Con cada nuevo despertar en él, con cada nuevo paseo, el jardinero comprende mejor hacia dónde quiere llevar el jardín. Cuanto más tiempo pase en su paraíso particular, o en el de su cliente, tendrá más claras las necesidades de ese espacio. Aquí hace falta un gran arbusto que tape esta vista, y allá, una herbácea de flores blancas daría luz a ese rincón tan apagado. Si se viera una secuencia de la evolución de un jardín o de una terraza a lo largo de los años, sorprendería la viveza de los cambios y cómo las plantas acaban reinando en él, sobrepasando normalmente las expectativas.
El principal problema que tienen muchos jardines es la mala elección de las especies. Se pretende cultivar plantas que no están adaptadas al clima o incluso se eligen aquellas que, cuando crezcan, no tendrán cabida por su gran tamaño. En lo que se refiere a esto último, no en pocas ocasiones se encuentra un gran árbol situado al pie de una casa, cuyas ramas amenazan ventanas y tejados del inmueble. Se plantó cuando era un retoño, pequeño. “Mira, un tierno arbolito”, parece decir la persona que adquiere una morera o un pino piñonero. Con toda su buena intención, planta el ejemplar a pocos metros de la casa, incapaz de imaginar que crecerá tanto que, un día, 15 años después, se verá en la obligación incluso de talar el mastodonte en el que se ha convertido. Para evitar esta desagradable situación hay que reflexionar cuidadosamente antes de comprar nada.
Un pino piñonero plantado muy cerca de una casa en la sierra madrileña.E. Mora
Lo primero es pensar qué tipo de planta se necesita. Da igual que se busque para que crezca en una maceta, en la ventana de la cocina, en el patio de vecinos o al lado del huerto del jardín. La pregunta inicial podría ser esta: ¿Para qué necesito esa planta allí? ¿Para qué haga volumen en aquella esquina? ¿Quiero que cubra el suelo?
Una vez que está claro ese objetivo, toda una serie de dudas han de estar presentes en la elección: ¿qué altura máxima necesito, una vez que la planta alcance todo su desarrollo? ¿Ha de ser perenne o caduca? ¿Quiero que tenga flores? Si es así, ¿en qué estación del año desearía esa floración? ¿Qué forma precisa para mi espacio? ¿Qué sea tapizante, que sea globosa, que sea estrecha o quizás un poco más ancha? Contestados todos esos interrogantes, estará clara la morfología de la planta que se busca: “Bien, necesito una planta de entre 30 a 80 centímetros de altura, perenne, de floración estival y de forma esférica”. ¿Eso es todo lo necesario para la correcta elección? No. Falta saber algo imprescindible: ¿estará al sol, en una media sombra o en sombra?
El siguiente paso es tener claro los condicionantes climatológicos. No es lo mismo cultivar una hortensia en Galicia que en Segovia. Todos los parámetros variarán y las plantas no tienen el recurso de cambiar de sitio si no les va bien con el clima. En Madrid, los factores limitantes de cultivo están muy marcados. Lo primero, hay frío seco en el invierno, que puede además hacer descender la temperatura varios grados bajo cero. Pero es en el verano cuando llega la que quizás sea la circunstancia ambiental más estricta: la bajísima humedad ambiental, unida a temperaturas altas.
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Esto hace que muchas plantas sean incapaces de sobrepasar los meses de julio y de agosto, máxime a medida que van acumulando horas y más horas de estrés por el calor. Entonces, sus hojas quedan inservibles y sus cuerpos acaban exhaustos. Como cualquier ser vivo al que se lo lleve al límite de sus posibilidades, se convierten en presa fácil de los oportunistas. En el caso de las plantas, las enfermedades y las plagas serán entonces el remate que den la puntilla a la mala elección de la especie. Así que debemos tener en cuenta tanto la temperatura mínima que esa planta es capaz de resistir, como si puede sobrevivir a los rigurosos veranos madrileños, con temperaturas diarias de más de 30 grados centígrados, ligados a la falta de humedad ambiental de Castilla.
Ahora se debe pensar en qué condiciones de cultivo le vamos a dar: ¿crecerá en una maceta más o menos grande, o podrá extender sus raíces por la tierra del jardín? ¿Tendrá humedad en el sustrato, o va a tener que afrontar momentos de sequía, una vez que se haya establecido en su nuevo lugar de crecimiento? ¿Requerirá de abonados más o menos específicos?
Con todos estos interrogantes resueltos se tendrá una visión más clara de la especie necesaria. Podremos entonces buscar en libros, en internet o en viveros. La reflexión habrá valido la pena y se gozará de una planta feliz en el sitio que se haya elegido.
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