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Croacia inesperada

Los países, muchas veces, suelen reducirse a los lugares que todo el mundo conoce. Dubrovnik y Split son las dos ciudades más famosas y visitadas de Croacia. Pero este es un país con un patrimonio histórico, artístico y natural tan grande que se puede hacer un viaje al mismo y no pisar ninguna de las dos. Algunos de esos otros parajes, más o menos transitados, que los turistas deben tener en cuenta son la península de Istria, la región de Eslavonia, las islas de Losinj y Krapanj, y los parques nacionales de Kornati y Brijuni.

1. La gran Istria

Una península donde confluyen tres nacionalidades (italiana, eslovena y croata), entre los golfos de Trieste y Kvarner y bañada por el mar Adriático. La riqueza interior y costera de Istria casi requiere un viaje exclusivo para explorarla. Tierra adentro, en un paisaje accidentado en el que se alternan viñedos y valles, bosques y campos de cultivo desparramados por las colinas, se suceden pueblos que conservan su arquitectura medieval y celebran animados festivales culturales en verano. Buje es un burgo fortificado; Groznjan, la aldea que muchos artesanos han convertido en su hogar; Motovun, localidad empedrada y famosa por su trufa blanca; y aquí también esperan Labin y el castillo medieval de Pazin. En la costa occidental se concentran la mayoría de pueblos y playas con atractivo turístico. Entre ellos está Porec, que conserva su trazado urbano romano y al que se le fueron añadiendo palacetes. En el vecino islote de San Nicolás, además de un convento benedictino, está el arenal Olivia. Rovinj es una villa pesquera que tiene un casco histórico que fue una isla. Muy cerca se encuentra el islote de Crveni Otok, un paraíso para los amantes del nudismo que tanto gusta en Croacia. Filosofía que introdujeron a principios del siglo XX los veraneantes austriacos para crear un equilibrio entre el hombre y la naturaleza. La primera playa naturista se dice que fue alguna de la isla de Rab. A orillas de las cristalinas y turquesas aguas del Adriático se pueden encontrar tres tipos de alojamientos: campings naturistas, mixtos o no naturistas, pero con playa nudista. Pula es la principal ciudad de la península de Istria, la mayor del Adriático. Su gran reclamo es el anfiteatro romano, construido para celebrar luchas de gladiadores ante más de 20.000 espectadores. Dos pistas más: en la zona oriental, en el golfo de Kvarner, se encuentran las playas de Rabac y Lovran.

2. En la isla de Losinj

Conocida como la isla de la vitalidad y comunicada con otra, Cres, se encuentra en el adriático golfo de Kvarner. Su costa está bañada por agua color turquesa y el aire que se respira huele a resina de pino cembro. Fragancia que se mezcla con los aromas que desprenden plantas aromáticas y medicinales que crecen de manera silvestre en la isla —lavanda, laurel, salvia, hierbabuena, mirto, romero, melisa e hinojo—, y que se usan como ingredientes en la gastronomía local, en aceites para tratamientos de aromaterapia y hasta en la industria cosmética y farmacéutica. Losinj cuenta con dos coquetos pueblos: Mali y Veli Losinj. Los efectos de la mar son visibles en las desvencijadas fachadas de colores de los edificios que se suceden en sus respectivos muelles.

3. Deliciosa Eslavonia

Es la región oriental del país. Una tierra fértil que forma parte de la llanura de Panonia, atravesada por los ríos Drava y Sava. Una planicie que hace millones de años emergió de las profundidades del mar. Aquí nacieron dos emperadores romanos y fueron los propios romanos quienes bautizaron a la región como el Valle del Oro, por sus campos de trigo y vides, como los de Pozega, Dakovo y Vin­kovci. Se puede disfrutar de una ruta en bicicleta por los diferentes viñedos de la zona, como los de la colina de Erdut. Además de cereales y vino, en Eslavonia se levantaron ciudades medievales fortificadas, conventos y castillos barrocos, y todavía se crían potros autóctonos. Osijek es la capital de la región, una ciudad en la que aún son visibles los agujeros en las fachadas de sus edificios que provocaron las balas disparadas durante la guerra de los Balcanes. Su monumento más icónico se encuentra en el cruce de las calles de Trpimirova y Vukovarska: allí hay un tanque pasando por encima de un pequeño coche, un viejo modelo yugoslavo de Fiat 500 conocido como Fićo. El montaje recrea un suceso real acaecido durante dicho conflicto bélico, en el que un ciudadano croata —Branko Breškić— trató de impedir el paso de los tanques invasores en Osijek estacionando su Fićo en medio de la calle.

4. La pequeña Krapanj

La isla de Krapanj tiene menos de medio kilómetro cuadrado de superficie. Durante años fue un coto privado, una gota de tierra sobre el Adriático en la que solo podían vivir monjes franciscanos. En la isla había una iglesia, un huerto y mucho silencio. Una tranquilidad que se acabó con las invasiones otomanas del siglo XVI. Para hacer frente a esas incursiones, los religiosos permitieron el acceso a la isla al resto de la población, pero una vez que cesaron los ataques hubo que pensar qué hacer con los nuevos residentes. La pesca era su principal fuente de abastecimiento, pero el fondo marino escondía otro tesoro más lucrativo: las esponjas de mar. Un bien que ya se conocía y se usaba en otros lugares con fines higiénicos, bélicos y medicinales. En la isla croata le añadieron además el fin económico. A bordo de barcos pesqueros, los remeros eran los encargados de sumergirse a pulmón entre 10 y 15 metros de profundidad y recolectar las esponjas. En 1893 los hombres de Krapanj crearon incluso una cooperativa y consiguieron equipos de submarinismo con aire asistido para prolongar tanto la duración como la profundidad de sus inmersiones, bajando hasta los 30 metros. Pero en la década de 1950 el negocio de las esponjas empezó a deshincharse hasta acabar siendo actualmente una actividad testimonial.

5. Dos parques nacionales

Las islas de Kornati conforman el archipiélago de mayor longitud del Adriático. Su desnuda belleza les ha proporcionado la consideración de parque nacional a buena parte de ellas. Deshabitadas y con un paisaje sin apenas vegetación, estos 147 pedazos de tierra son el destino perfecto para aquellos que deseen emular la experiencia de sentirse como un náufrago en una isla desierta.

Y una última parada: Brijuni. El expresidente de la antigua Yugoslavia, Josip Broz Tito, para dejar testimonio de su paso por la historia del desaparecido país balcánico, entre otras cosas, acondicionó un safari park muy personal en estas islas, con elefantes, antílopes, gacelas y cebras, entre otras especies. Hoy se han convertido en un parque nacional en el que, además de animales exóticos, se pueden ver —en la isla mayor— un castro bizantino, piezas de arqueología romana, mosaicos y frescos en iglesias renacentistas, así como las residencias oficiales que disfrutaron el propio Tito y sus más allegados.

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