Dembélé sacó de un apuro mayúsculo al Barça. El francés doblegó las manos de Ramón Juan en la prórroga, la tercera del equipo azulgrana en ocho días, después de un ejercicio de esterilidad nunca visto porque los barcelonistas fallaron hasta dos penaltis, ambos rechazados por el meta del Cornellà, el héroe de la noche y, a sus 21 años, símbolo del club del Baix Llobregat. Las paradas de Ramón Juan dejaron al Barcelona tan expuesto como en su día al Atlético y al Madrid. No había manera de abatir al meta en un partido en el que le iba la vida al Barça, distanciado en la Liga, mal parado en la Champions, derrotado en la Supercopa y superviviente en la Copa por la rebeldía de Dembélé.
El francés evitó el escarnio colectivo y se redimió individualmente después de fallar un penalti que reflejó el partido de Cornellà. Tiró al centro y Ramón Juan rechazó la pelota con el pie derecho, sin apenas moverse, igual de resolutivo que en la pena máxima anterior ante Pjanic. El arquero negó reiteradamente a un Barça errático, sin puntería ni colmillo, expuesto a cualquier accidente, como si no quisiera marcar en ausencia del sancionado Messi.
El partido se jugó al ritmo del Barça. Los azulgrana tomaron la pelota y exigieron defensivamente al Cornellà. Las ocasiones, sin embargo, escasearon al inicio porque los delanteros no entraban en juego y a los volantes les faltaba tiro de media distancia a pesar de la presencia de Pjanic. El bosnio tocaba mucho sin que el equipo llegara a ningún sitio, falto de fútbol y sin sorpresa, excesivamente centrifugado, reducido por el sistema de contención dispuesto por Fernández Romo. El interés quedó reducido a las jugadas a balón parado, especialmente en los saques de esquina, la suerte que decide muchos de los partidos desigualados de la Copa.
La estrategia iguala cualquier contienda y habitualmente desestabiliza al Barcelona, falto de organización defensiva, resguardado en la envergadura y coraje de Araújo. El uruguayo intimida con su físico en su área y en la contraria, tocado a la salida de un córner por Estellés. El árbitro pitó penalti sin que nadie protestara en Cornellà. Las dudas embargaron en cambio al Barcelona. Griezmann se desentiende de los tiros de 11 metros, reiterativo en el fallo, y tampoco quiere saber nada Braithwaite, torpe ante el Eibar. La estadística favorecía a Pjanic hasta que su chut a media altura y a la derecha del portero fue rechazado por Ramón Juan.
El meta con casco del Cornellà se creció ante Pjanic y complicó el encuentro para el Barcelona. A falta de espacios, atropellados los futbolistas en una cancha de césped artificial, fallar un penalti supone una condena para el equipo obligado a marcar las diferencias, con el juego o con las jugadas, ninguna tan agradecida como la pena máxima salvo que el beneficiado sea el Barça. No atinó Pjanic con la pelota quieta ni acertaron Griezmann y Braithwaite en sus desmarques ni en sus disparos. Los delanteros no daban pie con bola para desespero de los medios y de Koeman. La pifia más clamorosa fue de Braithwaite cuando se quedó solo ante Ramón.
Inocuo Trincâo
Dembélé ya estaba en el campo cuando se venció el danés después de que el entrenador hubiera sustituido a Riqui Puig. El volante preferido de la Masia no tuvo ninguna incidencia en el partido, menos participativo incluso que el debutante Ilaix Moriba, un centrocampista de 18 años que por su físico comparan a Pogba.
No destacaban los suplentes y los titulares tampoco marcaban la diferencia en las situaciones de superioridad, erráticos en el mano a mano con el arquero, sobre todo Griezmann en un remate franco ante Ramón. El desacierto azulgrana envalentonó al Cornellà y propició una contienda abierta, con opciones de gol en ambas porterías.
Aguantaba bien el Cornellà y no resolvía el Barça. Había muchos jugadores inocuos, ninguno tan apático como Trincão. Vivía el Barça de Araújo y Neto intervenía más que Ramón. Koeman se impacientó tanto que recurrió a Busquets y Pedri. Los cambios agitaron al equipo y el partido giró a favor del Barça con un penalti de Pol Moreno a Lenglet. Y entonces falló Dembélé. El portero se agrandó y se achicaron los delanteros azulgrana hasta que llegó la prórroga y el francés enganchó un tiro que venció al meta.
El 0-2 de Braithwaite fue un regalo de Pedri cuando ya resoplaban los barcelonistas y se había rendido el Cornellà, sostenido hasta la prórroga por Ramón Juan. El acierto del meta fue tan reconocido como recriminados resultaron los puntas del Barça. A los azulgrana les faltó pegada después de renunciar al juego, tan presionado que le dan ataques de pánico en el punto de penalti (10 aciertos sobre 17 este curso) incluso en Cornellà. Nadie se reivindicó en una cita dispuesta para que los suplentes pidieran paso tras la derrota de los titulares en la Supercopa.
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