La justicia francesa condenó este miércoles a 11 personas a penas de entre cuatro y seis meses de prisión por haber participado en el ciberacoso contra una adolescente que había criticado el islam con términos vulgares. Los condenados, de entre 18 y 29 años, no deberán ingresar en prisión y quedan en libertad condicional, pero la sentencia envía una advertencia a quienes lanzan campañas de hostigamiento y odio en internet.
10 de los condenados lo fueron por acoso en internet; otro, por amenazas de muerte. Uno de los 13 acusados fue absuelto por falta de pruebas y otro escapó a la condena por un defecto de forma en el procedimiento.
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“Hemos ganado y volveremos a ganar”, celebró, a la salida del Tribunal de París, Mila, la víctima del acoso y las amenazas. “Doy las gracias (…) a las feministas que me han apoyado, y siento pena por las otras, a quienes no considero feministas”.
Mila reside hoy en un lugar desconocido y se encuentra bajo protección policial, lo que la convierte, según dijo su abogado, Richard Malka, hace unos meses, en “una Salman Rushdie de 17 años [ya ha cumplido los 18]”, en alusión al escritor sobre el que el ayatolá Jomeini lanzó una condena de muerte en 1989 al considerar blasfema su novela Los versos satánicos. Malka fue también el abogado del semanario satírico Charlie Hebdo en el juicio del pasado otoño por el atentado de enero de 2015, en el que dos yihadistas entraron en la redacción y mataron a 10 periodistas, dibujantes y empleados.
Para unos, Mila es un símbolo de la libertad de expresión en Francia —libertad que incluye el derecho a burlarse de una religión y a blasfemar— y una víctima de una campaña de intimidación sexista y fundamentalista. Ella no ha rehuido los focos: expone sin miedo sus ideas y acaba de publicar su primer libro, Je suis le prix de votre liberté (Soy el precio de vuestra libertad).
Para otros, no es más que “una adolescente irrespetuosa”, como dijo la excandidata socialista a la presidencia de Francia Ségolène Royal, o una joven “instrumentalizada” por adultos con fines políticos, según Juan Branco, abogado de uno de los acusados.
Todo empezó en enero de 2020 cuando, durante un vídeo en directo en la red social Instagram, ella comentaba con otra chica sus preferencias en cuanto a mujeres y dijo que las árabes no eran su tipo. Un usuario que seguía la retransmisión empezó a insultar a Mila y su amiga y a tratarlas, “en nombre de Alá”, de “sucias racistas” y “sucias lesbianas”, a lo que ella respondió: “Odio la religión, el Corán es una religión de odio, el islam es una mierda”. Y: “A vuestro dios le meto el dedo en el culo”. Se desató entonces una avalancha de amenazas de muerte, un total de 100.000, según Malka. Desde entonces, Mila ha tenido que cambiar dos veces de escuela y la policía la protege día y noche.
Caso del profesor Paty
En noviembre, Mila volvió a publicar un mensaje con una referencia a Alá, y se desató otra tormenta. Era inconcebible tomarse a la ligera estas amenazas tras la decapitación en octubre, a manos de un islamista, de Samuel Paty, el profesor de instituto que en sus clases había mostrado algunas caricaturas de Mahoma publicadas en el semanario Charlie Hebdo. Una ley adoptada en 2018 reforzó la protección contra el llamado “acoso en manada” en las redes sociales.
Los acusados no pertenecían a ninguna organización terrorista, la mayoría carecía de antecedentes, entre ellos había 11 ateos y católicos y dos musulmanes. Durante el juicio, el 21 y el 22 de junio, alegaron que habían enviado sus mensajes sin pensar, que lo hicieron sin ser conscientes de que Mila estaba siendo víctima de una campaña masiva de acoso. “Que reviente”, “mereces que te degüellen, sucia puta”, “por favor, que alguien le triture el cráneo”, decían algunos de estos mensajes.
“La red social es la calle”, dijo el juez Michaël Humbert a los condenados al emitir el veredicto. “Cuando ustedes se cruzan con alguien por la calle, se abstienen de insultarlo, de amenazarlo, de reírse de él. Lo que no harían en la calle, no lo hagan en las redes sociales”.
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