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¿Cómo ha cambiado la higiene a lo largo de los siglos?

Agua corriente, agua caliente, jabones perfumados: a la hora de bañarnos, hoy en día tenemos muchas comodidades a nuestra disposición. Sin embargo, nuestra especie no siempre ha disfrutado de estas comodidades aparentemente banales pero fundamentales. De hecho, es la historia de la higiene personal a lo largo de los siglos la que nos enseña esto. Si bien, de hecho, el ser humano siempre ha tenido una cierta predilección por la limpieza, el concepto de suciedad ha ido cambiando con el tiempo.

Higiene personal a lo largo de los siglos

Según la antropóloga Virginia Smith, el homo sapiens tiene una necesidad instintiva de sentirse limpio y fragante. En el pasado, sin embargo, no se reconocía la eficacia de los remedios que se utilizan tradicionalmente en la actualidad, como el agua y el jabón. Los griegos y romanos, por ejemplo, solían limpiarse con una herramienta de madera, que raspaba la suciedad de la piel muchos antes de introducir el uso del agua. Las curiosidades sobre el concepto de higiene personal de hace siglos no terminan ahí. La relación entre los antiguos romanos y la suciedad era muy particular, especialmente en el caso de la orina.

El pis humano, de hecho, era muy buscado. Al contener amoníaco, era la solución perfecta para el procesamiento de cueros en curtidurías y tintorerías. Fue un negocio tan rentable que Vespasiano decidió imponer un impuesto a la orina. A las protestas de los comerciantes, que reclamaban el coste cero de esta negativa corporal, el emperador respondió con la famosa frase: » Pecunia non olet «: el dinero no apesta.

Acueductos romanos

Fue en la antigua roma sin embargo donde el uso del agua como método de higiene comenzó a establecerse. De este modo, fueron los romanos quienes, con acueductos y baños, pusieron en práctica recomendaciones higiénicas que ya habían sugerido expertos griegos como Hipócrates, Heródico y Galeno. Solo en Roma, hace 2.000 años, 11 acueductos transportaban mil millones de litros de agua corriente todos los días y garantizaban a más de un millón de personas beber, lavarse y satisfacer de forma segura sus necesidades fisiológicas.

Uso del agua prohibido

Sin embargo, desde el siglo XV al XVIII, el uso de agua para lavarse fue totalmente prohibido por consejo de los propios médicos . ¿La razón? Este temible líquido conseguía dilatar los poros de la piel, por donde podían entrar terribles enfermedades. ¿La alternativa al agua muy peligrosa? Los lavados «en seco», utilizando una curiosa mezcla de arena, polvo y salvado.

El método antiséptico

El gran avance en la higiene personal se produjo no muchos siglos después. A finales del siglo XIX, Joseph Lister y Louis Pasteur hicieron su aportación fundamental a la medicina, gracias a la cual se desarrolló el método antiséptico y la desinfección del instrumental quirúrgico.

En concreto, Pasteur demostró cómo la fermentación de líquidos estaba relacionada con las bacterias y cómo la ebullición podía bloquearla. Lister sintió que algo similar estaba sucediendo en las heridas: si el calor bloqueaba la fermentación, ¿Qué podía evitar la pudrición? Lister usó fenol (desodorante para las alcantarillas). Fue un éxito, que se publicó en The Lancet el 16 de marzo de 1867. Este método, llamado antiséptico, y la desinfección de instrumentos quirúrgicos demostraron el valor de la higiene sobre una base «científica». En Dresde, en 1911, la primera exposición sobre higiene atrajo a 5 millones de personas.


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