El icono del asalto al Capitolio ya conoce su condena. La imagen de Jacob Chansley, a pecho descubierto, tocado con cuernos de bisonte como un trampero del Oeste y armado con un megáfono y una bandera estadounidense, cuyos colores adornaban su rostro, dio el seis de enero la vuelta al mundo. Hoy ha sido sentenciado por un juez federal de Washington a 41 meses de prisión por aquellos hechos.
Este actor de 34 años con un pasado en la Armada fue inmediatamente apodado como “el chamán de QAnon”, y se convirtió en un símbolo del ataque y de la penetración de las más salvajes teorías de la conspiración entre los sectores extremistas de los seguidores de Trump. El aún presidente citó aquel día a miles de ellos en un mitin en Washington, frente al Capitolio. La arenga sobre el supuesto robo electoral, una alegación sobre la que no existían ni existen pruebas, desembocó en el asalto, que ofreció la imagen de un país al límite cuya democracia se veía, en una retransmisión en directo a todo el mundo, embarazosamente en apuros.
El fiscal había solicitado una pena mayor, de 51 meses. En la condena atenuada tuvo que ver que Chansley se declarara culpable en septiembre de obstruir un procedimiento oficial: la certificación en el Senado del triunfo de Joe Biden. Él fue uno de los primeros en irrumpir en la cámara. Y una vez dentro del edificio se colocó a la cabeza de la turba, regalando posturas fotogénicas a diestro y siniestro. Llegó a subir al estrado, donde pocos momentos antes había estado el vicepresidente Mike Pence dirigiendo la sesión. El chamán de QAnon hasta dejó una nota, según el sumario, que decía: “Es solo cuestión de tiempo, la justicia caerá sobre ti”. Pence se convirtió en esos días en la bestia negra del trumpismo, por negarse a ceder a las presiones del magnate para detener la designación de Biden como 46º presidente de Estados Unidos.
Chansley no ha defraudado en estos 10 meses la promesa de su extravagante irrupción en el circo de la fama. Primero, su abogado pidió a Trump que indultara a su cliente, pocos días después de que este fuera detenido. Y después, aquel se ofreció a testificar contra el expresidente en su segundo e infructuoso impeachment.
En febrero, el chamán de QAnon regresó a los titulares tras lograr que un juez obligara a la cárcel de Virginia en la que ha cumplido la mayor parte de su pena hasta ahora a servirle una dieta de comida orgánica. Un mes después concedió una entrevista a 60 minutes, toda una institución informativa de la CBS en horario de máxima audiencia en la que alegó motivos religiosas para justificar sus acciones aquel día. Mientras estuvo detenido, los funcionarios médicos de la prisión le diagnosticaron esquizofrenia transitoria, trastorno bipolar, depresión y ansiedad.
Sus comparecencias ante el juez tampoco han defraudado: lo mismo citaba a Jesucristo que al juez del Supremo Clarence Thomas o el drama carcelario Cadena perpetua, protagonizado por Tim Robbins y Morgan Freeman. “Lo peor de todo es ser consciente de mi culpa. Mirarme cada día en el espejo y pensar: ‘realmente lo echaste todo a perder”, declaró durante el proceso. “Estuve en confinamiento solitario por mi culpa. Por mi decisión. Violé la ley…, debería hacer lo que haría Gandhi y asumir la responsabilidad. Eso es lo que hacen los hombres honorables”.
Hasta el momento, las investigaciones sobre el ataque al Capitolio han derivado en unos 30 procesos judiciales. El primero en resolverse llegó la semana pasada, cuando el dueño de un gimnasio de Nueva Jersey fue condenado a la misma pena que Chansley (41 meses) por pegarle un puñetazo a un agente, una agresión que, como el resto de las seis horas que duraron los hechos, fue inmortalizada por centenares de cámaras de aficionados y profesionales.
Cuatro personas murieron en el asalto. Un miembro de la policía del Capitolio que había sido atacado por manifestantes falleció el 7 de enero y otros cuatro agentes del distrito de Columbia que participaron en la defensa se suicidaron más tarde.
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