la gente no quiere que le toquen lo que ha aprendido con sudor y lágrimas”, con independencia de si hay un criterio válido o no para mantenerlo. Esa tilde no era necesaria, pero era nuestra tilde. Más incluso que la de los pronombres demostrativos. Mucho más que la de guion.

Además, saber cuándo y por qué había que acentuar solo era una forma fácil de mostrar cierta superioridad lingüística. Aunque diría que en la actualidad estamos llegando a un momento en el que no acentuar esa palabra es una señal de mayor sofisticación. Defender esa tilde ya está tan pasado de moda como los cupcakes, el gintonic con macedonia y no acentuar las mayúsculas.

Es cierto que podemos generar muchos enunciados ambiguos. “Si quieres jugar, los encuentras”, apunta Hernández. Por ejemplo, este tuit publicado el 9 de enero y que recogía un titular de EL PAÍS. Se ha compartido casi un millar de veces desde entonces, recuperando en redes el debate sobre la necesidad de acentuar o no la palabra.

La propia RAE habla en su web de casos “raros y rebuscados” que “siempre pueden evitarse por otros medios”, como el empleo de sinónimos o cambiando el orden de las palabras, por ejemplo. En el caso del titular de EL PAÍS, también se podría haber optado por leer la noticia. Por cierto, hay que apuntar que cuando hablamos, nadie ve ninguna tilde y no por eso nos liamos cada vez que pedimos un café solo.

Hernández recuerda un ejemplo que le ponen a la propia RAE a menudo: “Tuve sexo solo una hora”. A lo que ella responde: “Es lo mismo que si dices: ‘Esta noche tengo sexo seguro’”. Cuando se dice seguro, ¿se usa como adverbio (seguramente) o como adjetivo (con seguridad)? “Esta palabra genera la misma ambigüedad que solo, pero no le ponemos tilde a un significado para distinguirlo del otro”.

Hay muchos casos similares. Hernández menciona “cómprate un piso primero”. ¿Se refiere a un primer piso (adjetivo) o que se compre primero un piso (adverbio)? La frase es correcta, pero sin contexto resulta ambigua. Ejemplos como estos “demuestran que esa tilde no tenía ninguna justificación. Pero como estaba, cuesta quitarla”. Segúro.

Solo es cuestión de tiempo

La tilde de solo se acabará olvidando, a pesar de la resistencia de muchos tuiteros: “Si esto se difunde a través de la enseñanza, la próxima generación de hablantes no tendrá ningún problema en omitirla”. Y en caso extremo, bastará con esperar a que nos muramos los últimos que la aprendimos en el colegio.

En serio. No es la primera vez que una reforma ortográfica se ha encontrado con una oposición radical. En el siglo XVIII se decidió eliminar de la escritura los dígrafos latinizantes que aún quedaban en muchas palabras, como la th de theatro o la ph de philosophia: “Cuando se tomó esa decisión -explica Hernández-, muchos académicos protestaron (y así consta en las actas). Escribir Christo sin hache les sonaba casi como una blasfemia. El académico Gregorio Salvador cuenta a menudo esta anécdota y siempre la termina diciendo: ‘Al final estos señores se murieron y hoy escribimos Cristo sin hache y a nadie le preocupa’”.

Al contrario, agradecemos esta decisión. De hecho, Hernández recuerda que la ortografía del español es más sencilla que la del francés y la del inglés, y no solo porque los sistemas fonológicos de estos idiomas sean más complejos: “A lo largo de su historia, la Academia ha llevado a cabo muchas reformas ortográficas, eliminando rasgos de escritura que no tenían mucha justificación y dando prioridad al criterio fonológico”. Es decir, a que escribamos tal y como hablamos. Dentro de lo posible, claro, que “hablamos” va con hache.

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