La tensión entre Arabia Saudí y Líbano se ha extendido este sábado a otras monarquías del Golfo. Kuwait y Bahréin han seguido los pasos de Riad que la víspera expulsó al embajador libanés por las declaraciones de un ministro sobre la intervención militar en Yemen, y Emiratos Árabes Unidos ha mostrado su solidaridad retirando a sus diplomáticos de Beirut. El Gobierno saudí también ha prohibido la importación de productos libaneses, una medida de presión económica que tiene como objetivo Hezbolá, el movimiento islamista chií aliado de Irán en el país levantino.
El Ministerio de Exteriores saudí justificó la expulsión del embajador Fawzi Kabbara por unos comentarios “dañinos” del ministro de Información libanés, Georges Kordahi, y la falta de medidas de Beirut “para frenar (…) la plaga de drogas” que llega al reino desde ese país.
Kordahi, un hombre próximo al presidente libanés Michel Aoun (considerado pro Hezbolá), dijo el pasado agosto, antes de asumir su cargo, que la coalición militar que lidera Arabia Saudí en Yemen bombardeaba hogares, funerales y bodas, y que los rebeldes Huthi (alineados con Irán) se estaban “defendiendo contra una agresión externa”. Sus declaraciones, en una entrevista a la televisión catarí Al Jazeera, volvieron a circular esta semana en las redes sociales lo que desató el rifirrafe diplomático.
El viernes, Arabia Saudí dio 48 horas a Kabbara para que abandonara el reino y llamó a consultas a su embajador en Líbano. Bahréin, un país satélite de Riad, hizo lo propio; y el sábado Kuwait también expulso al encargado de negocios libanés. Emiratos Árabes, por su parte, ha retirado a sus diplomáticos de Beirut y prohibido a sus ciudadanos que viajen a Líbano, una medida que ya estaba en vigor en el Reino del Desierto.
La disputa ha alarmado a la Liga Árabe que en una reacción inusitadamente rápida expresaba este sábado su preocupación por el deterioro de las relaciones entre Líbano y las monarquías del Golfo, y pedía a estas que “reflexionen sobre las medidas que se proponen tomar (…) con el fin de evitar más efectos negativos sobre el colapso de la economía libanesa”.
Líbano atraviesa una gravísima crisis financiera que el Banco Mundial considera una de las peores de la historia moderna. Esperaba poder contar con la ayuda de los inversores del Golfo, una región a cuyo desarrollo han contribuido cientos de miles de expatriados libaneses desde hace décadas. Ahora esa asistencia está en el aire.
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La decisión saudí de cerrar sus puertas a las importaciones libanesas también deja a Beirut sin su cuarto mercado exterior. El año pasado, Líbano envió al reino productos por valor de 200 millones de dólares, una importante fuente de divisas junto a las remesas de los emigrantes. Riad ya prohibió el pasado abril la importación de frutas y verduras libanesas porque, denunció, se utilizaban los envíos para esconder drogas y Beirut no había logrado solucionarlo. Ahora, esa prohibición se extiende a todas las mercancías.
Pero el desencuentro entre Arabia Saudí y Líbano no es nuevo y tiene raíces que trascienden la relación bilateral. Desde hace años, Riad recela del creciente poder de Hezbolá, que el reino, al igual que Estados Unidos, considera una organización terrorista. Acusa al grupo de facilitar asistencia y entrenamiento a los Huthi, que en 2015 derribaron al Gobierno de Yemen, sin que la intervención militar saudí haya logrado reinstaurarlo.
En 2017, las diferencias se hicieron especialmente visibles cuando el entonces primer ministro libanés Saad Hariri fue detenido durante una visita a Riad y obligado a dimitir. La intervención del presidente francés, Emmanuel Macron, permitió pocos días después su regreso a Beirut.
El pasado mayo, el ministro de Exteriores libanés en funciones Charbel Wehbe tuvo que dimitir tras haber vinculado a las monarquías del Golfo con el ascenso del grupo yihadista Estado Islámico. Ahora, también hay voces que piden la dimisión de Kordahi, pero este se resiste.
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