Cualquier forma de optimismo está fuera de lugar mientras las ciudades y la población civil de Ucrania siguen bajo el fuego de mortero, artillería y misiles. Pero la quinta ronda de conversaciones aportó el miércoles por primera vez una visión más elaborada sobre los posibles puntos de una negociación. Las declaraciones de los miembros de las dos delegaciones sostienen que la mesa avanza, aunque es difícil valorar su consistencia mientras siguen cayendo las bombas.
Rusia asegura que el posible acuerdo camina en la dirección de un alto el fuego pactado sobre la base de un estatus de neutralidad para Ucrania. El presidente Zelenski había dado ya un paso relevante hace dos días al asumir que su país no ingresará en la OTAN. Las fuentes rusas incluso apuntaban a un modelo parecido al que mantienen hoy Suecia y Austria, miembros de la UE, pero no de la OTAN, aunque los portavoces ucranios se encargaron de recordar que su país vive ahora una guerra de invasión, y el modelo solo puede ser ucranio y únicamente para garantías de seguridad. Y es que, mientras se celebraban las negociaciones, continuaba el castigo a la población civil en la escalada belicista rusa con bombardeos continuados sobre Kiev, sobre un teatro convertido en refugio de civiles en Mariúpol o en la región de la icónica Odesa. Tras haber engañado a todos en las semanas previas a la invasión, Putin carece de cualquier credibilidad. Pero hoy no puede presentarse como el triunfador que soñó hasta el 24 de febrero ni la resistencia ucrania se ha desmoronado, sino todo lo contrario. La comunidad internacional tampoco baja la guardia y mantiene la confianza en las sanciones. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció el martes el cuarto paquete de medidas contra Rusia con el fin de “parar la invasión”.
Las guerras no siguen patrones previsibles, y esta tampoco lo hace. Lo único previsible es la sucesión abrumadora de imágenes atroces en las redes sociales y los medios. La fiabilidad de las declaraciones ha de ser puesta en cuestión, pero detener la masacre debe seguir siendo la primera prioridad y a esa expectativa hay que agarrarse. La extorsión militar que Rusia ha impuesto a Ucrania añade dramatismo a lo que nunca podrá entenderse como un acuerdo libre entre las partes. Es importante que los actores implicados directa o indirectamente en el conflicto estimulen cualquier negociación de la que pueda salir alguna ruta hacia el alto el fuego. Son los ucranios y su propio presidente quienes han articulado intelectual y emocionalmente una resistencia admirable e impensable hace tres semanas. El presidente Zelenski ha seguido haciéndolo en cada una de las intervenciones que día y noche disemina en las redes, por videoconferencia o en encuentros presenciales con otros líderes, como el que vivió el martes en Kiev con los primeros ministros de Polonia, República Checa y Eslovenia, o la videoconferencia que levantó el miércoles de sus asientos a los congresistas en Washington. También ha sido quien ha percibido bases más realistas en el proceso de negociación. Cualquier proceso de paz ha de tenerlo como protagonista capaz de descifrar el equilibrio entre la resistencia de los ucranios y el momento y las condiciones de un acuerdo de alto el fuego.
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