El fiscal del Estado de Chihuahua, Roberto Fierro, en conferencia de prensa para anunciar la recompensa por “El Chueco”, este miércoles.Fiscalía General del Estado de Chihuahua
La Fiscalía de Chihuahua ha anunciado este miércoles una recompensa histórica para recabar información sobre el paradero de José Noriel Portillo Gil, alias El Chueco, presunto asesino de los dos sacerdotes jesuitas el lunes, de un guía turístico y la desaparición de cuatro personas. Las autoridades ofrecen cinco millones de pesos a quien dé una pista sobre dónde puede estar escondido el criminal, a quien consideran un “generador de violencia en la zona” y está acusado de homicidio y delincuencia organizada. Los cadáveres de los jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, así como el cuerpo del guía Pedro Palma, los cargaron en una camioneta, según la versión oficial, y han sido localizados este miércoles, según ha informado en un escueto comunicado la gobernadora de Chihuahua, Maru Campos. Todo bajo las órdenes de El Chueco, según la Fiscalía, que pese a estar en la mira de las autoridades desde 2018 tras el asesinato de un turista estadounidense, nunca fue detenido por ese crimen.
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Las autoridades trabajan a marchas forzadas estos días para esclarecer lo sucedido el lunes en el municipio de Cerocahui, enclavado en la sierra Tarahumara, en Chihuahua, al norte de México. Al menos siete víctimas —tres asesinados y cuatro desaparecidos, según las autoridades— se cobró el poder del fuego del narco en menos de 24 horas en este rincón rarámuri, conocido por ser una de las paradas del tren Chepe que recorre las Barrancas del Cobre.
La indignación escaló al debate nacional el martes, tras conocerse la noticia del asesinato de dos sacerdotes jesuitas que habían tratado de auxiliar a un hombre que escapaba de las balas, Pedro Palma, de 60 años, un conocido guía turístico en la zona con más de 40 años de trayectoria. Y ahí, en la iglesia de este municipio de unos 1.000 habitantes, fueron baleados los tres, según un comunicado de la Fiscalía. Sin que los criminales tuvieran siquiera la consideración de dejar los cadáveres para que fueran velados o despedidos por sus familiares y amigos. Dos días más tarde y sin que las autoridades hayan explicado cómo han sido localizados ni quién dio el aviso, los cadáveres de los sacerdotes y del guía han sido localizados.
El cartel de búsqueda y recompensa por el presunto asesino de los dos padres jesuitas, José Noriel Portillo Gil, “El Chueco”, el miércoles 22 de junio de 2022.Fiscalía General del Estado de Chihuahua
La comunidad jesuita ha presionado a las autoridades estatales y federales no solo para encontrar los cadáveres, sino para dar con los responsables. Sobre este hecho se ha pronunciado este miércoles también en su audiencia el papa Francisco, que pertenecía a la orden jesuita y lamentó la ola de violencia que asola a México. También, la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos se ha pronunciado al respecto: “Eran parte del equipo de religiosos y laicos que están en la sierra Tarahumara, donde realizaban un importante trabajo social y pastoral que, entre otras líneas, incluye fortalecer la cultura de la comunidad rarámuri en todas sus dimensiones y la preservación del medio ambiente”.
Ante la presión pública, la Fiscalía de Chihuahua, encabezada por Roberto Javier Fierro Duarte, ha lanzado este miércoles un mensaje a la población: cinco millones de pesos (unos 250.000 dólares) por una pista sobre El Chueco. Y ha proporcionado algunos números de teléfono: 6144293300, extensión 11457, denuncia anónima 089, línea de emergencia 911, o bien a pasaeldato.gob.mx o al correo electrónico recompensasfge@chihuahua.gob.mx.
El Chueco es un líder local del narco que se ha hecho fuerte en la sierra Tarahumara desde hace años, sin que una autoridad haya frenado su poder y está vinculado al cartel de Sinaloa, según los reportes oficiales. En octubre de 2018 fue el principal sospechoso del asesinato de un profesor estadounidense Patrick Braxton-Andrews, que según la información oficial fue acribillado tras ser confundido con un agente de la DEA (Agencia Antidrogas de Estados Unidos). Y su nombre se hizo entonces famoso en cada uno de los municipios aislados de los montes. A nadie se le escapaba que él era el dueño del corazón de la Tarahumara: en San Rafael, Ciénega de Trejo, Guadalupe Coronado, Mesa de Arturo, Cerocahui y Bahuichivo.
Según la información que maneja la Fiscalía, El Chueco es el cabecilla de una célula del narcotráfico asociada a Los Salazar, otro grupo criminal más poderoso que está asociado al cartel de Sinaloa en Chihuahua. A Los Salazar los vinculan con los asesinatos de la familia Le Baron en 2019 y al crimen contra la reconocida periodista de Chihuahua, Miroslava Breach, en 2017.
Los hombres de Portillo controlan la siembra y trasiego de drogas en la región, cuya orografía imposible y aislada dificulta la revisión de las autoridades sin que sean identificados por los criminales. También han hostigado a pobladores indígenas para arrebatarles las tierras, provocando el desplazamiento de cientos de personas.
Aunque su nombre comenzó a resonar en Chihuahua tras el escándalo del asesinato de Braxton-Andrews, ya había hecho méritos para que lo buscaran desde 2017. Ese año organizó un ataque contra la sede de la Agencia Estatal de Investigaciones en Urique, cabecera municipal de Cerocahui. Y, después del crimen contra el estadounidense, del que salió impune —pese a las promesas del gobernador de entonces, Javier Corral, de “no parar hasta encontrarlo”— se le responsabilizó en 2019 de haber ordenado el secuestro y homicidio del activista Cruz Soto Caraveo, integrante del Colectivo de Familias Desplazadas Forzadamente de la Sierra Tarahumara. Soto fue encontrado sin vida el 19 de octubre de 2019, seis días después de que fue denunciada su desaparición en la comunidad de Los Llanos, municipio de Guazapares, tras haber asistido a una reunión con autoridades locales, según informa el periódico Reforma.
El rastro que fue dejando El Chueco después de su foto circulara en las fiscalías locales señalan que nunca se movió de ahí. Continuó haciéndose fuerte en una región pobre y aislada del norte de México. La impunidad rampante que gobierna México se convirtió en su gasolina. Y ahora, cinco años después, los balazos a los sacerdotes y la enorme presión pública por una nueva tragedia en la Tarahumara han provocado que lo busquen todas las corporaciones. Por primera vez.
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