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Confinados en el ‘hotel covid’ de Mallorca: música, alcohol y policía de madrugada

Varios jóvenes que permanecen en aislamiento en el hotel Palma Bellver de Palma, este martes.
Varios jóvenes que permanecen en aislamiento en el hotel Palma Bellver de Palma, este martes.FRANCISCO UBILLA

A pocos metros del hotel Palma Bellver, un grupo de extranjeros está viendo el partido que enfrenta a Inglaterra y Alemania en los octavos de final de la Eurocopa en la terraza de un conocido pub irlandés. Llevan pintada la bandera de Alemania en la cara y toman cervezas aprovechando la buena temperatura de la tarde del martes. Preguntados por el asunto, desconocen lo que está ocurriendo en el enorme edificio blanco de 13 plantas situado a unos pocos metros, en pleno paseo Marítimo de Palma, y que alberga a los 249 jóvenes que desde el fin de semana permanecen confinados por ser contactos estrechos o positivos de coronavirus en relación con el macrobrote por los viajes de estudios a Mallorca. Un juzgado decidirá este miércoles si ratifica la resolución del Gobierno regional para confinar forzosamente a los chavales en el hotel, medida a la que se ha opuesto la Fiscalía. Sanidad comunicó el lunes que ya ha detectado más de mil casos positivos asociados al macrobrote en toda España y casi 5.000 personas se encuentran en cuarentena

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Nada indica a primera vista que el hotel Palma Bellver sea el establecimiento que el Gobierno de Baleares ha destinado a alojar a los turistas aislados. Las puertas están cerradas. No hay policías en la puerta. Pero a medida que uno avanza por la calle, se oye la música a todo volumen desde uno de los balcones. Tres chicas bailan asomadas a la terraza de la habitación. Otro chaval grita algo ininteligible un poco más abajo. Los pies de una pareja asoman desde otro de los balcones. Los coches que pasan por la avenida tocan la bocina. “¡Iros de la isla!”, grita uno de los conductores que han parado en el semáforo.

“Ahora están tranquilos porque está el fútbol”, explica uno de los agentes de seguridad que tiene que trabajar estos días en el establecimiento. Dice que durante el día están “más o menos” calmados aunque luego, por la noche, “la lían en las habitaciones” y dan más trabajo. Como la madrugada del martes, cuando una dotación de la Policía Local de Palma tuvo que desplazarse para poner orden en el recinto. Durante toda la noche, las denuncias por ruido y molestias de los vecinos y los clientes del hotel colindante fueron reiteradas. Al llegar la policía, el panorama era de música a todo volumen en algunas habitaciones, lanzamiento de objetos a la calle desde las terrazas y gritos a los viandantes.

Antonio, que vive en la planta baja del edificio que colinda con el hotel, afirma que “era más que ruido, era una fiesta”. Asegura que dos vecinas del edificio llamaron a la policía de madrugada por el escándalo que se estaba formando y consiguieron que llegaran los agentes municipales a poner orden. “Nos han dejado el pasillo interior lleno de mierda, tiran los yogures enteros, la comida. Es una vergüenza”, dice Antonio, que ironiza sobre las críticas al confinamiento de menores de edad, “que parece que para estar de fiesta no son menores”.

Balcones del hotel Palma Bellver este martes.ATIENZA / EFE

En este hotel de cuatro estrellas del grupo Meliá, el Gobierno de Baleares se encarga de suministrar a los jóvenes la comida —procedente del hospital de Son Llátzer de Palma— y de cubrir sus necesidades básicas de higiene. El Ejecutivo ha pagado 1.673.000 euros por el alquiler de este hotel de 383 habitaciones hasta el 31 de octubre, para todo tipo de turistas en situación de aislamiento, y el lunes aprobó un gasto urgente de 99.998 euros para vigilancia y seguridad en el hotel. Sin embargo, la comida parece no tener mucho éxito, dada la cantidad de repartidores que llegan cargados de bolsas. Tres en apenas 20 minutos.

El vigilante de seguridad les abre la puerta. Explica que los jóvenes pueden pedir comida y lo que necesiten a través de las aplicaciones móviles y que los repartidores dejan las bolsas en la recepción del hotel, donde se encargan de subir el pedido a las habitaciones. El alcohol está prohibido, aunque la Policía Local está investigando si los propietarios de algunos bares del paseo Marítimo estuvieron suministrando alcohol a los jóvenes mediante cubos atados a sábanas que los chavales izaban desde las terrazas, como denunciaron los vigilantes de seguridad que trabajan en el interior del hotel, en el que también hay alojados 33 turistas extranjeros, algunos con niños, que también pasan cuarentena por haber dado positivo o ser contactos estrechos.

Cae la tarde, y la música y los cánticos no cesan. Los jóvenes siguen gritando en las terrazas y los paseantes se paran a observar desde la acera. A ratos ondean sábanas pidiendo salir del hotel y claman lemas como “queremos salir, somos negativos” y “libertad, libertad”. Los conductores parados en los semáforos no pueden evitar mirar hacia el jaleo. “Sacadme de aquí, cabrones”, chilla uno de los chicos desde la terraza. “Tírate, que te cojo”, le contesta un conductor parado en el semáforo.




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