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Colin Farrell, el chico malo de Hollywood al que le cambió la vida su hijo con discapacidad

Colin Farrell sabe lo que es estar colgado al borde del precipicio y salvarse. En 2016 fue elegido como embajador de una fragancia de Dolce & Gabbana bautizada Intenso, y el nombre encaja como anillo al dedo con el historial de este actor irlandés que se convirtió en estrella a principios de siglo, desapareció consumido en sus adicciones y renació años más tarde libre de su alcoholismo pero siempre atento a posibles recaídas. Uno de los motores de ese cambio fue la llegada de su hijo James, que actualmente tiene 17 años, y nació con síndrome de Angelman, una enfermedad genética que afecta al sistema nervioso y causa graves retrasos intelectuales, en la capacidad lingüística y en el desarrollo psicomotor.

El próximo 12 de septiembre, James cumplirá 18 años y Farrell y la madre del joven, la modelo Kim Bordenave, de quien lleva separado desde 2003, han solicitado la tutela de su hijo para seguir siendo responsables legalmente de él cuando alcance la mayoría de edad. Para conseguirlo han tenido que presentar la pasada semana una extensa documentación en la que se detalla la situación de James y el porqué de la solicitud que realizan sus progenitores. En el caso del hijo de Farrell la enfermedad, que afecta a una persona entre cada 20.000, ha causado que no pueda hablar, que tenga “problemas con sus habilidades motoras finas” y que no pueda cuidar “de su propia salud y bienestar”, como detallan los informes a los que ha tenido acceso Page Six. Motivos que sustentan la solicitud a los tribunales para que concedan a sus padres su tutela, tengan acceso a los registros confidenciales de su hijo aún cuando sea mayor de edad, puedan otorgar o denegar consentimientos médicos y tomar decisiones sobre las relaciones de su hijo en su nombre.

Un trámite que conocen muchos padres que tienen hijos con discapacidad intelectual, pero que en el caso de Colin Farrell ha adquirido cierta trascendencia mediática porque James fue también uno de los motivos que influyeron para que el actor se diera cuenta de que todo en su vida era desmesurado y que tenía que cambiar. Farrell nació hace 44 años en Castleknock, Irlanda, donde creció siendo un adolescente apasionado por el fútbol y admirador de Maradona por encima de todas las cosas. Entendió que su pasión no iba pareja con sus dotes de futbolista y comenzó a estudiar arte dramático en Dublín. En aquellos tiempos el joven Farrell ya dio muestras de poder llegar a ser un buen intérprete y también de lo mucho que le gustaba el alcohol y consumir drogas. Aun así fue encontrando su sitio en el mundo de la actuación y tuvo suerte, porque en su ascenso al estrellato también jugó a su favor que un día Kevin Spacey estuviera entre el público del teatro en que actuaba y se enamorara de su interpretación.

Colin Farrell con la modelo Kim Bordenave, la madre de su hijo James, en 2003 en Hollywood. Getty

Así fue como Colin Farrell llegó a Hollywood hace 22 años, con escasa experiencia teatral y televisiva en Irlanda y ese aspecto de atractivo macarra que fascinó a los directores y a las féminas. La fama llegó tan rápido como lo hicieron los desmadres del actor, que se convirtió en el canalla oficial del mundillo. Mujeres, alcohol y cocaína se convirtieron en su día a día. Pero nació su hijo, se sumaron escándalos que se volvieron en su contra y superproducciones que resultaron un fiasco. En 2005 asumió que era el único culpable de su situación, ingresó en una clínica de desintoxicación y decidió cambiar. En 2016 explicó en una entrevista en la revista ICON que desde entonces está atento para no volver a caer en sus adicciones: “Tuve que descubrir quién era día tras día. Hay que llenar los huecos con otra cosa. Mi vida actual es muy plena”.

También recordó que cuando se encontró perdido tuvo que reflexionar sobre su futuro y el sentido de su trabajo porque hubo un momento en el que incluso pensó en abandonar su carrera: “Después de Corrupción en Miami [en 2006] estaba quemado y cansado. Echaba de menos implicarme. Me tomé un tiempo libre y reflexioné sobre las razones por las que el Colin previo a la locura quería dedicarse a la interpretación. Llegué a la conclusión de que disfrutaba con la profesión, y que además era una buena manera de ganarse la vida”. En ese encuentro también confesó que si hubiera existido Twitter cuando comenzó su carrera, la entrevista se estaría haciendo entre rejas: “Hoy es más difícil hacer travesuras y hay menos libertad”, dijo, a pesar de reconocer otras bondades de las redes sociales. Él fue por libre y su sinceridad le costó titulares escandalosos que le persiguieron durante años, incluso cuando su vida ya poco tenía que ver con la de antes.

Ahora sabe lo que casa con él en la vida personal y en la profesional y se deja guiar por esas sensaciones que le hacen estar cómodo en su propia piel. Habla con sus hijos —tiene otro, Henry de 12 años, junto a la actriz Alicja Bachleda-Curús— de cosas que dice él no pudo tratar con su padre y afirma que no le gusta estar lejos de ellos cuando se ve obligado por los rodajes. Ha tenido que negar afirmaciones exóticas sobre él, como que se comprometió al celibato por seguir un precepto budista, practica yoga y está muy atento para mantener a raya sus adicciones a pesar de llevar sobrio casi 15 años. Por eso a finales de mayo de 2018 volvió a ingresar en un centro de rehabilitación de Estados Unidos para “evitar caer nuevamente en el agujero del conejo” tras un intenso año de trabajo. El chico malo es ya un actor maduro que ha vuelto a estabilizar su carrera y su vida y parece dispuesto a no volver a rozar el abismo.


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