Elías Querejeta debutó en la Real Sociedad con 18 años, toda una promesa. Era delantero, estudiaba Química y Derecho, y tenía buen gusto con la pelota. “Pese a la fama que tenemos de rudos, la Real es el equipo con más gente de carrera universitaria”, alardeaba. El 9 de octubre de 1955 consiguió el mejor gol de su trayectoria, frente al Real Madrid de Di Stéfano, el que le dio el triunfo a su equipo. Ocupó Querejeta por primera vez la portada de los periódicos. En el minuto 40 recibió el balón de Igoa, burló a Atienza, luego a Marquitos, esperó la salida de Alonso y colocó la pelota al lado contrario del guardameta. Al alcalde franquista de San Sebastián le entusiasmó el gol de Querejeta; el Diario Vasco hablaba de un tanto inolvidable.
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Pero, aparte del fútbol, Elías tenía otras inquietudes. El cine era una de ellas. Jugó seis temporadas en la Real Sociedad y después se dedicó de lleno a su otra vocación.
Mientras fue futbolista, parte de su sueldo se destinaba a que su gran amigo Antón Eceiza estudiara en la Escuela de Cine de Madrid, con la condición de que compartiera con él los conocimientos que iba adquiriendo. En 1961, Elías Querejeta había abandonado el fútbol y ya vivía en Madrid, pero no había perdido el contacto con sus compañeros de la Real. Les convenció de que invirtieran su dinero en una productora de nombre gélido: Laponia Films, que habían montado, con 1.000 pesetas cada uno, Eceiza y él. Todos los socios de la productora eran futbolistas. Los consejos de administración de la empresa se realizaban cuando el equipo jugaba en Madrid. El abogado de Laponia leía los nombres en las reuniones: “Reunidos los socios Araquistain, Echarri, Elizondo, Gabiola, Gordejuela, Peporro, Paz, Alquiza [que después fue presidente], Azcarate, Rivera y Gallastegui…”, y le salía una alineación de la Real. También estaba en el negocio el doctor Echavarren, médico del club.
En 1961, en una de las últimas reuniones del consejo, Querejeta llevó una propuesta: se iba a filmar una película que iba a financiar el productor mexicano Gustavo Alatriste, marido de la actriz Silvia Pinal, que quería trabajar con Luis Buñuel. Por asuntos económicos se decidió que, finalmente, la producción sería española, y Alatriste se asoció con Ricardo Muñoz, productor de Uninci, empresa a la que se transferirían los fondos. El presupuesto iba a ser de casi nueve millones de pesetas y a Querejeta le ofrecieron poner parte del dinero. Era una oportunidad. Un director del prestigio de Buñuel podía conseguir muy buenas taquillas en España.
A Francia, con tres toreros y un picador
Los jugadores de la Real Sociedad aprobaron la propuesta de su amigo. Les costó 1.250.000 pesetas, a partes iguales por todos los socios de Laponia. La película se rodó, no sin dificultades. El primer guion pasó por el ministerio correspondiente y dos de los censores lo rechazaron. Buñuel se reunió con el director general de Cinematografía, José María Muñoz Fontán. Hizo algunos cambios y se filmó la película. Lo que Buñuel quiso, claro. El Festival de Cannes invitó a Viridiana al festival, sin haberla visto, ya que estaba en el montaje. Todavía sin permisos de exhibición, la película salió hacia Francia de contrabando, en una camioneta, con tres toreros y un picador, debajo de los trastos de torear, y allí se terminó de montar al gusto del director.
Nadie la vio hasta su exhibición en Cannes. A los censores les pasaron copias incompletas, sin sonido. Toda la estrategia de los productores quedó supeditada a que la película se tenía que acabar sin que nadie de la Administración la viera, y así fue.
Cuando se entregó la Palma de Oro a Viridiana, Buñuel no estaba. Lo recogió, todavía conmocionado, Muñoz Fontán, que perdió el puesto por el escándalo que supuso la película, que no se estrenó en España hasta 15 años después, en 1977. Para esas fechas, los jugadores de la Real Sociedad ya habían disuelto Laponia Films, en quiebra por la imposibilidad de exhibir el film. Los futbolistas sólo recuperaron 20.000 pesetas.
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