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Contra los trajes, cárdigan gris y camisa de lino: la erótica del funcionario llega a la política


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Con sus cejas pobladas de científico de película expresionista alemana y su indumentaria a medio camino entre el párroco progre de barrio industrial (y concienciado) y el profesor de Ética de un instituto público amenazado por la gentrificación neoliberal, Fernando Simón, director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias, ha venido a demostrar que, cuando la furia de Gaia nos pone las cosas difíciles, no es el héroe de una pieza (Pedro Sánchez) quien centra todas las miradas, sino, por decirlo de algún modo, el secundario carismático.

Mientras la caverna ruge a sus espaldas, Simón seguirá repartiendo su tiempo entre plantarle cara a la covid-19 y tranquilizar a una población doliente, asustada y perpleja

Esa frondosidad cejil, cuyo diseño remite tanto a un arabesco fractal como a la ramificación de un brote vírico, recuerda a la que lucía Christopher Walken en Batman vuelve (1992) de Tim Burton, pero, sobre las facciones de este zaragozano que ya se batió con el ébola, tan peculiar Sturm und Drang capilar no se revela indicio de turbiedades morales, sino todo lo contrario. Ojeroso, mal afeitado, despeinado y con relajado desdén por vacuas pulcritudes, Simón es el entregado héroe en pantuflas capaz de negarle horas al sueño, pasar una convalecencia sin aspavientos y volver a la luz pública para transmitir esa serenidad ante la catástrofe que, ni aunque sea como benéfico efecto placebo, necesita un país que se ha descubierto poseedor de tantos expertos en microbiología y tantos capitanes A Posteriori como cuñados creía tener.

Meterse con Simón parece tan feo como pegar a un padre, pero el tándem Venga Monjas destiló oro puro en un hilo de Twitter consagrado a tan delicada especialidad humorística: “F.S. tiene cara de ver RTVE a la carta / F.S. tiene cara de desbloquear una bomba nuclear acordándose de un movimiento de ajedrez”. Mientras la caverna ruge a sus espaldas, él seguirá repartiendo su tiempo entre plantarle cara a la covid-19 y tranquilizar a una población doliente, asustada y perpleja. Cuando por fin tenemos un presidente modelo Bill Pullman, resulta que quien ha robado nuestra atención es un papel que habría bordado David Strathairn.

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