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De Silicon Valley al Everest: “Así descubrí cómo la montaña podía salvarme”


“Yo pensaba, como mucha gente, que para qué es necesario caminar por la naturaleza, qué hay que ganar, qué voy a sacar de ahí”, dice Silvia Vasquez-Lavado (Lima, Perú, 1974). Unos años después, sin embargo, arrastraba dos o tres neumáticos atados con una cadena y 45 kilos en la mochila por caminos de unos cerros cercanos a San Francisco, donde vive: “Así me entrenaba. Andar con peso hacía el equivalente a la altura, porque le pones presión y tienes que respirar”, añade.

¿Qué cambió para Vásquez-Lavado en los años que pasaron entre ambas frases? Una sesión de ayahuasca en su Perú natal, poco antes de entrar a trabajar como directiva en eBay, la plataforma de compraventa, en 2005. Fue de madrugada, con sus padres, para quienes no era la primera sesión. Tomó el “líquido amargo, denso” y se tumbó. “No tenía la necesidad de abrir los ojos. Todo lo que veía podía verlo sin ellos. Había un arco iris hundiéndose, un charco confuso de acuarelas y rojos y verdes y naranjas”, escribe en sus memorias En la sombra de la montaña, recién publicado en inglés y que saldrá en Perú en octubre y llegará a España (Planeta) en 2023. Vásquez-Lavado es la productora ejecutiva de una película que protagonizará Selena Gómez.

Vásquez-Lavado durante uno de sus entrenos arrastrando neumáticos.

La ayahuasca y un viaje al campo base del Everest cambiaron la vida de Vásquez-Lavado. La ayahuasca la llevó a escuchar a la niña que fue y que había sido abusada por un empleado doméstico de su familia durante años. “Me llevó a conectar con lo más inocente de una persona. Para quienes hemos pasado por un trauma, te corta partes de ti, ahorita lo que me encanta es haber traído esa experiencia, esta parte de mí que quería olvidar era lo más esencial. Era como la pieza de Lego que necesitaba para reconectarme y fue esa inocencia lo que me lleva a este camino maravilloso. Fue mi niñita interior la que me salvó”, explica.

“Quería llevarme a un sitio donde mi cuerpo pudiera expandirse y moverse y sentirse libre”, escribe. Ese lugar era el Everest, la madre del mundo. Vásquez-Lavado empezó su camino con las llamadas “siete cimas”, las más altas de cada continente, culminando en el Everest. Fue la primera mujer gay en lograrlo. También fue la primera peruana en la cima del mundo. “Cuando me lo dijeron, pensé ‘no jodas, ¿no ha habido una lesbiana un poquito más hardcore que tú que haya subido la montaña, una predecesora?’”, dice por videoconferencia a EL PAÍS desde su casa en San Francisco.

El libro contiene muchas historias personales, pero básicamente habla de alpinismo y la conexión con la naturaleza o “cómo la montaña nos puede salvar”, dice. No solo a ella. En su ascenso al Everest en 2016, Vasquez-Lavado subió a pie hasta el campo base junto a un grupo de jóvenes estadounidenses y nepalíes que también habían sufrido abusos de niñas. Quería compartir con ellas su proceso, bajo el paraguas de la organización que ahora dirige, Courageous Girls, tras haber abandonado Paypal en 2018.

La obra es también la historia de una mujer recién llegada a EEUU desde su Perú natal, que busca abrirse paso en el salvaje oeste del cambio de siglo, San Francisco, y que se convierte en “adicta al trabajo, al alcohol y al sexo”, con dos parejas fallidas y unas relaciones familiares llenas de silencios y ambigüedad. Estos son algunos de los episodios principales del libro.

1. El país de Beverly Hills 90210

Cuando Vásquez-Lavado dejó Perú para ir a la universidad en EE UU pensaba que “todo el país iba a ser como la famosa serie Beverly Hills 90210 [Sensación de vivir, en España], pero acabé en el país de los amish, en Pensilvania”, explica. “Siempre tuve afinidad por la matemática y la computación, quise estudiar código pero mi papá no me lo aprobó, ‘te regreso si lo quieres hacer’, me dijo”, añade. Acabó estudiando contabilidad, pero tras la carrera, descubriendo su sexualidad, vio un desfile gay en San Francisco. Decidió mudarse allí.

Su vida, cree, habría sido muy distinta si hubiera acabado en Nueva York o Washington. “Cuando me mudé a San Francisco en 1997, la burbuja estaba a punto de explotar. Ese mundo es mi referencia, una especie de salvaje oeste, que daba a la ciudad una identidad. De aquello ha surgido una pesadilla, que puede ser un poquito lo que es hoy”, explica. Empezó a trabajar en una empresa de vodka, Skyy Vodka, en los márgenes de la tecnología, tras mandar 200 currículums y temer tener que volver a Perú si nadie la contrataba.

2. La salvación fue el Excel

Cuando llegó a Skyy su jefe le dijo que leyera un manual de Excel. “Fue increíble”, dice Vásquez Lavado. Vio como una llamada. Ahí nació una carrera dedicada a la implementación de sistemas financieros en Silicon Valley.

El dominio del Excel lo ha llevado también a la vida privada. Uno de los momentos más emblemáticos del libro es una crisis donde se complica por dificultades físicas la subida a pie con las jóvenes hacia el campo base del Everest. Vásquez-Lavado explica cómo el Excel la calma y saca del pozo: “Con el ordenador y agua, me fui hasta la mesa en una esquina del comedor y abrí Excel. Comencé a mover todo el itinerario dos días, calculando los retrasos e imaginando los peores resultados posibles. ¿Cuál es mi plan A, plan B, plan C? Poner cosas en cajas me relaja. Especialmente si no bebo. Microsoft Excel es mi santuario. Un mundo ordenado don los límites no solo están claros, sino que puedo destacarlos, suprimirlos y poner columnas nuevas entre ellos. Aquí hay una fórmula para todo”, escribe.

En 2005 saltó a eBay, que la llevó a oficinas globales y desde donde empezó su aventura montañera, una vez casi resuelto su futuro laboral: “Llegué finalmente al escalón más alto, rodeada de mentes alfa con pedigrí de las mejores universidades y familias prestigiosas y reconfortantes. Asegurarme un sitio en el mundo tecnológico de los 2000 no fue fácil”, escribe.

3. Un eslogan andante

En el Everest, recuerda, era un “eslogan andante”: “Lesbiana, vegetariana y celiaca entre alpinistas machotes”, dice. La primera cena junto a su expedición en el campo base del Everest es una de las escenas más extraordinarias. Allí está una mujer sola, que ha subido a pie, rodeada de hombres centrados en presumir de sus hazañas. El caso más extraordinario es Tom, un ex miembro del Team Six de los Navy Seals de EEUU, la unidad que asesinó a Osama bin Laden. “Es además corredor de ultramaratones, hizo dos ironmans en un día, mientras cuenta sus logros, voy haciéndome pequeña”, escribe. Son personajes de James Bond o elegidos para una misión imposible: “Un millonario británico, un neozelandés de 2 metros, Tom. Dios mío. Dios mío. Qué demonios he hecho”, escribe. “Cuando salí de allí me fui a llorar a mi tiendita”, explica.

Luego pasó algo increíble. La mayoría de esos súperhombres se quedaron por el camino: mal de altura, lesiones incómodas. Al Everest solo se sube una temporada anual, y en ese año no llegaron. “Las reglas no aplican aquí. El ego y la fuerza bruta -todo alrededor de lo que los hombres han construido sus carreras, vidas, identidades y lo que he procurado imitar en mis maneras de macho- garantiza poco aquí”, escribe.

A pesar de esa historia de superación, también vio abusos a una colega alpinista en pleno ascenso. “Siempre he dicho que las montañas no discriminan. Que ser gay o mujer o peruana no importa cuando llega la hora porque todos estamos a merced de los elementos. Siempre me he acercado al alpinismo como un terreno de juego equilibrado. Si tienes lo necesario, tu género, raza o creencia no importan. Las montañas eran mi escapatoria”, escribe antes de contar cómo una japonesa sufrió el acoso de un sherpa y otra líder de la expedición le justificaba que algo así no era tan raro, ni siquiera en las faldas de la montaña más alta del mundo.

Vásquez-Lavado compara su labor ahora en el alpinismo con cómo ayudó a romper el techo de cristal para mujeres en el mundo corporativo, junto a Meg Whitman, entonces presidenta ejecutiva de eBay: “Con historias como la mía pretendo enseñar el poder que sacamos como mujeres, es decir, a lo que nosotros podemos, la fortaleza que nosotros mismos podemos desarrollar. Yo literalmente estoy con los picos rompiendo barreras de hielo”, dice.

4. El turismo de cimas

Vásquez Lavado pagó más de 40.000 euros para subir al Everest. “El campo base es enorme. Nunca lo había visto durante la temporada de cima cuando todas las expediciones de escaladores y tiendas de servicio están montadas. Es del tamaño de una pequeña favela, como los asentamientos en los cerros que rodean Lima”, escribe.

Describe la dureza extraordinaria de la ascensión, donde hay que avanzar hacia sucesivos campos uno a uno y volver a bajar para aclimatarse. La subida al Everest no se hace de golpe, sino en formato dos pasitos adelante y dos atrás, hasta que se alcanza el último en una ventana de buen tiempo que permite el ataque final. Entonces es cuando se dan las colas para tocar la cima. “A pesar de que agarré tráfico, no fue el tráfico que se ve en estos últimos años”, dice. “Dentro de toda la gente que ves, especialmente en el Everest, la mitad o un tercio son extranjeros, el resto son locales”, añade.

Vásquez-Lavado cuenta la proeza con toda normalidad, donde un apretón estomacal o hacer cola como si fuera “la alfombra roja” del Everest fueron cosas habituales. También el miedo a morir en una tormenta atroz.

También compara esa aspiración con su carrera corporativa en Silicon Valley, donde ve sobre todo un cambio de perspectiva: “En la parte profesional todos tenemos un sueño, una meta, estamos detrás de algo, pero no lo sabemos. Al menos en el Everest y con la cola el sueño es bien claro: queremos llegar a la cima. No puedes tener esa mentalidad de ‘ojalá te des la vuelta para que me dejes pasar’. Respetar es saber el sitio que nosotros tenemos y entender qué tipo de trabajo debo hacer para mantener mi sueño con vida”, explica.

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