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China dejará de exigir pruebas de covid para entrar a los supermercados tras las protestas de los folios en blanco

China dejará de exigir pruebas de covid para entrar a los supermercados tras las protestas de los folios en blanco

Tras las protestas, China sigue dando pequeños pasos que apuntan hacia una relajación de las estrictas medidas antipandémicas que han regido la vida de 1.400 millones de personas desde principios de 2020. Este martes, las autoridades de la ciudad de Pekín han decidido permitir el acceso a algunos lugares públicos, como supermercados, centros comerciales, oficinas y aeropuertos, sin necesidad de mostrar el resultado negativo de una prueba PCR. La medida elimina un requisito que se había convertido en un engorro cotidiano para millones de personas, al obligar a los ciudadanos a hacer cola ante alguno de los cientos de quioscos diseminados por las aceras de toda la urbe destinados a realizar miles de pruebas diarias de ácido nucleico. Desde el lunes tampoco se pide un resultado negativo para tomar el metro y el autobús.

La nueva norma es solo un paso más que marca una tendencia. De momento, sigue siendo necesario escanear con el móvil el ubicuo sistema de códigos QR en los accesos a estos lugares —una medida para localizar a las personas en todo momento, de modo que pueda rastrearse un brote—; y también se sigue requiriendo una PCR negativa para acceder a un buen puñado de lugares como bares, guarderías y colegios (muchos de los cuales, por cierto, siguen clausurados en Pekín, que navega una ola de contagios de proporciones desconocidas). Pero estas nuevas reglas adoptadas en la capital del país, similares a las que ya se han tomado en otras grandes ciudades como Shanghái, y sumadas a la relajación de los confinamientos en urbes como Guangzhou, son un ejemplo del viraje en la estrategia de lucha contra la covid poco más de una semana después de las protestas de los folios en blanco, la mayor muestra de descontento ciudadano en la era del presidente chino, Xi Jinping, en el poder.

Ya la semana pasada, con la revuelta de los folios en blanco descabezada bajo un fuerte despliegue policial en Shanghái (origen de las manifestaciones) y Pekín (donde la réplica se sintió con fuerza) se percibió una rapidísima mutación en el discurso oficial, cuando Sun Chunlan, la viceministra a cargo de la batalla contra el coronavirus, también conocida como “la zarina de la covid cero”, aseguró que el país se enfrentaba “a una nueva situación” en esta lucha.

El escenario, dijo Sun, ha cambiado “a medida que la patogenicidad del virus ómicron se debilita, se vacuna a más personas y se acumula experiencia en la contención del virus”. Este giro ya había comenzado a ejecutarse en parte con el lanzamiento hace casi un mes de una batería de 20 directrices para “optimizar”, en palabras del Gobierno chino, la política antipandémica. Entre ellas se encontraba la reducción de los plazos de cuarentena para los contactos estrechos y la aceleración de la vacunación de los mayores, uno de los puntos flacos de China ante una eventual reapertura.

Ola de contagios

Mientras, en la capital china se vive un momento extraño. Tras haber mantenido a raya al virus durante más de tres años, la ciudad sigue inmersa en una ola de contagios sin precedentes. Muchos de sus habitantes descubren con perplejidad que empiezan a conocer de forma directa a una o incluso a varias personas que tienen la covid en estos momentos, cuando hasta hace poco, si uno preguntaba a cualquiera si tenía algún familiar o amigo que hubiera pasado el coronavirus, lo habitual era una respuesta negativa. Se extiende el uso de los tests rápidos de antígenos para autodetectar la enfermedad. A las personas se les permite hacer cuarentena en casa en lugar de ser trasladadas de forma obligatoria a centros de aislamiento. Se pisa territorio desconocido en diversos frentes: una zona nueva para China muy similar a la que han transitado en algún momento la mayoría de países que decidieron convivir con la pandemia.

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En estos momentos, las cifras de contagios siguen cabalgando una ola que ha batido los registros del país; la onda ha tocado ya su cénit, pero su cola aún se estira en el tiempo. Este martes, las autoridades sanitarias de China han comunicado poco más de 4.600 nuevos contagios en la capital y cerca de 28.000 casos en el país. El azote de infecciones se sobrelleva en cualquier caso con un espíritu muy distinto al de brotes previos, a medida que los órganos de propaganda insisten en restarle importancia a la nueva variante de la covid. “Los expertos afirman que la posibilidad de [desarrollar] una enfermedad severa o la muerte por ómicron es baja”, titula este martes en uno de sus principales artículos el diario propiedad del partido comunista China Daily.

En los últimos días, plataformas de medicamentos en línea, farmacias y fabricantes de medicamentos han informado de un aumento de las ventas, según recoge Reuters. La plataforma de venta JD Health asegura que las ventas de equipos de análisis de antígenos se dispararon un 344% la semana pasada con respecto a la anterior.

“Es hora de que los chinos traten la covid-19 como una gripe”, ha afirmado este martes en redes sociales Hu Xijin, un analista de postulados próximos al Gobierno, que se ha convertido en los últimos días en un defensor de vanguardia del repentino cambio de postura de Pekín. “La respuesta a la covid se ha ajustado drásticamente en muchas partes de China y dentro de no mucho tiempo las personas podrán viajar por todo el país sin muchas restricciones”, ha subrayado. “La mente de las personas está cambiando junto con los ajustes de política”.

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