“Godo”. Esa es la palabra que usan los colombianos en el habla coloquial para referirse al pensamiento conservador y a quien lo ejerce. “Es que Colombia es muy goda” o, más exactamente, “es que el colombiano es muy godo” es un lugar común en las conversaciones en época electoral. Se usa para explicar por qué candidatos como el izquierdista Gustavo Petro o la centrista Claudia López se quedan cortos en su alcance electoral. Pero López es alcaldesa de Bogotá desde 2019 (y el segundo fue otro centrista: el liberal Carlos Fernando Galán), Petro con toda probabilidad quedará primero en la próxima votación, el (ahora suspendido) alcalde de Medellín (capital ‘goda’ por excelencia en el imaginario colombiano) es poco sospechoso de derechista, en 2018 el partido más a la derecha del espectro tuvo que elegir a la más moderada de sus opciones para poder ganar la presidencia, y en la carrera de este 2022 el candidato que más nítidamente representa estos valores no ha logrado hacer despegar del todo su campaña. Hasta el punto de que este candidato, Fico Gutiérrez, ha moderado paulatinamente su lenguaje para acercarse a donde intuye que está el centro de gravedad de las opiniones colombianas. Y, gracias al estudio realizado por EL PAIS junto a 40db el pasado abril, es posible ubicar ese centro de gravedad, algo que nos ayudará a entender mejor el por qué de los votos que se emitirán este fin de semana.
La posición media de los colombianos en asuntos económicos, migratorios o de libertades individuales está más a la izquierda que a la derecha. En algunos casos la mayoría es más bien moderada, como en el del aborto. En otros, como veremos, la distribución de opiniones está dividida: sucede sobre todo con la migración. Pero aún en otros hay consenso transversal: es lo que pasa con la eutanasia, el medio ambiente o la garantía mínima de bienestar económico a manos del Estado.
Cuando cruzamos las dimensiones económica y de libertades individuales, escogiendo por ejemplo la pregunta sobre preferencias en torno al aborto para la segunda dimensión y la de mínimo garantizado material para la primera, nos resulta que casi la mitad de los colombianos estarían en lo que se conoce como izquierda liberal, divididos a su vez entre una nítidamente progresista (20%) al aceptar el aborto libre, y otra más restrictiva al aceptarlo solo bajo ciertos supuestos (28%). Pero el centro de gravedad está en ese entorno, y no en el extremo de libertad económica pero no individual (arriba a la derecha) ni en el de libertad completa en ambas dimensiones (abajo a la derecha). Los libertarios son un 7% de Colombia. Los conservadores tradicionales, un 5%. Los intermedios, otro punto fuerte del gráfico que se produce si sumamos a los de posición centrada en ambas preguntas y a los que quieren libertad económica individualista pero aborto solo bajo ciertos supuestos, alrededor de un 23%.
Cuando despiezamos este mosaico en los segmentos que componen la sociedad, nos resulta que los picos de posiciones progresistas se encuentran en ciertos subgrupos. Así, los jóvenes son más favorables a que el estado garantice el bienestar de todos que las personas de más edad. Las mujeres, en cambio, están más en contra. Y, de manera sorprendente, no hay una correlación lineal entre estrato socioeconómico y preferencia redistributiva. Lo que sí se observa es que las clases medias son algo más favorables a ella.
Aún más consenso si cabe suscita entre los colombianos la idea de que el medio ambiente debería estar por encima del crecimiento económico cuando haya dilema entre proteger uno y otro. Una vez más, jóvenes y (en menor medida) estratos medios se destacan, aunque en este caso las mujeres sí se presentan como más proteccionistas que los hombres.
Los consensos varían de la izquierda al centro, y se abren grietas más profundas, cuando salimos de la economía. En el aborto, por ejemplo, la diferencia de edad es muy notable: una mayoría absoluta de los menores de 55 está a favor de liberarlo por completo, tal y como ordenó la Corte Constitucional recientemente. Sin embargo, entre el conjunto de la población la preferencia mayoritaria es la posición anterior a esta sentencia: permitirlo bajo ciertos supuestos. Aquí la linearidad por estrato es mayor: los más altos están más a favor, repitiendo un patrón habitual en el mundo entero según el cual la renta correlaciona positivamente con posiciones liberales en derechos individuales.
Pero si algo está generando división entre los colombianos de todo ámbito hoy es la respuesta a la ola migratoria llegada desde la vecina Venezuela. La migración mezcla inevitablemente cuestiones económicas con otras de orden cultural o identitario, pero en cualquier caso adquiere entidad de asunto propio, independiente, una vez el país receptor se convierte en un anfitrión de una cantidad más o menos significativa de recién llegados. Eso es lo que le ha sucedido a Colombia en la última media década. Y la sociedad se ha partido en dos en torno a la cuestión. 48% a favor de la reunificación familiar, 47% en contra. Tasas de favorabilidad más altas entre jóvenes y estratos bajos. En el estrato alto la polarización es mayor: allí se concentra la mayor tasa que estaría muy de acuerdo con la medida y la mayor que no estaría nada de acuerdo.
La imagen general que emerge de estos datos es, en cualquier caso, una bien distinta a la de un país ‘godo’: más bien Colombia puesta ante el espejo demoscópico aparece como polifacética y con amplias capas de su población mirando hacia el progresismo. Será interesante contrastar esta imagen con la que resulte de un proceso electoral que por su propia lógica (por mayoría absoluta, a dos vueltas) convierte los matices en decisiones dicotómicas, entre blanco y negro, ganadas por la exacta mitad más uno de la población.
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