Acapulco: la ciudad mexicana donde veraneaban las estrellas
“No es momento para la siesta, es momento para la diversión”, cantaba Elvis Presley en Fun in Acapulco, la comedia playera que coprotagonizó con Ursula Andress y Elsa Cárdenas en 1963 y que tuvo un papel instrumental en la psique estadounidense: ocupó el número uno en taquilla la semana posterior al asesinato de Kennedy. Traumatizada y en shock, la nación entera recurrió a alivios nuevos y excitantes (los Beatles en el show de Ed Sullivan) pero también conocidos y reconfortantes: Elvis y Acapulco, la ciudad mexicana en la que veraneaban las estrellas y que era sinónimo de paraíso exótico, pero poco y de noches licenciosas. La zona del estado de Guerrero sigue recibiendo algunos turistas, pero ahora si aparece en los medios es por la violencia desaforada que generan las luchas entre distintos cárteles de la droga que dejaron imágenes de asesinatos a plena luz del día en los antiguos resorts estilo art déco de Miami. Ahora son habituales las imágenes de policías armados hasta los dientes patrullando las playas, en un intento un tanto infructuoso de devolver la sensación de seguridad a la ciudad que ocupa el tercer puesto en el ranking de tasa de pobreza en México.
Montecatini Terme, Italia: el adiós de Christian Dior
El pasado junio, la UNESCO admitió un conjunto de once ciudades balneario de distintos países europeos en su lista de lugares protegidos e incluyó a esta pequeña localidad toscana, que llevaba siete años haciendo campaña para ganarse ese estatus. La ciudad, de unos 20.000 habitantes, es conocida porque allí murió Christian Dior, cuando sufrió un ataque cardíaco mientras se alojaba en el hotel La Paix. Como todas sus hermanas de candidatura, Montecatini Terme vivió su mayor momento de esplendor entre finales del XVIII y los años treinta, durante el auge del turismo de balnearios. Por entonces, los intelectuales del país, como Verdi y Puccini descansaban en los hoteles estilo Liberty de la ciudad como el Tetuccio o La Pace, que es como se llama ahora el hotel en el que murió Dior y que frecuentaban también Grace Kelly y Audrey Hepburn. Tripadvisor, que no entiende de la poesía de la decadencia, tiene destacada una crítica muy propia de esa web en el que un huésped descontento exhorta: “limpien esa maldita alfombra asquerosa en la gran escalinata”.
Kupari, Croacia: el descanso de la cúpula militar comunista
El mariscal Tito, que lo fue todo en Yugoslavia desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta su muerte, ocurrida en 1980, se construyó una villa de veraneo en Kupari, a escasos kilómetros de Dubrovnik, y el lugar no tardó mucho en convertirse en el sitio de recreo de la élite militar. Existe un efecto llamada que lleva a los poderosos en cualquier parte del mundo a congregarse entre sí también en verano para seguir poderando, ya sea en Menorca o en Martha’s Vineyard. Para alojar a tanta cúpula comunista, se construyeron cinco grandes hoteles de lujo en Kupari en los que llegó a ser muy difícil conseguir reserva en temporada alta. Había que ser alguien para lograrlo. Cerca había también un camping para los militares yugoslavos que no tenían el rango suficiente. Toda la zona fue sistemáticamente bombardeada y objeto de pillaje durante la guerra que asoló la antigua Yugoslavia. A pesar de que los cinco hoteles de la zona, llamada Zupa Bay, ocupan un espacio hiperprivilegiado a apenas diez minutos de la atestada Dubrovnik y en primera línea de la costa dálmata, todos siguen tal y como quedaron en 1992, derruidos y abandonados. Varios inversores, entre ellos el grupo propietario de la cadena Four Seasons, han insinuado en muchas ocasiones que se iban a encargar de rehabilitar ese trozo de orilla adriática, pero de momento la zona es pasto de los aficionados al ruin porn, que se acercan a hacer fotos artísticas de la maleza que crece en los hoteles abandonados.
Tskaltubo, Georgia, y el manantial número seis de Josef Stalin
Otro resort comunista convertido ahora en localización de primera para los dados a la exploración urbana de ruinas. Las termas de esta ciudad termal recibían el nombre de “aguas de la inmortalidad” desde el siglo IX, pero su momento de máximo esplendor llegó a partir de los años treinta, cuando las autoridades soviéticas decidieron convertirla en ciudad balneario, y construyeron casi 20 sanatorios de aguas termales, todos colocados en semicírculo alrededor de un parque. Su visitante más famoso era Josef Stalin, que se hizo construir el “manantial número seis” exclusivamente para él en 1950. Todavía se puede visitar un baño que incluye una especie de bajorrelieve que representa al líder sanguinario estrechando la mano de una campesina georgiana que carga con un bebé. Tan solo dos de los balnearios siguen funcionando y el resto de la ciudad se cae a pedazos, a pesar de que en 2012 el presidente Saakashvili prometió reconstruir Tskaltubo para que volviera a ser “el mejor lugar de Europa”. El milmillonario georgiano Bidzina Ivanishvili está haciéndose con los antiguos sanatorios, gigantescos resorts que incluían teatros y salas de baile, a precio de risa y dice querer devolver el esplendor al antiguo spa soviético y construir viviendas dignas para las familias de refugiados que viven allí desde principios de los noventa, cuando fueron desplazados por la guerra de Abkhazia.
Isla Margarita, Venezuela: un ‘hit’ de los noventa
No había boda de postín en los noventa que no se coronase con una luna de miel en esta isla del Caribe. Isla Margarita era también un destino nacional potente para los venezolanos adinerados, que viajaban allí con maletas vacías para llenarlas en sus compras, aprovechando el estatus de puerto libre de la isla. Hace ya más de un lustro que, debido a la crisis venezolana, la isla figura en la lista roja de destinos considerados peligrosos para muchos países occidentales. El turismo, antes de la pandemia, había caído a un 20 o un 10% de lo que fue en los años noventa y los grandes hoteles como el Bellavista languidecen medio vacíos y sufren para poder seguir sirviendo a los huéspedes que aun reciben debido a la escasez de suministros y a los cortes de luz.
Blackpool, Skegness y Margate, Reino Unido: la eterna resurrección
Los británicos empezaron este verano muy animados con la idea de unas vacaciones locales en su isla, sin vuelos de por medio, hasta que descubrieron que les pedían 3000 libras (unos 3.500 euros) por un alojamiento normalito de una semana en Suffolk o 4.200 por una autocaravana de glamping en Cornualles. La industria turística basada en las vacaciones de “cubo y pala”, como suelen decir, se desmontó en los sesenta, cuando la clase trabajadora y media baja empezó a volar en masa a destinos como Mallorca y Salou, y ya casi el único veraneo local posible es caro y aspiracional. Cada poco tiempo, los medios británicos anuncian la “resurrección” de antiguas ciudades costeras como Blackpool, Skegness, Cleethorps o Margate con nuevos museos, hoteles y restaurantes que rehabilitan sus paseos marítimos, con los característicos piers. Pero lo cierto es que, incluso después de que el Brexit y la pandemia hayan complicado mucho las vacaciones continentales de los británicos, esos destinos lo tienen difícil para volver a sus días de gloria, en la primera mitad del siglo XX. Algunas de esas ciudades, muy afectadas también por la privatización del sistema ferroviario, que hace que lleguen pocos trenes y muy caros, han abrazado su propia decadencia y encontrado una nueva personalidad como Dungeness, en la costa de Kent, donde hay una comunidad artística vibrante que cuenta con gente como Derek Jarman.
Atlantic City, Estados Unidos: casinos, playa y la voz de Frank Sinatra
La ciudad de Nueva Jersey tiene fama de ser la alternativa barata a Las Vegas en la Costa Este, un montón de locales de tragaperras alineados junto a la costa a los que suelen acudir jubilados que llegan en autobús. En sus calles, que fueron la base del primer Monopoly, aun se puede encontrar algún vestigio de cuando Atlantic City era el lugar de vacaciones preferido de la clase adinerada de Filadelfia. De entonces data, por ejemplo, el hotel y casino Bally’s Park, que antes se llamaba Blendheim y fue la inspiración para el hotel Ritz Carlton que aparece en Boardwalk Empire. En los años veinte del siglo XX, se concentraba tanta oferta de entretenimiento en Atlantic City que se decía que era el “Hollywood del Este”. Frank Sinatra, nativo de Nueva Jersey, empezó allí su carrera y hasta los años sesenta si pasaba una limousine por Atlantic Avenue no era descabellado pensar que dentro iba Marilyn Monroe, Paul Anka o Frankie Avalon. La ciudad era también entonces una importante base para la mafia. A partir de los sesenta, los turistas con más fondos se pasaron a lugares como Miami o las islas Bermuda y Atlantic City se concentró en sus grandes casinos, que en los últimos años también han ido cerrando. Solo quedan las tragaperras.
Baile Herclulane, Rumanía: aquí también venía Sissi
La emperatriz Elizabeth, o sea Sissi de Austrohungría, era un poco el Hemingway de la realeza de entresiglos. Se movió mucho y ha dejado un reguero de lugares que pueden poner en sus folletos “aquí venía Sissi”, una geografía vacacional que cubre desde Corfú a Mallorca pasando por Godollo, en Hungría. Uno de esos lugares a los que iba la emperatriz era Baile Herculane, en Rumanía, las termas favoritas de los Habsburgo y su corte, que se desplazaban desde Viena para socializar y darse tratamientos reparadores. Los romanos ya explotaron las propiedades termales del agua de esta ciudad, pero fue en la época imperial cuando se construyeron los 15 balnearios estilo rococó con nombres de deidades como Diana o Neptuno. Hoy el mayor de todos, los Baños de Neptuno, un hotel de más de 3.000 metros cuadrados que incluía un casino y varios salones de baile, se cae a pedazos y, de nuevo, es pasto de los buscadores de ruinas fotogénicas. Este verano, unas estudiantes de arquitectura han fundado una asociación para tratar de rescatar el edificio del que el emperador Francisco José dijo que era “el resort más bello del continente”. La ciudad, que tiene el aire decadente de los lugares que vivieron épocas mejores, sigue recibiendo a turistas que hacen excursiones de un día desde la capital y a avispados clientes que aprovechan las ofertas de los hoteles old school que siguen abiertos, como el Minerva.
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