Costa Rica se encamina a un anunciado cambio radical con la elección del economista antisistema Rodrigo Chaves en la segunda vuelta de las elecciones celebradas este domingo. Con más del 95% de los votos escrutados, el candidato sorpresa de los comicios ha obtenido el 52,81% de los apoyos, frente al 47,2% del expresidente José María Figueres, el máximo representante de la política tradicional contra la que predicaba su rival.
“Recibo con la más profunda humildad esta decisión sagrada del pueblo costarricense”, ha dicho Chaves en sus primeras declaraciones como presidente electo. “Este resultado para mí no es una medalla ni un trofeo, sino una enorme responsabilidad”. Además, pidió a su rival, José María Figueres, trabajar juntos para resolver la crisis económica que aqueja al país y lograr el “milagro costarricense”. Con solo 10 diputados de su partido en un Parlamento de 57 curules, los acuerdos serán necesarios para el nuevo mandatario.
Antes de que Chaves hablara ante sus seguidores en San José, José María Figueres hizo lo propio para conceder la victoria a su rival. “Costa Rica ha votado y el pueblo ha hablado. Felicito a Rodrigo Chaves. Nosotros como los demócratas que somos siempre seremos respetuosos de esa decisión”, ha dicho ante sus partidarios. “Es el momento de cerrar filas como familia costarricense. Es momento de dejar atrás el antagonismo y el odio”, ha añadido.
Chaves será el próximo presidente de Costa Rica a partir del 8 de mayo tras una campaña en la que se presentó como el “cambio” frente a los políticos tradicionales y en la que prometió luchar contra la corrupción. El economista logró emerger como un potente candidato tras la primera vuelta de febrero y pese a tener que enfrentar una polémica por las acusaciones de acoso sexual en el pasado cuando trabajaba en el Banco Mundial. El economista de 60 años, de casi 1,90 de estatura, de verbo rabioso, justificó como “chistes” los actos por los que fue sancionado en el organismo internacional antes de renunciar en 2019 sin tener otro trabajo en la mira. Una vez en Costa Rica, debutó en la política como un sorprendente ministro de Hacienda del actual Gobierno de Carlos Alvarado, un cargo que ocupó durante seis meses.
El país centroamericano vivió la jornada electoral con fricciones y apatía inusuales. Los costarricenses votaron en un clima de desazón política y de cuestionamientos a los dos candidatos que competían en la segunda ronda. La alta incertidumbre y la hostilidad entre ambos bandos se prolongó hasta el cierre de más de 2.100 centros de votación, a las 6 de la tarde, hora local, tras una jornada en la que los seguidores más entusiastas de ambos candidatos intentaron contrarrestar el desánimo de la mayor parte de la población reflejado en los sondeos, como un indicador de una abstención que en la primera vuelta alcanzó el 40%.
“Más que una fiesta electoral, ha sido como una pelea de gallos”, dijo el expresidente Óscar Arias, Nobel de la Paz 1987, a pesar de haber manifestado su apoyo a Figueres, copartidario suyo y adversario interno durante décadas.
Entre los partidarios de Chaves primaban los mensajes contra Figueres por “corrupto” y “representar a los que nos tienen mal”, acusaba el joven Luis Diego López enfundado en una camiseta con el lema “se les acabó la fiesta”, una de las consignas de campaña de Chaves. Desde su Partido Progreso Social Democrático (PPSD), debutante en unas elecciones, el candidato promete sacar del poder a “los grupos poderosos” y llevar ahí al pueblo.
Mensajes parecidos dirigió un grupo a Figueres cuando este fue a votar a las 7 de la mañana en una localidad llamada San Cristóbal Sur, en las afueras de San José, antes de visitar la tumba de su papá José Figueres, que gobernó tres veces Costa Rica en el siglo XX. “Ha sido una campaña muy dura”, dijo al salir. En otro momento, los reproches iban contra los periodistas que seguían a Chaves, al grito de “prensa canalla”, a tono con señalamientos del candidato contra publicaciones periodísticas adversas.
Una mujer de unos 70 años envuelta en una gran bandera del PLN merodeaba su centro de votación en una zona rural de Alajuela, al oeste del Valle Central. “No sé si soy la única que está orgullosa de mi voto por Figueres, pero ese es el problema. Muchos van a apoyarlo porque saben el peligro que es ese Chaves, pero no lo expresan abiertamente y da la sensación de que ellos son más”, le dijo a El PAÍS, aunque prefirió no revelar su nombre. Las última encuesta, publicada cinco días antes de la elección, daba una ventaja para Chaves, aunque redujo su margen sobre el exmandatario a menos de cinco puntos.
“Casi no he vendido nada”, lamentó Ulises Carranza, vendedor de helados en las afueras de un centro de votación en Alajuela, la ciudad ubicada 20 kilómetros al oeste de San José. Por la tarde, para colmos, llovió en buena parte del país. “Antes, la gente venía a votar y seguía por aquí vacilando (departiendo), pero la gente viene a cumplir y quiere irse rápido. Ya no es bonito porque con esos candidatos no hay entusiasmo”, dijo el hombre por la mañana. Iría a votar por la tarde, pero aún no sabía por quién. O eso contestó.
Mientras, en las calles se vivía un ambiente en apariencia más apagado que en la primera ronda del 6 de febrero. “No se han presentado aglomeraciones. No hemos tenido quejas de largas filas”, dijo al mediodía Héctor Fernández, portavoz del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), aunque advirtió que el organismo no monitorea la participación.
La jornada dejó ver en las calles focos de algarabía en los simpatizantes de Chaves, confiados en dar un golpe a la política tradicional, aunque también era visible la bandera verdiblanca del añejo Partido Liberación Nacional (PLN), representado por el expresidente José María Figueres, que acabó la campaña presentándose como la carta de moderación a pesar del alto rechazo popular contra él.
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