Por Gitanjali Wolfermann y Lisseth Boon*
Atrás quedaron los días de anaqueles vacíos. La desoladora estampa de las largas colas y de los estantes desnudos, o de aquellos que exhibían un solo producto en serie para disimular la sequía, es ahora un amargo recuerdo de los años de escasez aguda en Venezuela. En la actualidad, resulta posible comprar una que otra marca nacional de productos como pasta alimenticia y un despliegue de importadas entre las que sobresalen las procedentes de Turquía. Desde 2017, año en que arreciaron las sanciones de Estados Unidos, alimentos como pasta y harina de trigo turca, tradicionalmente importada desde EE.UU., comenzaron a llenar las repisas y pasaron a formar parte de la dieta de los venezolanos.
A primera vista, los paquetes de espagueti y rigatoni con “nombres raros” podrían pasar como pastas venezolanas o entre las italianas consolidadas por el mercadeo global. Pero las frases impresas en el reverso de los productos no dan lugar a confusiones: türkiye’de üretilmiştir (hecho en Turquía). “No son tan buenas como las criollas, quedan medio pegostosas, pero me las llevo porque cuestan más barato”, comenta una compradora sesentañera cerca de un estante lleno de jabones de baño en barra, crema corporal y champús con sello turco, también.
La peculiar alianza con Turquía no es la única, como demuestra este trabajo periodístico de Alianza Rebelde Investiga (ARI) y CONNECTAS. A medida que se deterioraron las relaciones de Venezuela con Estados Unidos y creció el desprestigio internacional de Maduro por sus prácticas antidemocráticas, su gobierno comenzó a abrirse a otros escenarios en busca de socios comerciales e ideológicos. En muchos casos, Maduro se apoyó en relaciones propiciadas por el expresidente Hugo Chávez, pero también echó mano de aquellas forjadas mientras él fungió como canciller de la República entre 2006 y 2012.
Sin importar la distancia geográfica, en el último lustro Venezuela ha reforzado alianzas con naciones que tienen en común su aversión contra EE.UU., gobiernos autoritarios con mandatarios con larga permanencia en el poder y altos índices de corrupción. La revisión de documentos oficiales disponibles, como gacetas y notas de prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores, permite estimar que durante la era chavista, Venezuela ha firmado con estas naciones al menos unos 1.237 convenios, tratados y acuerdos de cooperación por un monto que ronda los $173 mil millones, aunque la opacidad que rodea estos negocios impide conocer la verdadera magnitud de los montos transados.
Omar Zambrano, economista y fundador de la consultora Anova, publicó una investigación que demostró que a raíz de las sanciones, y como consecuencia de la parcial liberalización de la economía que ha operado desde entonces, además de la dolarización y el fin de los controles, el efecto ha sido contrario al esperado: hay mayor disponibilidad de bienes y servicios, justamente debido a las alianzas que ha tejido Maduro.
“Cuando se ve lo que pasó con las importaciones de alimentos y medicinas hacia Venezuela, al contrario de lo que se pudiera pensar, ahora están más disponibles que antes de las sanciones. Es un resultado contraintuitivo, pero es consecuencia de la alianza económica con aliados como Turquía, Irán, China, India y Rusia”, aseguró Zambrano. (Vea aquí cómo cambiaron las exportaciones desde Venezuela a estos países)
Señaló que la alianza económica con estos países ha sido clave para Maduro por tres factores: la capacidad para comerciar bienes y servicios de primera necesidad, la experiencia en sortear sanciones y el uso de un sistema financiero de corresponsalías que no depende de los circuitos tradicionales de Nueva York y Londres, y que permite mover fondos a través de Rusia, Irán y los Emiratos Árabes.
Douglas Farah, investigador de IBI Consultants y especialista en Latinoamerica, crimen transnacional y terrorismo, afirmó que Venezuela y sus aliados se guían por intereses políticos-criminales. “Salvo China y Rusia, que tienen interés en el petróleo y venta de equipo militar, no hay comercio legítimo entre las naciones mencionadas. Estas relaciones se fundamentan en la política basada en el odio hacia los EE.UU., y en las oportunidades que representan para países que amparan el crimen transnacional como instrumento de Estado para evadir sanciones y lavar dinero, además de utilizar las instituciones multilaterales como la ONU y el Celac para autoprotegerse”.
Observó que esos gobiernos han formado un coro de voces necesario para consolidar el autoritarismo. “Aunque China sea mucho más imperialista que los EE.UU., en Rusia sólo puede gobernar Putin, Corea del Norte sea el régimen más represivo del mundo y Turquía se convierta en dictadura, la narrativa que mantienen es que los EE.UU. son el enemigo principal de la humanidad”, le dijo a ARI y CONNECTAS.
Vanessa Neumann, quien entre 2019 y 2020 sirvió como representante oficial del presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, en el Reino Unido e Irlanda, señaló que estos aliados no sólo buscan sortear sanciones, sino hacerse del control de los numerosos recursos que tiene Venezuela. “Rusia, Irán, Siria, Turquía y Venezuela comparten la premisa del enriquecimiento de las élites, mientras que el resto del país se empobrece. (…) La única manera de que ellos dejen de apoyar a Maduro es que lo vean como un mal negocio”, afirmó.
Es rentable ser un aliado ideológico
La soterrada pero progresiva presencia de los productos turcos en Venezuela son muestra del crecimiento de las importaciones desde ese país en los últimos años. Las compras a Turquía aumentaron a partir de 2017, cuando se registraron picos de escasez de algunos productos alimenticios hasta de 80% y tras el reforzamiento de las sanciones de EE.UU. contra el gobierno de Maduro. A partir de ese año se registró un cambio notable de ese vínculo comercial fomentado a casi 11 mil kilómetros de distancia: las compras de Venezuela a Turquía pasaron de 19.134.000 dólares en 2016 a 235.991.000 en 2020, es decir, crecieron 12 veces en cuestión de seis años.
El alivio a la escasez también llega desde otros aliados ideológicos. Irán, el lejano socio de Venezuela desde los tiempos de Mahmoud Ahmadinejad y Hugo Chávez, salió al rescate del gobierno de Maduro en 2020 cuando EE.UU. endureció más las sanciones contra ambos países y comenzó a faltar la gasolina. El combustible ha sido transportado desde la república islámica en tanqueros operados por las empresas estatales. De Irán también se han recibido materias primas para producir combustibles para motor.
Ni siquiera la pandemia de covid-19 interrumpió las alianzas con los países aliados, pues las 3.230.000 vacunas anti-covid que han llegado a Venezuela provienen justamente de Rusia con su vacuna Sputnik V, y de China con las vacunas de Sinopharm y VeroCell.
Para Diego Moya Ocampo, analista de riesgo político, las alianzas del chavismo siempre han tenido una connotación ideológica. “Venezuela ha buscado que sus relaciones comerciales se den con países con los que Maduro tenga una buena relación, que no se fijen mucho en las credenciales democráticas y de derechos humanos, y que se presten para evadir las sanciones”, dijo. Pero eso no quiere decir que no se busque una relación rentable. “Hay un significativo número de empresarios turcos y venezolanos que intentan que la actividad comercial se fortalezca, aprovechando que el gobierno de Erdoğan cuenta con la confianza de la administración de Maduro, y que también se ha acercado al sector opositor”, añadió.
Ese pragmatismo se repite con Irán. Moya Ocampo destacó que los proyectos de la era de Chávez y Ahmadinejad eran principalmente de corte agrícola e industrial porque Venezuela ayudaba a Irán a sortear sus sanciones. Ahora, con Maduro y Rouhani los papeles se invierten por el aislamiento de Venezuela. “La relación entre ambos es extremadamente utilitaria: Irán exige el pago de sus importaciones por adelantado, y Venezuela paga con oro. No hay líneas de crédito”.
Otro socio importante de Maduro es la India, país que se ubicó entre los primeros cinco destinos de exportación de Venezuela desde 2014, consecuencia de los numerosos acuerdos de desarrollo del sector energético en vigor desde 2005. Hoy en día, es el primer destino de exportación del crudo venezolano, seguido por China, Estados Unidos y España.
Neumann explicó que aunque a esos aliados les interesa que el chavismo siga en el poder porque para ellos es una ventaja tratar con un país autoritario sin barreras institucionales, la rentabilidad de esos negocios puede llegar a importar más que el líder de turno. Dijo que los rusos, por ejemplo, están interesados en el oro, el gas natural y hasta en desarrollar el turismo hacia Venezuela.
Una muestra de que los intereses están por encima de la ideología la describe Cynthia J. Arnson, del Wilson Center: “Ninguno de los aliados internacionales más importantes de Venezuela dio un paso al frente para subsidiar al régimen, ya sea durante un período de fuerte declive económico o en respuesta a las sanciones de Estados Unidos”.
En el informe “Aliados autoritarios de Venezuela: ¿los lazos que unen?”, la experta refiere que Rusia no tiene los medios necesarios para hacerlo y que China ha tratado de reducir su exposición crediticia en Venezuela ante la profunda disfunción de la economía. Mientras tanto, India, que es un aliado de Estados Unidos, siguió siendo una fuente importante de efectivo para el chavismo hasta que las empresas privadas, preocupadas por las sanciones estadounidenses, cesaron los canjes limitados de petróleo por diésel en los últimos días de la administración Trump.
Arnson cree que Turquía e Irán siguen jugando un papel importante en la situación porque comparten una fuerte postura anti-estadounidense y también porque se han beneficiado de su comercio con Venezuela, al recibir pagos en oro por productos enviados a la nación suramericana y al ayudar a comercializar su petróleo.
Aliados de las dictaduras
El apoyo a los países aliados —en el terreno ideológico y en el ámbito comercial—, es una realidad que Chávez entendió y supo promover. Un documento del Ministerio de Relaciones Exteriores del gobierno de la India que hace un recuento de sus relaciones bilaterales con Venezuela, destaca cómo a partir de 2005 cuando sus nexos comerciales comenzaron a fortalecerse, el apoyo también se manifestó en organismos internacionales.
Venezuela votó a favor de las candidaturas de la India al Consejo de la Organización Marítima Internacional, al Consejo de Derechos Humanos para el período 2022-2024, y al Consejo de Seguridad para el lapso 2021-2022.
María Alejandra Aristeguieta, internacionalista y especialista en multilaterales, recuerda que tradicionalmente Venezuela ha formado alianzas comerciales con países lejanos y diferentes, pero con coincidencias estratégicas, como ocurrió con la OPEP, de la que el país suramericano es fundador junto a naciones que eran reconocidas violadoras de derechos humanos. Señaló que la diferencia con respecto a lo que ocurre ahora es que antes regía una institucionalidad.
“Pasamos al lado oscuro y esos son los valores que promueve Maduro cuando se reúne con Irán, Turquía, Siria, Rusia, Corea del Norte y todos esos países. Nuestros aliados son otras dictaduras”, afirmó la internacionalista.
Pragmatismo sin límites éticos
Regímenes como el de Venezuela abundan. Más de la mitad de los gobiernos del mundo son autocracias, reveló la última edición del Índice de Democracia de The Economist.
La encuesta anual que califica el estado de la democracia en 167 países con base en cinco indicadores: proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política democrática y libertades civiles, encontró que en 2020 solo 8,4% de la población mundial vive en una democracia plena, mientras que más de un tercio vive bajo un régimen autoritario.
Aristiguieta cree que el pragmatismo que hay ahora en los negocios no tiene frenos ni límites de ningún tipo. “Lo que existe es el asalto y la perpetuación en el poder”, afirmó.
Las alianzas del régimen de Maduro con sus particulares socios tienen un propósito esencial: sobrevivir. “Pretenden crear un cordón de apoyo en el Consejo de Seguridad de la ONU, especialmente por parte de Rusia y China como protectores ideológicos. También buscan aliarse con otros países bajo sanciones como Irán, Rusia, Turquía, Siria y Corea del Norte para explotar las grietas en el sistema internacional y así evadir sanciones comerciales”, observó Farah, quien afirmó que el objetivo real es aferrarse al poder. “Al no compartir los valores de los EE.UU. y la Unión Europea, arman su propio bloque que defiende a las dictaduras en nombre del pueblo, bajo la figura del populismo radical”.
Si quiere saber más sobre las consecuencias de esta alianza, puede acceder al especial completo en este enlace.
* Investigación realizada por Gitanjali Wolfermann y Lisseth Boon para Alianza Rebelde Investiga (ARI), conformada por El Pitazo, RunRun.es y TalCual, y la plataforma latinoamericana de periodismo CONNECTAS.
Source link