La de Ucrania se ha convertido en la primera guerra retransmitida por TikTok, como Vietnam fue la primera guerra televisada. Como señalaba el periodista Kyle Chayka en The New Yorker, a veces en tiempos de guerra las redes sociales son “la fuente en la que más podemos confiar”. Muchos de los que la documentan son periodistas; otros, personas sin afiliación a medios de comunicación, pero todos tienen un arma crucial: un teléfono inteligente.
En la sociedad voyerista e hipermediatizada en que vivimos no sorprende que haya quien documente en las redes sociales su día a día, incluso dentro de una ciudad asediada por la guerra. Documentar la realidad, aunque en ocasiones se haya considerado un acto ególatra, es en última instancia un intento de conectar con otros seres humanos, compartir la experiencia e informar. Varias memorias de escritores que sufrieron el Holocausto han pasado a la historia de la literatura. Algunos sobrevivieron y pudieron utilizar los eventos como motor vital, como el psicoanalista austriaco Viktor E. Frankl, otros quedaron atados al sufrimiento que les produjo, como el Nobel húngaro Imre Kertész y el italiano Primo Levi. Otros murieron en los campos de exterminio, como Ana Frank, que escribió la última entrada de sus famosos diarios —que tardarían cerca de tres años en ver la luz—cuando solo tenía 15 años.
Los tiempos cambian. Ahora las autobiografías, en lugar de leerse en formato libro impreso bien podrían ser reconstruidas de forma digital, a partir de sus redes sociales. Marta Figlerowicz, profesora asociada de Literatura Comparada en la Universidad de Yale, subraya la rapidez en la elaboración. “Muchos pueden considerar que por eso las narrativas en TikTok son superficiales, pero no tiene por qué ser así. Los creadores deberán explorar las formas retóricas breves”, dice. Un ejemplo es Lily Ebert, una superviviente del Holocausto que con 98 años cuenta en TikTok su experiencia en Auschwitz a casi dos millones de seguidores. O la ucrania Valeria Shashenok, de 20 años y con un ligero parecido a la célebre tiktoker estadounidense Charli D’Amelio, que se hizo viral en TikTok al narrar cómo transcurrían sus días en un búnker en Cherníhiv, donde se refugiaba con su familia de los bombardeos rusos.
La diferencia con otras personas que documentaron su experiencia en plena guerra es que Shashenok lo hace con ironía: “Estoy viviendo mi mejor vida 🥰🥰🥰 ¡Gracias, Rusia!”, escribe en el vídeo con más de 42 millones de visualizaciones que publicó el 4 de marzo. En él narra el drama de vivir en un búnker: “Mi perro no entiende por qué vivimos en el sótano” / “Salir a la calle y observar lo que Putin le ha hecho a mi ciudad”. Mientras, suena una canción alegre de fondo. En otro vídeo más reciente mostraba cómo su madre cocinaba borsch, una sopa ucrania, en el búnker: “Añade la sangre de Putin en la remolacha”, “y ajo para dar besos deliciosos”. El uso del humor no hace sino atenuar el drama de la situación, como en otro de los vídeos en que se refiere a sí misma en tercera persona: “Cocina pasta en un búnker y sueña que está en Italia”.
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La autobiografía construida en redes sociales dispone de una ventaja crucial respecto a la autobiografía tradicional. Uno de sus principales alicientes son las necesidades afectivas que se entablan (74,7%), como revelaba una investigación realizada en 2020 por Christina Bucknell Bossen y Rita Kottasz. Los comentarios y “me gusta” a cada publicación conllevan una gratificación inmediata que, en este caso, puede contribuir a aliviar el trauma que genera la guerra. “Una de las conclusiones a las que hemos llegado al investigar sobre la presentación del sí-mismo en los entornos virtuales es que a pesar de que tenemos la oportunidad de escondernos bajo el anonimato, lo que finalmente hacemos es expresar nuestra identidad de forma más fluida y adaptándola al contexto. Utilizamos la autobiografía como estrategia de socialización virtual”, explica Carlos Arcila, profesor titular del Departamento de Sociología y Comunicación de la Universidad de Salamanca.
Los 858.000 seguidores de la cuenta de Valeria Shashenok se debaten entre el estupor que les produce lo que consideran una banalización del momento y un oportunismo delirante, y los que muestran su admiración por la capacidad transformativa de encontrar humor en la tragedia, en una especie de guiño a Roberto Benigni en La vida es bella. Otros lo atribuyen a la creatividad que caracteriza a la generación Z o a una forma de lidiar con la situación. Shashenok dice que lo hace para informar al mundo de lo que está pasando.
Lo cierto es que TikTok es una plataforma informativa eficaz. Esta red social china, que alberga vídeos de entre 15 segundos a 10 minutos, se lanzó internacionalmente en 2017 y ya cuenta con 1.000 millones de usuarios. La gran mayoría tiene entre 18 y 24 años y la utilizan como su principal fuente de noticias. A su vez, buena parte de los medios tradicionales han abierto su propio canal en TikTok. The Washington Post ya cuenta con 1,3 millones de seguidores en la plataforma. El auge de TikTok como nuevo medio de comunicación ha hecho que incluso la Casa Blanca elija a 30 tiktokers para difundir el mensaje que quieren comunicar sobre la guerra en Ucrania.
TikTok resiste de momento en Rusia, donde impera la propaganda. La mayoría de los periodistas internacionales abandonaron el país el 5 de marzo tras la aparición de la nueva ley que penaliza lo que el Kremlin considera “desinformación” (como llamar guerra a la guerra) con hasta 15 años en prisión. En torno a 15.000 disidentes rusos que se muestran contrarios a la ofensiva se enfrentan a multas o penas de cárcel, según los últimos datos disponibles de OVD-Info, un canal periodístico independiente que cubre las manifestaciones antigubernamentales.
Bloqueadas Instagram, Facebook y Twitter, lo que evidencia el poder de estas plataformas para cuestionar el Gobierno de Putin, TikTok resiste. Aunque con fuertes restricciones: ya nadie puede hacer directos ni subir nuevos vídeos. Tampoco se puede acceder a contenido de cuentas internacionales. No obstante, las nuevas generaciones son rápidas y muchos rusos consiguen evadir la censura mediante una conexión privada (VPN). El uso de esta tecnología se ha incrementado un 600% en Rusia desde que Ucrania fuera invadida, según cálculos de TOP10VPN, un sitio que rastrea el uso de esta tecnología.
“En Rusia hay mucha desinformación y la mayoría de los rusos no cree que mi país [Ucrania] esté en guerra… Mi misión es mostrarle al mundo lo que está pasando. Pueden ver la guerra en TikTok”, explicó Shashenok a la CNN. “Hola, soy ruso y aunque no sea personalmente mi responsabilidad, quiero disculparme por todo lo que te ha pasado tanto a ti como a tu país”, respondió un usuario hace unos días en el vídeo del 14 de marzo. En él, la tiktoker publicaba cómo fue su evacuación y su llegada a Polonia tras pasar 10 horas de pie en uno de los trenes y esperar cinco horas en la frontera. Ha viajado sola. Los hombres de entre 18 y 60 años no pueden cruzar la frontera, así que su padre ha tenido que quedarse y su madre ha decidido acompañarlo. Los dos permanecen en el búnker.
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