El nuevo presidente de El Salvador, Nayib Bukele, dio por cerrada la etapa de posguerra del país centroamericano con su llegada al Ejecutivo y prometió, durante su primer discurso, dejar un legado histórico al concluir su mandato.
“Vamos a pensar en grande, vamos a dejarle un legado al pueblo salvadoreño que no se borre con la historia”, dijo Bukele, de la derechista Gran Alianza por la Unidad Nacional, durante el acto de investidura celebrado en la plaza Capitán General Gerardo Barrios, en San Salvador.
El empresario de 37 años comenzó su intervención reiterando las promesas que hizo en febrero pasado, tras ganar las elecciones presidenciales en primera vuelta, de convertir a El Salvador en un país “pujante, vigoroso y vibrante”.
“Tenemos solo cinco años, no para pasar la página de la posguerra, no para derrotar el bipartidismo, esas cosas ya las hicimos. Tenemos cinco años para hacer de El Salvador un ejemplo para el mundo de que un pueblo puede salir adelante si así lo desea”, subrayó.
Tras ser juramentado por el presidente de la Asamblea Legislativa, Norman Quijano, ante cientos de invitados especiales, incluidos 7 jefes de Estado, y ciudadanos, Bukele se convirtió en el mandatario más joven de la historia democrática salvadoreña.
Sin dar pistas de como resolverá los principales problemas del país, Bukele pidió “unidad” a los salvadoreños, “trabajar el doble” y “dejar de matarnos”.
“Nos toca ahora a todos tener un poco de valor, asumir nuestra responsabilidad y todos como hermanos sacar adelante a El Salvador (…) no vamos a salir adelante si no nos unimos, tenemos que unirnos y asumir cada uno nuestras responsabilidades”, manifestó.
Tampoco enumeró las primeras medidas que implementará en las áreas sociales ni el rumbo de su política exterior frente a las acciones contra los migrantes en EEUU, donde viven al menos 2.8 millones de salvadoreños, y las polémicas relaciones abiertas por su antecesor con China.
Después, en una acción poco acostumbrada, el nuevo presidente pidió a sus seguidores levantar la mano derecha y jurar “defender lo conquistado” contra “todo obstáculo, enemigo, barrera y muro”.
La intervención de Bukele se vio interrumpida en un par de ocasiones por los asistentes, quienes gritaban “sí se pudo” y “devuelvan lo robado”, un lema que popularizó el mandatario durante la campaña en referencia a los partidos tradicionales vinculados a casos de corrupción.
Estas mismas personas, durante los actos protocolarios previos a la toma de posesión, abuchearon a los diputados del Congreso y al presidente saliente, Salvador Sánchez Cerén.
Por otra parte, Bukele indicó que durante su mandato se “invertirá más” en la niñez para que en “el futuro tengamos el país que todos queremos”.
Como una de sus primeras acciones en favor de la igualdad de género, anunció que su Gabinete tendrá “igual número de hombres y mujeres”, y apuntó que las féminas fueron seleccionadas por sus “capacidades”.
Hasta antes de la toma de posesión, Bukele únicamente había designado a las ministras de Relaciones Exteriores, Vivienda, Cultura, Educación, Desarrollo Local y Turismo. Los nombres del resto de miembros del equipo de Gobierno aún se desconocen.
Con este acto, el país centroamericano completó su segunda transición política en la etapa democrática. La primera se dio en 2009 con la llegada al poder de Mauricio Funes, de la exguerrilla Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), tras 20 años de gobiernos de derecha.
También se consuma la ruptura del bipartidismo que la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y el izquierdista FMLN, partido que lo expulsó en 2017, mantuvieron durante tres décadas.
Bukele, el sexto presidente desde el final de la guerra civil (1980-1992), asume el Ejecutivo ante las grandes expectativas de la población de acabar con la violencia de las pandillas, la corrupción y mejorar la situación económica.
Estos problemas llevaron a su antecesor a concluir su gestión como el presidente peor evaluado de las últimas cinco Administraciones, según un sondeo publicado recientemente.
En el acto estuvieron los presidentes de Bolivia, Evo Morales; de Colombia, Iván Duque; de Costa Rica, Carlos Alvarado; de Panamá, Juan Carlos Varela; de República Dominicana, Danilo Medina; de Guatemala, Jimmy Morales, y de la República Árabe Saharaui Democrática, Brahim Gali.
A este evento no fueron invitados los jefes de Estado de Honduras, Juan Orlando Hernández; Nicaragua, Daniel Ortega; y de Venezuela, Nicolás Maduro, calificados como “dictadores” por Bukele.
Portavoces de la numerosa comunidad salvadoreña en Estados Unidos pidieron el viernes a Bukele que recuerde que “un tercio” de la población del país vive en el exterior y que esos emigrantes necesitan de su “abogacía”.
“La gente no emigra porque quiere o porque en caravana se vienen a divertirse a Disneylandia”, dijo a Efe Martha Arévalo, directora ejecutiva del Centro de Recursos Centroamericanos (CARECEN).
“La gente emigra para sobrevivir, por eso queremos que el nuevo presidente vaya a la raíz, para que la gente no se venga, incluso a pie, a Estados Unidos”, apuntó.
Según cifras del Banco Central de Reserva de El Salvador, en 2018 ingresaron al país “en concepto de remesas familiares” 5.468,7 millones de dólares. “El dinero que los salvadoreños mandan es lo que mantiene fortalecida la economía”, señaló Arévalo.
“Por eso urge que el nuevo presidente abogue por nuestra gente con Estatus de Protección Temporal (TPS), porque son casi 200,000 personas que, si los deportan, afectará el apoyo económico a las familias y al país”, apuntó.