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Consecuencias del dogmatismo: islamofobia, antisemitismo y crímenes de odio

Consecuencias del dogmatismo: islamofobia, antisemitismo y crímenes de odio

Por Nofret Berenice Hernández Vilchis*

Escuchar la verdad duele y quizá precisamente por esa razón es la primera baja de guerra: the first casualty of war is truth. De hecho, hay un libro sobre el uso propagandístico de los medios de comunicación desde la Guerra de Crimea hasta la invasión de Irak en 2003 que se llama así, The First Casualty. En momentos de crisis y de miedo preferimos voltearle la cara a las verdades que nos hacen responsables de esa crisis.

Condenar los crímenes de guerra del gobierno israelí contra los palestinos no me hace simpatizante de los extremistas islamistas. Intentar comprender cómo actúan las partes de este conflicto asimétrico en Israel-Palestina no significa que justifique sus acciones. Y sí la situación fuera a la inversa y los palestinos fueran una potencia colonialista y militar persiguiendo a los israelíes, lo denunciaría de igual manera.

Nunca más, significa nunca más para nadie; debería ser innecesario explicar que el humanismo no distingue raza ni religión, es una cuestión de coherencia, de respeto a la diversidad a la que todos pertenecemos.

Acusar a los políticos, los extremistas y los medios de comunicación por la masacre que se está llevando en Gaza es lo mínimo que alguien deseoso de paz debe hacer. Esos criminales deberán responder ante una corte y ante el juicio de la Historia.

Sin embargo, parece que hubiera algo particular en este conflicto: despierta nuestros peores miedos y saca lo peor de cada uno de nosotros. Y en mi caso, constato que esos miedos se están materializando. La islamofobia, el antisemitismo y los crímenes de odio ya son una de las consecuencias de las narrativas irresponsables de políticos israelíes con intenciones genocidas que sus aliados del Norte global repiten sin parar en los medios de comunicación hegemónicos.

Los actos terroristas de Hamás y la respuesta desproporcionada de Netanyahu, apoyada ciegamente por los políticos del Norte global, han abierto una caja de Pandora que será muy difícil de sellar. Ayer dos amigos, una judía y un musulmán, mexicanos ambos, me mandaron fotos que muestran el aumento del antisemitismo y la islamofobia.

Es como si de pronto la violencia de Gaza nos alcanzara borrando las fronteras. ¡El hilo islamófobo de X (antes Twitter) y las fotos de las sinagogas grafiteadas con motivos antisemitas son una muestra de que hemos fallado como humanidad!

En Chicago un arrendatario apuñaló 26 veces a un niño palestino por lo que vio en las noticias. En Francia otro profesor, Dominique Bernard, fue asesinado a manos de un islamista radicalizado y violento por expresar sus opiniones. ¡¿Es tan difícil darse cuenta que esta “guerra” ya nos está tocando a las puertas?! Y no, no llegará en forma de tanques, está llegando en forma de crímenes de odio porque preferimos creer en un bando de radicales extremistas, por permitir que nuestros miedos más profundos presten oídos al líder dogmático que nos asegura que la única solución es el exterminio del “otro” inhumano.

La llamada “Tierra Santa” exacerba narrativas religiosas que llevadas al dogma justifican nuestros miedos de ser alienados por ese “otro salvaje” y se nos olvida que en esa misma tierra y durante varios siglos la convivencia entre judíos, cristianos y musulmanes fue mucho más armónica de lo que ha sido en los últimos 100 años con la entrada de los nacionalismos.

¡Hemos fallado como humanidad porque al prestar oídos a los discursos dogmáticos de ambos lados hemos creado un mundo menos seguro para cristianos, musulmanes y judíos por igual! Es enteramente nuestra culpa que permitamos que se instrumentalicen las diferencias y olvidemos que cristianos, judíos y musulmanes, todos ellos seres humanos como cualquiera de nosotros, han sido o están siendo víctimas de genocidio.

Nadie se manifestó por la limpieza étnica y el genocidio que las autoridades etíopes, un país mayoritariamente cristiano, realizó hace unos meses contra la población trigay; nadie se ha manifestado por el genocidio que el gobierno de Myanmar, un país mayoritariamente budista, está realizando desde hace varios años contra los musulmanes Rohingya. ¿Por qué nos interesa tanto entonces lo que pase en Israel-Palestina? Porque al parecer seguimos atrapados en el siglo XIX, en el mejor de los casos, o en la Edad Media, en el peor. Porque parece que nos gusta que nos cuenten historias de cruzadas.

Maquinaria de guerra y lenguaje racista: dos fallas de la humanidad

Hagamos una pausa para puntualizar algunas ideas necesarias: criticar al gobierno de Israel, y en especial a este gobierno fascista de Netanyahu, no es antisemita. Lo que sí es antisemita es amalgamar el judaísmo con el sionismo del actual gobierno de Israel y eso es lo que el gobierno de Netanyahu hace; no todos los judíos del mundo ni dentro de Israel se sienten representados por este gobierno fascista como lo muestran las protestas en Nueva York, Londres, Washington o Berlín en las que miles de judíos se unen a palestinos para exigir un cese al fuego y están siendo detenidos en clara violación a su libertad de expresión.

Exigir que se busque una solución política al conflicto que incluya a los palestinos y garantice sus derechos humanos no te hace simpatizante de Hamás y mucho menos debe convertirse en una excusa para odiar a los judíos y para permitir que el antisemitismo crezca. La islamofobia es un tipo de racismo que discrimina a los musulmanes y aquellos percibidos como musulmanes y eso incluye a los árabes palestinos cristianos. Y precisamente lo que está haciendo la propaganda de guerra a través de los medios de comunicación hegemónicos y el discurso de los políticos del Norte global es amalgamar a los palestinos con el islam radical y extremista de Hamás para justificar su castigo colectivo.

¡Hemos fallado como humanidad porque no hemos sido capaces de exigirles a los líderes que nos están arrastrando al abismo que paren su maquinaria de guerra y su lenguaje racista de un lado y del otro! Son esos líderes los que deben buscar un cese al fuego y sentarse a negociar, pero parece que no hay voluntad política ni en Biden, ni en Netanyahu por buscar una solución negociada, mientras que la Autoridad Palestina se ha vuelto obsoleta al igual que la ONU.

Para que haya una resolución política que incluya una narrativa en la que quepa el sufrimiento de ambos pueblos es necesario apuntar a los responsables que lo impiden. Si Alemania mantiene relaciones diplomáticas con Israel es porque las autoridades alemanas aceptaron su responsabilidad en el Holocausto y hubo gente juzgada. Turquía y Armenia, país cristiano, no han podido establecer relaciones porque el gobierno de Turquía sigue negando su responsabilidad en el genocidio armenio de principios del siglo XX. El ala más radical Hamás con sus actos terroristas y el gobierno de Benjamín Netanyahu con su lenguaje genocida son ambos responsables. Y están haciendo que este mundo sea más peligroso para palestinos e israelíes.

¡Hemos fallado como humanidad porque preferimos deshumanizar al “otro” que no comparte nuestras ideas y creencias! ¡Hemos fallado como humanidad porque se nos olvidó que nunca más significa nunca más para nadie! ¡Hemos fallado como humanidad porque nuestra compasión selectiva y nuestra cobardía nos impide denunciar el racismo en cualquiera de sus formas! Escuchar la verdad duele, pero mientras no encontremos una forma de liberarnos de nuestros sesgos seguiremos viviendo con el corazón encogido.

*Profesora-investigadora postdoctorante de la División de Historia del CIDE


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