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‘Delicatessen’ de fusión cultural


En 1010, los bereberes prendieron fuego por los cuatro costados a Medina Azahara, la impresionante ciudad califal que cien años antes había erigido Abderramán III a unos ocho kilómetros de Córdoba. El Salón Rico, el edificio donde el sucesor de Mahoma recibía a las delegaciones extranjeras y donde se celebraban los actos más solemnes -la joya más exquisita del complejo palaciego-, desapareció bajo las llamas. Año 2020. A pesar de haber sido reconstruido casi en su totalidad, no abre sus puertas. Las obras están paradas desde hace ocho años. Un enrevesado procedimiento administrativo –más complicado de encajar que los miles de fragmentos de piedra con motivos vegetales y geométricos que cubrían las paredes de estas dependencias reales– lo impide. La comunidad científica consultada por EL PAÍS observa el proceso con estupefacción. La nueva Administración ha reemplazado a los anteriores investigadores del yacimiento, se han abandonado proyectos como la excavación del edificio oficial que controlaba la entrada a la ciudad y, además, se ha rescindido unilateralmente el contrato con la constructora que estaba rematando las obras. Medina vuelve a arder como hace exactamente 1010 años.

El Salón Rico, el principal edificio que conformaba Medina Azahara, ocupa unos mil metros cuadrados. Es cuadrado y está dividido por dos arcadas interiores. En él, y en su jardín aledaño, Abderramán y sus sucesores llevaban a cabo las principales recepciones políticas y religiosas. Comenzó a excavarse en los años cuarenta del siglo pasado y su reconstrucción se inició unos diez años después. Pero no fue hasta 2008, cuando la Junta de Andalucía adjudicó a la constructora Estudio Métodos de la Restauración (EMR) por 1,1 millones los trabajos definitivos de restauración y nombró al arquitecto Antonio Tejedor director de las obras. Pero ambos duraron poco en sus puestos porque en 2010 el arquitecto enfermó y se nombró en su lugar a su colega Pau Soler. EMR cedió su contrato –una operación legal y refrendada por la Junta de Andalucía– a Bauen, constructora especializada en proyectos de rehabilitación y de restauración de Patrimonio por toda España y que contrata con todo tipo de administraciones

Pero con la nueva dirección de obras, se descubrió en 2011 que Abderramán III había ordenado cubrir el suelo del salón con un exquisito mármol rosa portugués extraído de las canteras de Estremoz. Por eso, para llevar a cabo la restauración con la mayor pulcritud posible, debía utilizarse el mismo material. Bajo las losas que quedaban se halló también lo que los expertos llaman “camas históricas”, las huellas de la fijación del pavimento que Soler decidió que quedasen visibles a los visitantes. Los costes se elevaron aproximadamente un 10%.

El 30 de noviembre de 2011, una orden de la Consejería de Cultura aprobó la modificación “por causas técnicas imprevistas”. Pero Tejedor, en ese tiempo, se recuperó de su enfermedad y pidió volver a la dirección. El 16 de diciembre de 2011, se le concedió el reingreso. Soler fue despedido e indemnizado. Sin embargo, la Consejería de Cultura emitió el 27 de abril de 2012 una resolución “mediante la cual se acuerda la suspensión temporal total de las obras en tanto en cuanto no se aprobase un proyecto modificado que recogiese las causas técnicas no previstas a la hora de redactar el mismo, así como por entender que la sustitución de la dirección facultativa principal no se realizó de la forma prevista en la legislación de contratos del sector público”. Las obras quedaron definitivamente paradas. Los jurídicos de la Junta no sabían por dónde salir.

En noviembre de 2017, la Junta emitió finalmente una propuesta de “resolución del procedimiento de revisión de oficio proponiendo que se declarara la nulidad” de, al menos, cinco resoluciones tomadas por el propio Gobierno andaluz: el proyecto modificado, la autorización de las obras, los nombramientos… De hecho, en 2019, el nuevo Ejecutivo autonómico –pasó del PSOE al PP– anuló el contrato con Bauen ante el embrollo administrativo. Era necesario, por tanto, realizar una nueva adjudicación.

Pero mientras tanto, la constructora reclamó el casi medio millón de euros que, según ella, le debía la Junta: trabajos ya ejecutados, intereses de demora, lucro cesante, mantenimiento, obras sin pagar… El Gobierno andaluz le hizo una contraoferta: la mitad de lo solicitado. Por eso, si no se llega a un acuerdo, la empresa no descarta acudir a los tribunales y Medina Azahara emprendería el camino judicial. Un mínimo de tres o cuatro años más de retrasos.

En las navidades de 2019, el director hasta entonces de todo el conjunto monumental (más de 100 hectáreas de yacimiento) –no solo del Salón Rico–, Alberto Montejo, fue sustituido por el también arqueólogo Antonio Vallejo, que ya ocupó el cargo entre 1985 y 2013, con Gobiernos socialistas, y que decidió dar un giro a las investigaciones arqueológicas llevadas hasta el momento.

Los expertos consultados explican que lo primero que Vallejo decidió cerrar fueron dos de las grandes excavaciones del conjunto, dentro del Proyecto General de Investigación quinquenal entre el Conjunto de al-Zahra, el Instituto Arqueológico Alemán y la Universidad Autónoma de Madrid. En concreto, quedaron paralizadas las investigaciones del edificio oficial adyacente a la gran plaza de la ciudad –se supone que allí se acuartelaba la policía del califa – y la puerta monumental que daba acceso por el este al enorme espacio rectangular situado frente al palacio de Abderramán III.

“Han decidido emprender excavaciones por la parte norte de Medina Azahara, contempladas también dentro del proyecto general de investigación. Están en todo su derecho, pero no tiene sentido empezar unas cuando están otras sin finalizar y taparlas”, indican fuentes académicas. Por su parte, el Instituto Arqueológico Alemán, que trabaja en excavaciones en todo el mundo, rehúsa manifestarse sobre Medina Azahara. Fuentes de esta institución, que depende del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, solo alegaron “sin comentarios”.

Además, la idea de la nueva dirección del conjunto monumental es retomar los trabajos de reposición del ataurique –los miles de trozos decorados que cubrían las paredes– del Salón Rico sin contar con la arqueóloga responsable de dichos trabajos, que estuvo contratada durante dos años por el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, entre 2013 y 2015, siendo director del conjunto arqueológico José Escudero (2013-2017). Una intervención que fue alabada por el profesor Attilio Petruccioli, evaluador de la candidatura de Medina Azahara a Patrimonio Mundial, reconocimiento internacional que logró en 2018.

Igualmente, una importante multinacional norteamericana de la informática, interesada en desarrollar una aplicación basada en inteligencia artificial para recomponer el medio millón de fragmentos sin encajar del yacimiento (faltan por colocar unas 2.600 piezas en el Salón Rico), ha decidido abandonar el proyecto ante los cambios acaecidos en el conjunto arqueológico. Hasta ahora el trabajo se viene haciendo de forma intuitiva y manual.

Por su parte, fuentes del Ministerio de Cultura reconocen “la complicada situación que está atravesado Medina Azahara”, pero admiten que no pueden hacer nada, ya que este Bien de Interés Cultural y Patrimonio Mundial de la Unesco “es competencia exclusiva de la Junta de Andalucía”.

Este periódico no ha conseguido en la última semana la versión de la Junta de Andalucía.


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