La crisis sanitaria de la covid-19 que ha azotado el mundo ha cambiado de forma profunda nuestros patrones de comportamiento. Lo peor del confinamiento ya ha quedado atrás y, poco a poco, avanzamos hacia una nueva normalidad en todos los ámbitos de nuestra vida, incluido el laboral. Tras el parón radical de la actividad económica, la vuelta a la rutina ha empezado a tomar forma. Se trata, eso sí, de una vuelta repleta de restricciones y dudas, y de nuevas normas de seguridad que jamás habríamos ni imaginado. Todo con un mismo objetivo: recuperar lo antes posible el pulso de una economía que ha quedado muy maltrecha tras la pandemia, reactivar el consumo interno y superar el bache que ha supuesto esta crisis global inesperada.
En este contexto, resulta esencial planificar una vuelta al trabajo segura, tanto para la salud de los propios trabajadores como para evitar la propagación del virus. Estamos ante una situación completamente nueva que requiere de normas a las que no estábamos acostumbrados, pero que estarán con nosotros una buena temporada. Una de ellas afecta a la propia organización del calendario laboral, con el establecimiento de horarios y turnos para evitar aglomeraciones a las mismas horas y reducir así la presencia de trabajadores al mismo tiempo en las empresas.
Esta adopción de medidas de control y prevención exigen un esfuerzo importante. Sobre todo porque es básico identificar y acotar los posibles casos de covid-19 para evitar la propagación de la enfermedad, y ahuyentar así el riesgo de una segunda oleada. De ahí que las normas respecto a cómo debe llevarse a cabo el retorno al trabajo presencial sean claras: se deben intensificar las ventilaciones de los locales, mantener dos metros de distancia de seguridad entre empleados, evitar la presencia en espacios comunes, limitar el uso de comedores, vestuarios y ascensores, eliminar reuniones y viajes que no son esenciales, aumentar la limpieza y desinfección de los espacios y superficies de trabajo, incrementar las medidas de higiene y garantizar los equipos de protección individual como mascarillas y guantes… Un reto mayúsculo para recuperar una normalidad laboral que no puede estar más tiempo inactiva.
La eficacia del teletrabajo
La emergencia de salud pública también ha obligado a grandes empresas, pymes y autónomos, a cambiar de forma radical casi de un día para otro sus patrones laborales. El trabajo presencial en la oficina y el despacho ha dado paso al teletrabajo, un modelo cuya penetración en España aún estaba muy lejos de otros países occidentales. En pocos meses, se ha mostrado como una alternativa eficaz y productiva para el futuro que viene.
Un estudio publicado por EAE Business School relativo al impacto del coronavirus indica que, en abril, el teletrabajo creció en las empresas españolas un 88% frente al 4% anterior a la pandemia. Antes de esta crisis, Países Bajos (14%), Finlandia (13,3%) y Luxemburgo (11%) eran los países europeos con mayor número de teletrabajadores, el triple que en España, que apenas alcanzaba ese exiguo 4%, según datos de Eurostat.
Pero todo se ha precipitado en cuestión de semanas. La covid-19 ha acelerado el proceso de digitalización en tiempo récord y casi a marchas forzadas, y millones de personas se han visto obligadas a utilizar desde sus hogares herramientas y soluciones tecnológicas para poder llevar a cabo sus obligaciones profesionales. Los expertos coinciden en que nos hallamos ante una oportunidad única, para las empresas y los empleados, de consolidar el teletrabajo como una fórmula consistente y positiva para ambas partes.
Sus ventajas son incuestionables. En líneas generales, el teletrabajo mejora la calidad de vida de los empleados, facilita la conciliación e incrementa su motivación; crece su productividad hasta en un 20%; supone un ahorro importante para la empresa, que a su vez aumenta los beneficios; reduce de manera drástica el absentismo laboral; favorece una atención personalizada de los clientes; trae consigo mejoras medioambientales, ya que se evitan desplazamientos en transporte desde el domicilio hasta la oficina física; facilita la adopción de nuevas herramientas tecnológicas en la empresa; ayuda a retener el talento…
Un antes y un después
“Es cierto que hemos llegado al teletrabajo de un modo accidental, pero la situación que hemos atravesado va a implicar un antes y un después, porque se ha descubierto que esto funciona y que se va a quedar”, sostiene la directora de la Fundación SERES, Ana Sainz. En su opinión, el reto ahora pasa por avanzar hacia “empresas más humanas que sepan dar respuestas a los empleados”, es decir, por “humanizar el teletrabajo”.
Aun así, queda mucho por camino por recorrer. De hecho, el momento actual es clave para planificar bien lo que se hará en los próximos meses. “Debemos crear planes de gestión de incidencias y de teletrabajo, no necesariamente vinculado a una crisis como la que henos pasado, sino como elemento generador de ventajas para empresa y para el empleado”, razona el presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE), José Luis Casero. Para ello, debe dotarse a los trabajadores de la tecnología adecuada para cumplir su labor profesional con garantías y en igualdad de condiciones, ya que en caso contrario se trataría de un simple parche para salir del paso.
El propio Gobierno admite que el impacto real del teletrabajo se ha visto incrementado de manera exponencial a raíz de la pandemia de la Covid-19, lo que ha puesto de manifiesto sus ventajas y debilidades. Por ese motivo, el Ejecutivo quiere elaborar una norma en los próximos meses para abordar su regulación “desde un marco jurídico de seguridad, certeza y transparencia”. El objetivo es equilibrar estas nuevas formas de prestación de trabajo, con un marco de derechos que recoja principios como el carácter voluntario y reversible, la promoción y la formación o el ejercicio de derechos colectivos.
“Va a haber un cambio estructural en nuestra forma de organizarnos, de comercializar productos, de trabajar, y todo tiene un denominador común, que es un uso intensivo de las capacidades digitales. Pero hay que asegurar que lleguen a todo el mundo”, una reflexión que compartió la presidenta de Banco Santander, Ana Botín, durante un encuentro virtual con miles de empleados del banco”. Durante el periodo de confinamiento, alrededor de 120.000 empleados de la entidad financiera en todo el mundo han trabajado a distancia desde sus domicilios -habiéndose realizado más de 780.000 videollamadas y estando activos más de 3 millones de chats al día-, y este nuevo modelo de trabajo no solo no ha funcionado, sino que ha convencido. Tanto es así, que el 48% de sus empleados está a favor de compaginar el trabajo presencial con el remoto en este periodo de nueva normalidad. De hecho, Banco Santander quiere aprovechar las lecciones aprendidas durante la pandemia para crear un modelo de organización laboral que aúne las ventajas del trabajo en remoto con las ventajas de trabajar juntos en la oficina.
Confianza mutua
Lo cierto es que ante los tiempos que llegan, las empresas deben adaptarse al teletrabajo con estrategias flexibles como la implantación de soluciones cloud, el despliegue de tecnologías de comunicaciones por Internet o la apuesta por las herramientas de colaboración remota. En este contexto, la confianza mutua entre trabajadores y empresas es fundamental. También la necesidad de educar y formar a los empleados en políticas de seguridad, para explicarles con garantías qué uso deben dar a los dispositivos y herramientas digitales, y reducir así los riesgos al máximo.
Otro aspecto que comparten los expertos es que la recuperación de la normalidad implicará cierto repunte del presencialismo anterior a la pandemia aunque, a medio plazo, la inversión en nuevas tecnologías redundará en una mayor implantación del teletrabajo. Las barreras iniciales que frenaban este modelo se han esfumado, parece que esta vez sí de manera definitiva.
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