Colombia ha decidido reabrir por sorpresa a partir de la madrugada de este miércoles sus pasos fronterizos con Venezuela, que se mantenían cerrados desde hace 14 meses como parte de las medidas para contener la propagación de la pandemia en su territorio. Lo hará de manera “gradual” como parte de los esfuerzos de reactivación económica con los que enfrenta un momento crítico en el que todo tipo de protestas, bloqueos y disturbios ya cumplen más de un mes y las autoridades también enfrentan la tercera ola del coronavirus.
El Gobierno de Iván Duque ya había reabierto desde el pasado 19 de mayo los pasos terrestres y fluviales con Ecuador, Perú, Brasil y Panamá, pero mantenía en vilo su decisión sobre la porosa línea limítrofe que comparte con Venezuela, escenario del mayor flujo migratorio del continente. El Ejecutivo había anunciado que estudiaba la posibilidad de abrir esa frontera desde este primero de junio, pero el lunes publicó un decreto sobre la emergencia sanitaria que extendía el cierre hasta septiembre. Sin embargo, este martes, menos de 24 horas después, el ministerio del Interior sorprendió con una resolución “por la cual se abren los pasos terrestres y fluviales de frontera con la República Bolivariana de Venezuela”.
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La apertura se hará de manera gradual, de acuerdo con Migración Colombia. La autoridad migratoria anunció, entre otras medidas, un 25% más de oficiales para todos los puestos de control migratorio, la instalación de cámaras térmicas para contabilizar el paso de personas, acompañamiento de autoridades de salud, así como horarios de entrada y de salida en los siete cruces formales y un sistema de “pico y cédula”, como se conoce en Colombia la rotación según el último número del documento de identificación.
Ante el colapso del sistema de salud venezolano, la potencial propagación de la covid-19 a través del flujo migratorio en la frontera más porosa de América, más de 2.200 kilómetros repletos de trochas o caminos informales por donde históricamente ha fluido todo tipo de contrabando, fue desde el principio de la pandemia una de las preocupaciones de las autoridades de Colombia. El país andino es por mucho el principal destino del masivo éxodo venezolano, con más de 1,7 millones de migrantes en su territorio.
Bogotá y Caracas no tienen relaciones desde febrero de 2019. Duque ha dado su apoyo irrestricto como presidente interino de Venezuela al líder opositor Juan Guaidó; es un crítico feroz de Nicolás Maduro, al que acusa de dar cobijo en su territorio a las disidencias de las FARC y la guerrilla del ELN; y ha sido el principal promotor de un “cerco diplomático” sobre el régimen chavista. También ha mantenido contra viento y marea una política de acogida elogiada internacionalmente, y en febrero anunció un estatuto temporal de protección que se propone regularizar a cerca de un millón de venezolanos indocumentados que se encuentran en el país.
Cúcuta, la mayor ciudad colombiana sobre la frontera, ha sido el embudo de uno de los mayores flujos de personas en el mundo. Allí preocupan tanto la potencial demanda de servicios sociales y de salud ante la reapertura, como el aforo de los comercios. Pero las permanentes tensiones entre las dos capitales impiden una coordinación efectiva, y ese flujo depende de difíciles negociaciones entre autoridades migratorias incluso desde antes de que irrumpiera la pandemia. Además, el Gobierno chavista ha llegado a calificar como “armas biológicas” a los migrantes que han retornado, y Maduro ha dicho que Duque envía “personas contaminadas”. Hasta ahora, Caracas no ha dado señales de que planee reabrir su lado de la frontera.
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