Husmear en un archivo histórico lleva a concluir que cualquier tiempo pasado no fue mejor y que ya antes hubo quien se enfrentó —y sobrevivió— a vaivenes políticos, guerras o epidemias. Allá por diciembre de 1871, el diplomático Juan Nicolás Osborne escribió una carta desde París en la que se quejaba del “inepto” presidente de la República Francesa, Adolphe Thiers [apenas un mes después, dimitió]; censuraba la “peligrosísima ambición” del presidente español Manuel Ruiz Zorrilla [que ya había renunciado al cargo, aunque luego volvió], y se alegraba “infinito” de que estuviese remitiendo la viruela en la localidad gaditana de El Puerto de Santa María. La misiva personal del conde de Osborne es solo un retazo de algo no tan común: que una empresa presuma de tener un pasado tan amplio que se pueda analizar la historia de un país a través del patrimonio documental y artístico que ha atesorado durante dos siglos y medio.
Las bodegas Osborne cumplen 250 años de vida como una de las compañías más antiguas de España. Contratos de compraventa, inventarios, cartas de personajes históricos, pinturas, diseños publicitarios icónicos y edificios históricos con antigüedad y alturas propias de una catedral componen el puzle histórico y cultural de ese aniversario; todo guardado con mimo en la sede que la empresa tiene en El Puerto de Santa María. Allí, en el que fue el primer complejo industrial bodeguero de España, la Fundación Osborne lleva inmersa desde 2016 en el arduo trabajo de analizar, catalogar, documentar, digitalizar y divulgar todo ese pasado. El documento más antiguo que conserva data de 1571, unas escrituras de compraventa de unas propiedades en la localidad gaditana, rubricadas mucho antes de que la compañía echase a andar. El más reciente está ya bien inmerso en el siglo XX.
Carla Terry, responsable de comunicación de la Fundación Osborne, e Iván Llanza, su director, examinan uno de los documentos más antiguos que atesora el archivo.”JUAN CARLOS TORO”
La historia de esta bodega del Marco de Jerez (zona de producción de este vino) arranca mucho antes de que el apellido Osborne le diese el nombre. Fue en 1772 cuando James Duff, el cónsul británico en Cádiz, y el empresario de origen francés Jean Haurie se asociaron para iniciar unas soleras de vino “de calidad sobresaliente”. El comerciante inglés Thomas Osborne Mann no desembarcó en la empresa hasta 1831, momento en el que se convirtió en el socio mayoritario al adquirir el 80% de un negocio llamado entonces William Duff Gordon & Co. Los archivos de la firma están repletos de misivas y rúbricas tanto de él como de las ocho generaciones que han venido detrás y que aún hoy dirigen una compañía a medio camino entre la clásica empresa familiar bodeguera y un gran grupo empresarial —hoy dedicado a las bebidas espirituosas y el sector cárnico— con una facturación de más de 222 millones de euros y unos 1.000 trabajadores.
“Como parte de la familia estaba en Inglaterra y otra en España, en sus cartas contextualizaban mucho lo que pasaba. El archivo es una fuente inagotable de información”, explica Carla Terry, responsable de comunicación de la fundación. Por ahora, la entidad ya lleva catalogados unos 400.000 documentos, estandarizados conforme a la descripción archivística internacional. Cada avance que hace el equipo es un feliz hallazgo, como las cartas que el escritor romántico Washington Irving le dedica a los Osborne para agradecerles las atenciones durante su estancia en El Puerto en el verano de 1828, momento en el que comienza a escribir Cuentos de la Alhambra. Es el caso también de la carta que la escritora Cecilia Böhl de Faber —cuñada de Thomas Osborne Mann— escribe en 1867, bajo el seudónimo de Fernán Caballero, para comentarle a un amigo el “bochorno” que siente de que un librero le haya cobrado por un libro suyo cuando no tenía que ser así. O los vestigios documentales del sacerdote Francis Morgan Osborne, nieto de Thomas y tutor legal del escritor J. R. R. Tolkien —autor de El señor de los anillos— a partir de 1904.
Diseño de la botella de brandy ‘Conde de Osborne’ realizado por Salvador Dalí y conservado en las oficinas de Osborne en El Puerto (Cádiz).”JUAN CARLOS TORO”
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Por ahora, el trabajo archivístico de catalogación llega hasta el siglo XIX y hasta 300 documentos son consultables —en su mayoría, transcritos— en la web de la fundación de forma totalmente libre. “Llevamos años con esto. Es uno de los archivos privados más potentes de España”, apunta Iván Llanza, director de la entidad cultural, también dedicada a la formación de jóvenes en riesgo de exclusión social. La idea es que con este trabajo de difusión —realizado con la colaboración de la Universidad de Cádiz y la Rey Juan Carlos, de Madrid— se facilite además el trabajo de los investigadores, que pueden consultar documentos tan variopintos como hojas de pedidos en los que aparecen clientes como la casa de Windsor o cargamentos de barcos a América que, de vuelta, traían cacao o pimienta.
Y eso sin contar que la de El Puerto es solo una de las sedes de los archivos de la compañía. Hay que sumar los de Anís del Mono (en la localidad barcelonesa de Badalona), los de Sánchez Romero Carvajal (originario de Jabugo, Huelva) o los de las bodegas riojanas Montecillo, todas firmas propiedad de Osborne. O el gran archivo publicitario en el que se conservan antiguos eslóganes que van de “Mujer, compra brandy para tu hombre” a “Mujer, bebe brandy”, según explica Norma Veiga, colaboradora en la digitalización del archivo y la web de la fundación. Buena parte de este bagaje publicitario se expone e interpreta en el Toro Gallery, espacio expositivo dedicado al diseño de las icónicas vallas del toro que hizo el ilustrador Manuel Prieto como imagen del Brandy Veterano en 1956.
El pintor Ramón Casas ganó el concurso convocado por Anís del Mono con su obra ‘Mono y mona’.Osborne
Por los pasillos y despachos de las oficinas de Osborne se entrevera la historia, pero también el arte. El diseño original que el artista Salvador Dalí realizó para la botella del brandy Conde de Osborne comparte estancia con las manolas que pintó Ramón Casas para los carteles publicitarios de Anís del Mono, tras ganar un concurso que convocó en 1897 el fundador de la marca, Vicente Bosch. Ahora, la compañía llega a su 250º aniversario con una agenda de actos aún en formación —ya tiene segura la publicación de un libro, la celebración de un gran acto y la designación del chef Ángel León como embajador— y con la incógnita de cuántos tesoros aún quedan por salir a la luz. “Esto es como un yacimiento arqueológico, sabes que está ahí, pero aún no lo puedes descubrir”, tercia Llanza con ilusión.
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