Por Araceli Damián
En México hay 90 millones de personas en pobreza y no 52.4 millones como asegura el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval). La primera cifra corresponde al cálculo obtenido mediante el Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP), adoptado por el Consejo de Evaluación del Desarrollo Social de la Ciudad de México (Evalúa). Como expliqué en la conferencia de prensa en la que presenté los datos del Evalúa, las diferencias se deben a dos razones. La primera, a que el método de identificación de las personas en pobreza multidimensional del Coneval excluye a quienes no cumplen con la doble condición de tener, por un lado pobreza por ingreso y, por otro, al menos una carencia en los indicadores de privación (salud, educación, calidad de la vivienda, servicios de la vivienda y seguridad social). Es decir, utiliza el principio de intersección de los conjuntos. Como se observa en la gráfica 1, mientras que en 2018 Coneval identificó a 89.1 millones de mexicanos con al menos una carencia y a 61.1 millones en pobreza por ingreso, sólo reconoce en pobreza multidimensional a 52.4 millones.
Ahora bien, si Coneval utilizara el principio de unión de los conjuntos, identificaría a 97.9 millones de personas en pobreza, lo cual resulta de sumar las personas identificadas con pobreza multidimensional (52.4 millones), las vulnerables por carencias sociales (36.7 millones) y las vulnerables por ingreso (8.8 millones). Algo similar ocurre con la pobreza extrema multidimensional, ya que mientras en el primer conjunto se identifican a 23.5 millones de personas con tres o más carencias y en el segundo a 21 millones que padecen pobreza extrema por ingresos (hogares con ingreso igual al costo de los alimentos crudos de la canasta) el Coneval sólo identifica a 9.3 millones de personas en pobreza extrema, menos de la mitad de los dos subconjuntos en situación extrema. La imprecisión y subestimación en el método de identificación del gobierno federal se hace aún más evidente cuando el propio Coneval estima que 25.5 millones de personas tienen carencia en el acceso a la alimentación: ¿Acaso hay algo más agudo que pasar hambre para ser considerado pobre extremo? Según el método del Coneval, así sucede.
En cambio la identificación de quienes son pobres en el MMIP se realiza mediante un sistema de ponderadores en el que la clasificación de quien padece pobreza depende de la intensidad de las carencias en cada uno de sus componentes: ingreso-tiempo y Necesidades Básicas Insatisfechas, NBI (educación, salud, seguridad social, vivienda, servicios de la vivienda y bienes durables). En consecuencia, algunos hogares, por ejemplo, con una satisfacción de ingreso muy por arriba de la norma, pueden no entrar en la contabilidad de la pobreza aún cuando presente carencias en NBI. Así, mientras que 74.8 millones de personas padecen pobreza de ingreso-tiempo y 91.4 millones tienen insatisfechas sus necesidades básicas, el MMIP considera como pobre a 90 millones, cifra ligeramente inferior a quienes tienen carencias por NBI, pero superior a los que tienen un ingreso bajo (para conocer la metodología del MMIP véase https://www.evalua.cdmx.gob.mx/).
Por otra parte, las diferencias entre los datos del Evalúa y el Coneval se deben a que en el MMIP se utilizan umbrales de satisfacción de las necesidades más altos. Por ejemplo, en materia de agua, el Evalúa tiene como norma contar con al menos una llave dentro de la vivienda y que la dotación del agua sea diaria, en cambio, Coneval estableció como satisfactorio contar con una llave dentro del terreno sin considerar la frecuencia de dotación. Contar sólo con una llave de agua dentro del terreno enfrenta a quienes viven así (25.1 millones) a situaciones de mayor precariedad de vida y riesgo en materia de salud por no contar con una disposición adecuada del agua, en comparación con quienes tienen una llave dentro de la vivienda. Ello se debe a que los primeros la tienen que almacenar en tambos, cubetas o recipientes, además de que tienen que acarrearla diariamente, lo que dificulta la higiene del hogar y personal; asimismo, provoca que el agua se contamine por lo que deja de ser adecuada para el consumo humano. Por otra parte, más de la mitad de las personas en cuya vivienda la dotación de agua es a través de una llave en el terreno (12.4 millones), sólo la reciben cada tercer día o con menos frecuencia y, a pesar de ello, no son catalogados como carentes por el Coneval.
Dramáticas son las diferencias en materia de ingresos. El Coneval consideró suficiente para no ser pobre, un ingreso de 98 pesos diarios por persona y de 65 pesos diarios en la zonas urbanas y rurales, respectivamente, mientras que Evalúa estimó que los requerimientos de ingreso de 157 y 142 pesos diarios por persona, respectivamente, permiten a las personas vivir de manera austera, pero digna. Imaginemos el pago de vivienda, luz, agua, salud, transporte, educación, recreación, etcétera, con sólo 65 pesos. En el cuadro 1, se pueden observar las diferencias en los umbrales en cada uno de los indicadores para medir la pobreza de ambos organismos.
Adicionalmente, el método del Coneval no permite ordenar a las entidades federativas según los niveles de pobreza, en primer lugar porque sus variables, al ser dicotómicas (0 cumple, 1 no cumple con la norma), no permiten calcular la intensidad de la pobreza. Por ejemplo, Coneval considera como norma educativa para las personas nacidas antes de 1982 (de 36 años o más) contar sólo con primaria. De esta forma, dos personas de 40 años, una analfabeta y otra que sabe leer y escribir, pero no terminó la primaria quedan clasificadas como igualmente carenciadas en educación. En cambio en el MMIP, dichas personas tendrán una intensidad de la carencia educativa distinta.
Por otra parte, como se recordará en 2016 el INEGI (Instituto Nacional de Geografía y Estadística) modificó la forma de captar el ingreso en las Encuestas Nacionales de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGHs), rompiendo así la posibilidad de comparar resultados históricos. Para 2016 Coneval e INEGI llegaron al acuerdo de construir un modelo estadístico para estimar un ingreso de los hogares en 2016 que fuera comparable con 2014. Dicho modelo recibió infinidad de críticas por asumir situaciones poco realistas al aplicar el aumento del ingreso laboral a las demás fuentes de ingreso (remesas, jubilaciones, transferencias de programas sociales, etc.) que no evolucionan a la par que los salarios. En esta ocasión se utilizó de nuevo un modelo y, por tanto, Coneval ha estimado la pobreza con datos que no reflejan la evolución observada de los ingresos para el periodo 2018-2018.
Ante las dificultades de utilizar las ENIGHs para el periodo 2012 a 2018, el Evalúa decidió ajustar los datos del ingresos de los hogares al Sistema de Cuentas Nacionales, práctica seguida por CEPAL y algunos otros académicos, lo que permite evitar la sobreestimación de la pobreza y la subestimación de la desigualdad. Esta decisión le da más robustez al análisis de la evolución de los ingresos de los hogares (véase metodología de ajuste en https://www.evalua.cdmx.gob.mx/).
La conjunción de los dos anteriores problemas en el método de Coneval (la imposibilidad de ordenar según intensidad de la pobreza y la utilización de un modelo poco confiable para estimar el ingreso de los hogares) provoca una ordenación equivocada de las entidades federativas según nivel de pobreza. La desviación en la ordenación se ve afectada también porque, al tener Coneval una línea de pobreza para el medio rural sustancialmente más baja que la urbana (33% más baja), las entidades con menor población rural aparecen relativamente con mayor pobreza. Debemos considerar que la Ciudad de México es la entidad cuya población rural es casi inexistente. Así, mientras que con el MMIP la Ciudad de México resulta ser la entidad con menor pobreza multidimensional (51%), según Coneval se ubica en el lugar 11. El mayor error se debe a la forma como Coneval estima el ingreso, ya que ubica a la Ciudad en el 13º lugar, mientras que en el MMIP es la segunda entidad con menos pobreza por ingresos. La ordenación de Coneval es verdaderamente equivocada, aún dentro de su propia lógica y de acuerdo a otros de sus indicadores, por ejemplo la Ciudad está entre los tres lugares en México con menos pobreza “alimentaria”, con menos carencias en vivienda y en servicios sanitarios, pero además es la que tiene mejor nivel educativo del país.
La necesidad de revisar el método de Coneval se vuelve urgente ya que, por un lado oculta el elevado grado de pobreza en el país y, por otra, es absolutamente injustificado que continúe utilizando modelos estadísticos del INEGI para estimar el dato de los ingresos de los hogares.
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