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David Chipperfield: “Siempre he sido un visitante”

Un momento de la conversación entre el arquitecto británico David Chipperfield y Daniel García, director de ICON.
Un momento de la conversación entre el arquitecto británico David Chipperfield y Daniel García, director de ICON.Santi Burgos

David Chipperfield (Londres, 67 años) es un arquitecto capaz de desaparecer. Sus últimas intervenciones en la ciudad patrimonial ­­­­—la restauración de la Neue Nationalgalerie de Berlín, la ampliación de la Royal Academy de Londres o el Neues Museum berlinés― demuestran un pulso callado, sin afán de protagonismo, rara avis en el oficio. Respeto por los grandes monumentos, basado en el principio de la mínima intervención, que traslada a la herencia natural y ecológica, en cuya defensa ha constituido la Fundación RIA (Rede de Innovación Arousa). Desde esa atalaya vigila el desarrollo sostenible de las rías atlánticas gallegas que cercan Corrubedo, localidad coruñesa de 700 habitantes en la que empezó a veranear hace casi dos décadas. Allí se estableció durante el confinamiento y allí recibió un año después a Icon Design, cuyo último número ha protagonizado.

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El británico ha mantenido una conversación este jueves, en los coquetos jardines del Museo Lázaro Galdiano de Madrid, con Daniel García, director de Icon, durante un evento organizado por la revista con el patrocinio de Cosentino y Lexus y la colaboración de Celeste Verdejo. Acudieron a la cita medio centenar de invitados, representantes muy relevantes del mundo del diseño, la arquitectura y el interiorismo. El director de EL PAÍS, Javier Moreno, se encargó de dar la bienvenida a un encuentro que pivotó sobre el urbanismo como forma de servicio público, acechado por los fantasmas del cortoplacismo y los mercados. “Muchos artistas e intelectuales aparecen en el periódico, pero pocos de ellos reúnen a la vez el reconocimiento por su trabajo, la admiración por sus valores y la estima por su posición ética. Chipperfield es uno de ellos. Muchas veces admiramos de un arquitecto la parte mas visible, monumental, y resulta muy difícil emocionarse con lo que no es evidente a primera vista”, dijo Moreno.

La labor de la Fundación RIA trasciende los límites de la arquitectura, propiciando una discusión sobre el futuro de las áreas portuarias o las nuevas oportunidades de empleo que brinda la economía del conocimiento. “Hacemos pocas cosas materiales”, asegura Chipperfield, humilde idealista en la cima de la arquitectura global —”Intentaré decir algo con sentido delante de Rafael Moneo”, bromeaba— que se formó en los estudios de Richard Rogers y Norman Foster. Fundó el suyo propio en 1985, y bajo su batuta hoy trabajan unos 300 empleados, repartidos entre Berlín, Milán, Londres y Shangái.

Ante la falta de encargos, acabó refugiándose en la burbuja inmobiliaria de Japón, donde desplegó sus tres primeros proyectos. Londres le ha brindado escasos encargos y aún menos reconocimientos, él tiene claros los porqués. “Siempre he sido un visitante, eso te hace ser más respetuoso. La mayor parte de mi carrera se ha desarrollado fuera de mi país, puede que se deba en parte al ambiente de Gran Bretaña en la década de los ochenta. Margaret Thatcher era la primera ministra, ella desmanteló el sistema público”, apuntó Chipperfield. Difíciles condiciones para sus grandes trabajos, cuidadas entregas donde destacan los elementos esenciales.

Procesos a veces tan meticulosos como la rehabilitación de la Neue Nationalgalerie de Berlín, obra de Mies van der Rohe, que requirió desmontar, inventariar y recolocar más de 30.000 piezas de acero y cristal. “Lo peor de la arquitectura es la competencia, tienes que demostrar al resto que eres el mejor, no creo que eso pase con los médicos”, subraya. El Atlántico le ha proporcionado al arquitecto la posibilidad de tomar distancia con respecto a su propia obra, según relata. Allí desarrolló las tesis que alumbra su último estudio, una encendida defensa de la planificación urbana, auspiciada por el programa de mentorazgo de Rolex, que firma junto a su colega Simon Kretz. “Al mercado no le gusta el planeamiento”, defiende.

La investigación compara el caso del urbanismo helvético, sostenido por la participación civil, con las leyes de la oferta y la demanda que el corazón financiero de Londres parece irradiar al resto de la ciudad. Lógicas que también mediaron en sus emblemáticos y polémicos inmuebles españoles, como la Ciudad de la Justicia de Barcelona o el Veles e Vents valenciano. Chipperfield apuntó: “Creo que el mundo se ha ido haciendo más anglosajón”


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