Cuando en 2017 Donald y Melania Trump visitaron París y se reunieron con Emmanuel y Brigitte Macron, el presidente de Estados Unidos llenó titulares por comentarle a su homólogo francés que la primera dama francesa estaba “en muy buena forma física” y que era “preciosa”. La lectura de los comentarios fue universal: el presidente francés es 24 años más joven que su esposa, algo que no solo parece sorprender a Trump, sino que también ha hecho correr ríos de tinta desde que Macron se empezó a postular como un candidato con posibilidades de llegar a la presidencia. Se ha hablado mucho menos de que 24 años es lo que separa también a Donald y Melania Trump, quizá porque aunque la diferencia sigue siendo mucha, el orden es el habitual: él es el mayor.
Pero no hace falta que haya décadas de diferencia para que surja la sorpresa. La madre de Marina Camacho le preguntó un día, en 2015, si estaba enamorada. Ella, que llevaba muy poquito tiempo saliendo con Miguel, le contestó que sí, pero que había dos problemas que aún no podía contarle. Esos problemas que preocupaban a la entrevistada eran que ambos trabajaban en la misma empresa y que él era siete años más joven, pero lo que su madre le preguntó sobresaltada fue si él estaba casado. “Entonces pensé que quizá su juventud no fuese tanto problema”, cuenta.
No es un problema, pero tampoco es lo más común. Según un estudio publicado por Pew Research a principios de este año, en las relaciones heterosexuales, globalmente, los hombres tienen una media de cuatro años más que sus parejas. En ninguno de los 130 países analizados hay más parejas en las que la mujer sea la mayor o en las que lo más habitual sea que ambos tengan la misma edad. España no es ninguna excepción. Según datos de la Encuesta Continua de Hogares del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2019, ella es mayor que él únicamente en un 18,1% de las parejas heterosexuales que viven juntas.
Lo que le inquietaba a Camacho de tener una relación seria con alguien siete años menor que ella era, principalmente, estar en momentos distintos de la vida. Por aquel entonces, ella tenía 30 años y él 23. “Yo con su edad viajaba mucho, conocía a mucha gente, iba mucho de fiesta…”, dice. También le preocupaba su posible falta de madurez y pensaba en el futuro, en cuando ella quisiese tener hijos, por si era antes de que él tuviera 30 años y se asustaba. “Yo a su edad me habría asustado”, confiesa Camacho. Cinco años después y en pleno confinamiento por el coronavirus, tuvieron a su primer hijo.
¿Sería la preocupación la misma si la diferencia de edad se diera al revés? Marina Camacho concede algo horrorizada que no le habría preocupado que él fuese siete años mayor.
Relaciones peor vistas
“Yo decía que no quería ser mamá de nadie y él que no quería tener dos madres”, recuerda Cati Rodríguez, de 47 años. Su pareja, con quien lleva más de 14 años, cumple 42 en septiembre. También le pasó a Cristina Cachaldora cuando su relación con Rubén Meiriño, nueve años menor, empezó a ser seria. Ella tenía 36 años y él 27, y pensaba que la vería “como una vieja”. Pero al final todo funcionó. “Soy yo de espíritu más joven que él”, dice riéndose. Rubén dice que a él nunca le importó.
Aun así, Cachaldora sabe que al principio su madre no vio la relación con buenos ojos. No se lo dijo a ella directamente, pero sí hizo comentarios tipo “que adónde iba con uno más joven, que acabaría dejándome, que a lo mejor era solo un entretenimiento para él”, recuerda la entrevistada. Y al principio de la relación, los amigos de él también metieron algo de cizaña y provocaron alguna crisis de pareja. Él cree que sería un poco por la edad y sobre todo porque alguno de sus amigos era amigo de su expareja, “así que les resultaba extraño verme con otra persona”. Luego, al ver que iban en serio, ya todo cambió.
Por su parte, Cati Rodríguez recuerda una época en la que todas las miradas se posaron en ella. “Como él era más pequeño, se decía que a mí se me iba a pasar el arroz”, cuenta, aunque cree también que es algo que se les dice a todas las mujeres a partir de los 30 o 35, independientemente de la edad de sus parejas.
Ninguna de las personas entrevistadas se encontró finalmente con grandes problemas, más allá de alguna broma (Marina Camacho cuenta que uno de sus amigos aún se refiere a Miguel como “el becario”), pero todas perciben que las relaciones en las que la mujer es la mayor están peor vistas socialmente. Y esa sensación es la que hace que en algunas ocasiones ellas tengan ciertas reticencias a la hora de iniciar la relación con un hombre más joven.
“La forma en que se habla y se cuestiona estas relaciones y las poquísimas que existen entre personajes públicos nos deja muy clara la connotación negativa que tienen todavía y lo mal vistas que están”, explica la psicóloga y sexóloga Carmela Cobo a Verne por correo electrónico.
Como ejemplo, la escritora y periodista Dolores Conquero, que en su libro Amores contra el tiempo recoge biografías de mujeres históricas que mantuvieron alguna relación con hombres más jóvenes, recuerda hablando con Verne por teléfono una noticia de 2015. La actriz Julianne Moore acababa de ganar un Oscar por su interpretación en Siempre Alice y en un periódico de difusión nacional titularon “Un Oscar para la cougar Julianne Moore”. Cougar es un término despectivo con el que se refieren en inglés a las mujeres que están con hombres más jóvenes [podría traducirse como “asaltacunas”, aunque esta palabra en español se aplica a ambos géneros]. El marido de Moore es nueve años más joven.
“Al principio yo creo que sí que chocaba un poco”, recuerda Rebeca B. Ella lleva 18 años con su pareja. Cuando empezaron él tenía 22 y ella 26 años, y cree que en aquellos primeros tiempos había “como una sensación un poco extraña de que yo lo iba a triturar y le iba a hacer muchísimo daño”, cuenta a Verne por teléfono. “¡Y son solo cuatro años!”, exclama. Hace casi 20 años de eso y las cosas han cambiado, pero no mucho: en 2001, según la respuesta del INE a una petición de información de Verne, el porcentaje de parejas heterosexuales en las que la mujer era la mayor era del 14,9%, solo 3 puntos menos que ahora.
¿Por qué es así?
Lo extendido que está por todo el mundo que en las parejas heterosexuales él sea el mayor, aunque se trate de una diferencia muy pequeña, hace que sea tentador pensar que pueda haber una razón biológica. Sin embargo, según la sexóloga y socióloga experta en género y derechos humanos Delfina Mieville, esto solo tendría sentido si el único fin de la pareja fuese la reproducción, algo que no es así. “Es importante recordar que somos seres biológicos, culturales, sociales y psicológicos, es decir, no somos ni solo biología ni solo cultura”, asegura.
El peso de lo social y cultural parece tener mucho que ver con la situación. La psicóloga y sexóloga Carmela Cobo apunta que al ser parejas que “culturalmente no están bien vistas” no se dan habitualmente, lo que hace que no tengamos modelos ni referentes y que el proceso “se perpetúe”. Según la experta, la situación de sexismo en la que todavía vivimos hace que la mujer “siga siendo educada para ser guapa y para gustar”. Además, se les enseña que a partir de cierta edad “deja de ser deseable y de desear, cosa que es absolutamente incierta y que no tiene ninguna base científica”, señala.
Martina González Veiga, psicosexóloga, terapeuta de parejas y fundadora del Centro de Sexología Con mucho gusto!, coincide. “Pienso que tiene que ver con la mala educación sexual que arrastramos, que nos lleva a asociar pareja a relaciones eróticas y relaciones eróticas a mujeres jóvenes”, explica por correo electrónico. Los hombres, en cambio, “parece que pueden ser deseantes a edades más avanzadas y deseables sexualmente más allá del físico”, asegura.
La experta añade también que la imagen del hombre mayor con la mujer joven está “más erotizada en el cine y en las series”, donde vemos historias con finales felices. En el otro caso, por el contrario, “se suele ver a las mujeres mayores como arpías y los finales no suelen ser de vivieron felices y comieron perdices”. Existe además el concepto de las trophy wife o esposas trofeo: esposas normalmente jóvenes y atractivas de forma canónica que funcionan como símbolo de estatus para el hombre, que suele ser mayor y tener más poder socioeconómico.
Para Delfina Mieville, todos estos mensajes “se tatúan en la piel del sujeto”, de forma que los hombres pueden sentirse “valiosos” al seducir y conquistar y “de alguna manera lucir a una mujer más joven”, algo que a la inversa pocas mujeres se plantean.
Una de las consecuencias de esto son esas reticencias iniciales que algunas mujeres tienen al principio de sus relaciones con hombres más jóvenes, algo que pesa mucho menos en sus parejas. La escritora Dolores Conquero, que tiene claro que el problema es que las mujeres continúan sometidas a la tiranía de la juventud, mantiene que muchas veces los prejuicios son de una misma. “Estamos sometidas a esa presión, a si estamos gordas, si tenemos culo, a si tenemos el pecho caído o no”, explica por teléfono. Además, si cada arruga “se nos mira con lupa”, salir con un hombre más joven puede ponerlo más en evidencia.
La socióloga y sexóloga Delfina Mieville coincide en que existe todavía un “sesgo de género interno”, aunque explica también que en casos como segundas nupcias puede haber más mujeres mayores que busquen parejas de otra edad. “Uno de los argumentos que suelen decir algunas mujeres que son mayores que sus parejas, sobre todo si hablamos de mujeres de 50 o 60, es que los hombres de su edad no les siguen el ritmo”, asegura.
En realidad, si se hace caso a las parejas entrevistadas, la edad es lo de menos. “Te puede salir bien o mal, qué importa la edad”, dice Cristina Cachaldora. “La edad está en la cabeza”, concluye.
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