*El mexicano integrante del Ballet de Tokio habló acerca de los inicios de su carrera y su amor por la cultura japonesa
Por Ángela Anzo
México, 6 de junio (La Neta Neta).— Para el bailarín Braulio Álvarez (Ciudad de México, 1990) algunos de los mayores desafíos de su trayectoria artística han sido integrarse a una compañía nueva, llegar a otro país, aprender un idioma diferente y adaptarse a otra cultura, así lo compartió durante una charla virtual organizada por la Fundación Japón en México.
El integrante del Ballet de Tokio —primer mexicano y extranjero en esta compañía— habló sobre los caminos que lo llevaron a la danza, los inicios en su carrera como bailarín de ballet y su paso por compañías en Estados Unidos, Alemania y Japón; un sendero que no ha sido fácil de transitar pues ha implicado muchos cambios y el poner en práctica su capacidad de adaptación.
Refirió que, desde sus primeros años, ha estado en contacto con esta disciplina en la Academia de Ballet del Pedregal, junto a su madre Irasema de la Parra, que lo instruyó desde muy pequeño hasta llegar a una audición profesional, obteniendo una beca para continuar su formación en la Idyllwild Arts Academy de California; después logró ser parte del Ballet de Hamburgo en Alemania, posteriormente arribó al país de los cerezos.
“El estar aquí en Japón te da la oportunidad de trabajar con formas de expresión que no podrías conocer en otros países; la forma de movimiento es diferente por su cultura y explotar eso es algo que me da mucha alegría. Los mexicanos somos mucho más abiertos emocionalmente… en nuestra cara se ve cuando estamos felices, pero en Japón uno intenta no mostrar ese tipo de emociones; sin embargo, aquí un pequeño gesto de la mano puede tener más significado de lo que parece a primera vista”.
El bailarín señaló que siempre se ha interesado por esta cultura, razón por la cual aprendió el idioma desde antes de llegar a la compañía, aproximándose al estudio de la danza Noh, el taiko, las artes tradicionales japonesas y otras manifestaciones; ello lo ha llevado a trabajar en piezas coreográficas como Kunitokotachi A Prayer for peace: “Todas estas artes japonesas te enseñan no sólo los movimientos o reglas, sino una filosofía de vida, eso fue lo que más me interesó para estudiar las artes de este país”.
Al hablar sobre los mayores retos de su estancia en esta agrupación indicó que, lo más difícil, ha sido perfeccionar el idioma, lograr integrarse y responder a las exigencias: “Los bailarines como cualquier persona pasan por dificultades, pero el ballet es una actividad muy fuerte que necesita mucha autodisciplina y hay momentos en los que te haces chiquito y dices: ‘ya no puedo más’; yo me he preguntado si haciendo otra cosa sería más feliz, pues en cualquier trabajo pasas por esos momentos… pero en el ballet tengo una gran motivación y así es como yo puedo brindar algo a la sociedad”.