Ciudades verdes



La reelegida alcaldesa de París, Anne Hidalgo.Olivier Donnars/Le Pictorium Age / DPA / Europa PressEl coronavirus habría podido reforzar a los líderes y partidos populistas y a la extrema derecha, pero las primeras elecciones celebradas en uno de los países occidentales golpeados por la pandemia ha dado un resultado muy distinto: la ecología se ha consolidado en el centro del tablero político, acelerando un fenómeno que ya se había podido vislumbrar en Francia. Los ecologistas, aliados con formaciones de izquierdas, fueron los vencedores en la segunda vuelta de las elecciones municipales, el 28 de junio. Burdeos, Estrasburgo y Lyon, entre otras ciudades, tendrán alcaldes de este color. París seguirá al mando de la socialista Anne Hidalgo, que ha transformado la ciudad poniendo a la ecología en el punto de mira de todas las decisiones municipales. De las diez ciudades más pobladas de Francia, siete tienen ecologistas en las coaliciones más votadas. La covid-19 ha sido un anticipo de lo que puede pasar con el cambio climático y parece que los ciudadanos se han dado cuenta: la agenda verde y sostenible para el desarrollo urbano ya no es una opción, y el resto de ciudades europeas deberían tomar nota.Las elecciones eran atípicas. La primera vuelta se celebró el 15 de marzo, dos días antes de que Emmanuel Macron decretase el confinamiento del país para frenar la pandemia. El presidente suspendió la segunda vuelta, que habría tenido que celebrarse el 22 de marzo. Los tres meses de retraso, con campaña de tono bajo, sin mítines y otras preocupaciones en la mente de los ciudadanos, explican la alta abstención. Pero hay otros factores. Que seis de cada diez votantes optaran por quedarse en casa y se desinteresasen de una convocatoria que decidía la gestión de los asuntos más cercanos a sus vidas cotidianas es una señal de desafección que debería preocupar a los gobernantes. El resultado también es preocupante para Macron, que nunca, desde que entró en política, había encajado una derrota electoral de estas dimensiones. La victoria de su primer ministro, Édouard Philippe, en la ciudad portuaria de Le Havre supone un magro consuelo para La República en Marcha, que cuatro años después de su fundación no ha logrado implantarse en el territorio ni organizarse como un partido capaz de existir más allá de la identificación con su líder. Sería aventurado extrapolar del resultado de las municipales conclusiones sobre las presidenciales de 2022, pero el propio Macron ya lo ha hecho, al asumir ayer en un discurso la necesidad de una mayor ambición medioambiental.El éxito de la izquierda ecologista rompe el esquema que en los últimos años ordenaba la política francesa: el choque entre centristas y populistas, y europeístas frente a nacionalistas. Introduce un marco de discusión menos polarizador y más propicio al consenso: nadie, ni la extrema derecha, quiere renunciar a esa bandera. La cuestión es qué transición ecológica. La revuelta de los chalecos amarillos en otoño de 2018, cuyo detonante fue la subida de una tasa sobre el diésel que gravaba a las familias trabajadoras, demostró la dificultad del ejercicio. Pero ambos objetivos, el desarrollo económico y una transición ecológica justa, no tendrían por qué ser excluyentes, y menos ahora, con una pandemia que es un ensayo general de futuras catástrofes, y una recesión que amenaza a dejar a millones de personas en la cuneta. Es un falso dilema. La urgencia económica no puede esperar, pero la lucha contra el cambio climático tampoco.


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