Un alto funcionario iraní realizó una visita no anunciada el domingo a la cumbre del G-7 y se dirigió directamente a los edificios donde los líderes de las principales democracias del mundo han debatido cómo manejar las ambiciones nucleares del país.
La invitación sorpresa de Francia al ministro de Relaciones Exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif, fue una apuesta de alto riesgo para el presidente francés Emmanuel Macron, quien es el anfitrión de la reunión del Grupo en Biarritz.
El avión de Zarif salió de Teherán el domingo por la mañana y aterrizó unas horas después en el aeropuerto de Biarritz, que ha estado cerrado desde el viernes a todos los vuelos no relacionados con las delegaciones oficiales del G-7.
Cuando se le preguntó si la Casa Blanca estaba al tanto de la visita de Zarif, el funcionario francés dijo: “Operamos en nuestros propios términos”, pero señaló que Macron y el presidente Donald Trump, se reunieron durante dos horas el sábado y discutieron sobre Irán, así como en la cena grupal.
El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores iraní, Abbas Mousavi, dijo en Twitter que no habría reuniones o negociaciones con funcionarios estadounidenses durante el viaje de Zarif.
Zarif, que enfrenta sanciones de Estados Unidos, tenía programado ir a Asia como parte de una gira para buscar apoyo para Irán en medio de la campaña estadounidense en su contra desde que Trump retiró a Estados Unidos del acuerdo nuclear de Teherán en 2015.
La llegada de Zarif coincidió cuando empezaron a surgir fisuras entre los líderes del G-7 sobre cómo lidiar con Irán.
Macron dijo que los líderes acordaron durante una cena la noche anterior que el presidente francés podría servir como mensajero del G-7 a Irán. Trump negó estar de acuerdo con algo, y Macron se vio obligado a minimizar su papel y reconocer el estatus de Trump como “el presidente del poder número uno del mundo”.
Durante varios meses, Macron ha asumido un papel principal al tratar de salvar el acuerdo nuclear de 2015, que se ha estado desmoronando desde que Trump retiró a Estados Unidos del acuerdo. Su oficina dijo que los líderes del G-7 acordaron que debería servir como intermediario con Irán.
“No he discutido eso”, dijo Trump el domingo por la mañana. Describió la cena como “muy, muy buena” y culpó a los medios de todo lo que implicaba lo contrario.
Pero, según otros relatos, la cena de la noche anterior había sido tensa, con una clara división entre él y el resto del G-7.
La actual cumbre del G-7 tiene expectativas rebajadas pero con importantes asuntos sobre la mesa como las tensiones comerciales abrió el sábado su cumbre anual, en la que la división entre sus países miembros quedó de manifiesto pese a las buenas intenciones.
Frente a las cámaras, en la recepción oficial, todo fueron sonrisas: el presidente de Francia, Emmanuel Macron, recibió a sus homólogos de Alemania, Reino Unido, Italia, Estados Unidos, Canadá y Japón en el Faro de Biarritz, que albergó su cena informal.
Pero la cumbre en esa ciudad del suroeste francés no es ajena a la dificultad de acercar posturas entre los distintos aliados. “Seguramente no consigamos todo, pero quiero que este G7 sea útil. Esta reunión es importante. Sin ella, cada uno emprendería su camino”, dijo horas antes Macron en un mensaje televisado y dirigido a sus propios ciudadanos.
El presidente francés, quien puso como prioridad de la agenda los incendios de la Amazonía, acorraló a Donald Trump en el hotel del líder estadounidense con una espontánea invitación a almorzar.
Fue una especie de demostración de poder de Macron en la cumbre, que Trump esperaba utilizar para persuadir a sus aliados a apegarse a su mantra de pocos impuestos y poca regulación.
Casi todos tenían a la mano una amenaza comercial.
El presidente francés advirtió de que las tensiones comerciales “perjudican a todo el mundo” y confió en que esta reunión contribuya a la desescalada, pero declaraciones previas de algunos de sus participantes habían precisamente avivado el fuego.
Así, el presidente estadounidense, Donald Trump, reiteró antes de viajar a Biarritz su amenaza de imponer aranceles al vino francés en respuesta a la ley que tasa en Francia la facturación digital de los gigantes tecnológicos.
Pese a todo, en su primer cara a cara con Macron en una comida bilateral de trabajo, el mandatario estadounidense se mostró conciliador y aseguró que incluso el tiempo era “perfecto”, mientras que el anfitrión dejó clara la necesidad de este tipo de discusiones entre “aliados y amigos”.
Se trata de su primera cita bilateral antes de que el conjunto de negociaciones comience con el resto del G7 (Alemania, Reino Unido, Italia, Canadá y Japón), y sirvió para que ambos tomaran el pulso a sus respectivas posturas.
La situación en Libia, Siria, Ucrania, Corea del Norte e Irán formaron parte de su agenda.
La imprevisibilidad de Trump a golpe de tuit no fue el único elemento explosivo de la cumbre: el estreno del nuevo primer ministro británico, Boris Johnson, contribuyó a polarizar las posturas en uno de los temas principales de la agenda, el “brexit”.
Johnson y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk,intercambiaron críticas sobre quién pasará a la historia con la etiqueta del “Señor Brexit Sin Acuerdo”, responsable de un divorcio británico de la UE que parece estar a punto de descarrilarse.
Tusk dijo que la cumbre de tres días en la ciudad balnearia de Biarritz sería “una difícil prueba de la unidad y la solidaridad del mundo libre y sus líderes”. Para ser una reunión en donde las disputas suelen ventilarse el privado, las perspectivas de resultados parecían desalentadoras.
El debate sobre una reincorporación de Rusia al G7 tras su expulsión en 2014 por la anexión de Crimea, algo que solo respalda Trump, o el frente abierto con Brasil por su gestión de los incendios en la Amazonía, que ha provocado que la UE cuestione el pacto con Mercosur, empañan igualmente una agenda centrada en la lucha contra las desigualdades.
Conscientes de la dificultad de llegar al consenso pese a ser un foro informal y franco de diálogo, Macron ha avisado ya de que no habrá un comunicado final este lunes, sino distintas declaraciones que serán suscritas por quien lo desee.
Las expectativas reducidas no son nada nuevo para el G7, pero este año la intención parece ser únicamente la de evitar una catástrofe diplomática, rescatar lo más que se pueda y mostrar a los votantes que sus líderes tienen un papel en el escenario mundial. Una fuerza que podría unir a los líderes es la vulnerabilidad compartida por una recesión económica, sobre todo para algunos quienes, como Trump, tendrán elecciones en uno o dos años.