Ser “amarillo” en Chile no está bien visto. Será acusado de ir por el medio sin tomar partido. En febrero de 2022, el escritor, pedagogo y periodista Cristián Warnken, hombre de la centroizquierda, publicó un manifiesto con críticas al texto Constitucional que se discutía en la Convención. Lo tituló Amarillos por Chile, una decisión provocadora que pronto sumó el apoyo de decenas de intelectuales, exministros de la Concertación, rectores de universidades, académicos y parlamentarios.
Amarillos por Chile se alejó de los extremos ideológicos y con llamados a la moderación se sumó a la campaña por el rechazo a la nueva Constitución en el plebiscito del 4 de septiembre. La opción obtuvo el 62% de los votos y obligó al presidente, Gabriel Boric, a reencauzar el proceso bajo nuevas reglas. En eso está ahora el Gobierno, mientras Warnken reclama que se tenga en cuenta a los movimientos ciudadanos en la discusión.
Pregunta: ¿Por qué la victoria del rechazo fue tan abrumadora el domingo?
Respuesta: Había una desconexión con la ciudadanía real. Antes del estallido fue la elite de derecha, la elite empresarial, la que se desconectó totalmente del país. Y ahora le tocó el turno a una elite de izquierda, que finalmente es la misma, solo que cambia de signo ideológico.
P. ¿Por eso el texto no obtuvo apoyo?
R. Una izquierda sobre interpretó el malestar de las revueltas de 2019 en clave ideológica. Dijeron ‘los chilenos quieren una refundación y hay que partir de cero’. Y fue una interpretación equivocada; los chilenos querían cambios, pero no estaban para ningún experimento político de ningún tipo. Hay en Chile un votante moderado, de centro y centroizquierda que se ha ido desafectando de la política y que el domingo le dijo no a la propuesta constitucional presentada.
P. ¿Considera que era un texto de izquierda?
R. Ocurrió que por la desafección de la gente con los partidos políticos entraron listas independientes. Yo mismo estuve a favor de esas listas y lo dije, pero resultó que fueron, la mayoría, capturadas por grupos radicales de izquierda. A eso se le agrega que la agenda y la conducción estuvo en manos del Partido Comunista.
P. ¿Por qué la derecha casi no tuvo representación en esa Asamblea?
R. Por una situación muy transitoria. Veníamos saliendo de una pandemia, la derecha venía golpeada por el estallido y presentó malos candidatos. Estuvo subrepresentada, porque la derecha tiene al menos un 30% en Chile. En las elecciones parlamentarias [celebradas en noviembre de 2021] la derecha logra casi la mitad del Parlamento. Los convencionales no vieron que la foto había cambiado y que el país ya no estaba en clave octubre, sino en otra clave. Una Convención de pulsión refundacional se alejó de un país que vivía en pura incertidumbre. La gente dijo ‘quiero cambios, pero no tantos’.
P. La convención tuvo además muy mala imagen…
R. Yo tenía mucha ilusión con la Convención. Pero la gente sintió a través de distintos actos que la Convención le molestaba, y el hastío que ya sentían hacia la clase política se trasladó hacia ella.
P. ¿Y cómo sigue el proceso ahora?
R. Boric tiene ahora una oportunidad de convertirse en un jefe de Estado capaz de convocar a un gran acuerdo nacional y político, en un líder que una al país. No es fácil lo que tiene que hacer. Tiene al Partido Comunista adentro del Gobierno, que no va a estar tan contento de que haga un giro hacia la moderación. Y muchos partidos de centroizquierda que propusieron la consiga aprobar para reformar votaron rechazo. Si no hay una autocrítica profunda este Gobierno tendrá problemas.
P. ¿El proceso de reforma ha perdido fuerza con el triunfo del rechazo?
P. No sé si hoy haces una encuesta si la Constitución está entre las urgencias de la gente. Los amarillos queremos una nueva Constitución, pero somos parte de una elite política de la centroizquierda. El Gobierno tendrá que combinar una agenda que atienda los problemas cotidianos de las personas y al mismo tiempo encabezar el proceso constitucional.
P. ¿Cómo debería ser esa nueva Constitución para quedar en la centroizquierda?
R. Aquí tuvimos una derecha en plena dictadura que intentó construir una Constitución desde una hoja en blanco, refundar el país desde una óptica neoliberal radical. De ahí sale la Constitución de 1980. Tuvimos ahora un intento en sentido inverso, una refundación desde una mirada de la izquierda radical como venganza de la refundación anterior. Y vamos de refundación en refundación y de hoja en blanco y hoja en blanco. Podríamos haber retomado la Constitución del 25, que la aprobaba Salvador Allende y también los sectores de derecha y desde ahí haber hecho cambios. O tomar el texto que propuso la presidenta Michelle Bachelet en 2018. Una hoja en blanco te lleva a la tentación refundacional, por eso ahora la política tiene un papel importante para salir de este atolladero.
P. ¿Y dónde quedan movimientos ciudadanos con Amarillos por Chile en este nuevo escenario?
R. El peligro de los populismos es usar movimientos ciudadanos detrás de liderazgos carismáticos, y nosotros no queremos ser eso. Acompañamos un proceso constituyente y no estuvimos de acuerdo con el texto que se presentó. El problema es qué vamos a poder hacer ahora, porque no se va a repetir el tema de las listas de independientes. Eso tendrá que ser resuelto, pero no tengo claro cómo. Habrá que ver como se expresa el mundo de la centroizquierda.
P. ¿Qué rescata del texto rechazado?
P. La declaración de Chile como estado social de derecho. Ese giro de Estado subsidiario a otro de derecho ya tiene un consenso amplio. Es histórico que la centroderecha haya dicho que la Constitución de 1980 está muerta y que estaría de acuerdo con el Estado social de derecho. Eso es un giro copernicano en la derecha “cavernaria”, como la llama Mario Vargas Llosa.
P. ¿Por qué cambia esa derecha cavernaria?
R. El estallido tiene mucho que ver. Las derrotas son grandes escuelas en la política, la derecha ha sido derrotada políticamente y eso le ha hecho bien. Una parte ha aprendido y otra no, evidentemente. Y esta nueva generación que llega al poder con Boric no han sufrido nunca una derrota, su ascenso ha sido muy rápido y en una época de cierta abundancia económica. Esta derrota puede ser una buena escuela para ellos.
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