El bien contra el mal o, dicho de otro modo, Andrés Manuel López Obrador contra el neoliberalismo. Así es, a grandes rasgos, la realidad mexicana según el relato del profesor. De un lado, están “los dominados” o la clase trabajadora, personalidades como Lázaro Cárdenas –el presidente que nacionalizó la industria petrolera en 1938– y académicos como el teórico marxista David Harvey. Del otro, un abultado saco de enemigos o “dominadores”: el billonario Carlos Slim y la “oligarquía empresarial”, el “capitalismo neoliberal” impulsado por el economista austriaco Friedrich Hayek, y mandatarios como el expresidente derechista Felipe Calderón (PAN), uno de los principales críticos de la actual Administración.
“El neoliberalismo está en contra de la democracia”, resume Julio Galán, el instructor. “Y utiliza todo el poder estatal en su favor”. Edna Rivera, maestra y militante de 54 años, está de acuerdo con la lección: “El neoliberalismo no es algo abstracto. Nos ha afectado diariamente”, explica esta precandidata a diputada estatal por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el partido del presidente y fuerza hegemónica de la izquierda mexicana.
Una treintena de militantes y políticos novicios como Rivera asiste a un taller de cinco días en una austera sala de conferencias en Ciudad Victoria, capital de Tamaulipas, un Estado al noreste de México donde gobierna la derecha. El objetivo es formar a los candidatos de Morena para la batería de elecciones locales que se celebrarán en seis Estados del país a principios de junio. “Para la mayoría, Hayek es una novedad”, explica Galán, de 32 años, licenciado en Ciencias Políticas y encargado de impartir el bloque económico a un grupo que incluye desde amas de casa a trabajadores rasos, casi todos sin experiencia política previa. “Trato de exponer la información con un lenguaje claro y sencillo”, dice este joven politólogo.
Detrás de las clases está el Instituto Nacional de Formación Política (INFP), un órgano autónomo de Morena que tiene vocación de convertirse en el brazo ideológico de la “Cuarta transformación”, el término con que López Obrador ha bautizado a su Administración. El plan de trabajo para 2019, que acaba de ser aprobado por la dirección, marca como misión principal “elevar la cultura política” de una militancia que ha crecido muy rápidamente y que abarca un espectro ideológico amplio.
Dirige el proyecto Rafael Barajas, alias El Fisgón, un conocido caricaturista que se forjó en el trotskismo y que forma parte del núcleo de intelectuales que acompaña a López Obrador desde su primer intento frustrado por alcanzar la Presidencia en 2006. “Es preciso entender quién es el enemigo y cuáles son sus armas. Muchos de los militantes tienen muy claro que están descontentos, pero no entienden cómo funciona el neoliberalismo”, dice el dibujante, en unas oficinas decoradas con fotografías de los líderes revolucionarios Emiliano Zapata y Pancho Villa, dos referentes del presidente. “Entender los procesos te cambia la vida”.
En 2019 Morena destinará al INFP poco menos de 400 millones de pesos, unos 20 millones de dólares, lo que supone la mitad del presupuesto anual del partido. El importante apoyo financiero refleja una preocupación por el futuro del llamado “partido-movimiento” fundado por el mandatario en 2012 para intentar un tercer asalto al trono presidencial, que se saldó con victoria. Pero este momento de gloria, asegura Barajas, también entraña riesgos. “Las derrotas del PT [el Partido de los Trabajadores, del expresidente Lula da Silva] en Brasil y del kirchnerismo en Argentina tiene un origen común: cuando llegaron al poder se llevaron a todos los cuadros valiosos y los partidos se vaciaron”, señala. “El Instituto es un mecanismo para evitar que se dé este vacío. No se puede descuidar al partido”.
Evitar que se vacíe, pero también que se llene de gente contraria a la identidad del partido. Oficialmente, Morena tiene poco más de 300.000 afiliados, según datos del Instituto Nacional Electoral para 2017, pero fuentes internas sitúan la cifra actual por encima de los dos millones. Esta explosión en el número de afiliados obligó a la dirección a echar el freno poco después de la victoria de julio pasado. Tras más de medio año sin admitir a nuevos militantes, se prevé que el partido vuelva a abrir sus puertas a finales de 2019, pero esta vez el flujo de reclutas será más controlado. El plan de trabajo del INFP advierte de la necesidad de “ser cautelosos” y se arroga la tarea de “filtrar” a los interesados a través de una primera ronda de formación.
Clases de historia, economía e igualdad de género
El menú formativo combina clases básicas de historia y economía con otras de orientación más práctica como “métodos para la construcción de agendas locales” o “resolución no violenta de conflictos”. Los profesores salen de la intelligentsia y del aparato gubernamental morenista. Está previsto que la esposa del presidente, la escritora Beatriz Gutiérrez Müller, imparta clases sobre el estadista Francisco I. Madero, figura clave de la Revolución mexicana. También participará Irma Eréndira Sandoval, secretaria de la Función Pública y esposa de John Ackerman, consejero honorario del INFP, profesor de derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y uno de los académicos más cercanos a López Obrador.
A estos profesores ocasionales se les sumará un ejército de formadores. En un primer momento, serán alrededor de 600 jóvenes -un número que con el tiempo podría doblarse o hasta triplicarse- que tendrán como misión peinar el país y predicar el evangelio morenista más allá de los militantes. El objetivo es organizar al menos un evento en cada uno de los 2.458 municipios del país durante este año. A largo plazo se busca en estos formadores “una generación de relevo” para asegurar el futuro del partido.
“Necesitamos hablar el mismo idioma y poco a poco se va a ir dando”, asegura el filósofo Juan Manuel Contreras Colín, uno de los encargados de formar a la militancia en ética política. Hasta ahora, el idioma morenista ha tenido varios dialectos en temas como la despenalización del aborto, uno de los que más divide. La secretaria de Gobernación y número dos del Ejecutivo, Olga Sánchez Cordero, se ha pronunciado a favor de la legalización, mientras que otros integrantes del partido se mantienen firmemente en contra –en marzo, la senadora Lilly Téllez lo tachó de “asesinato” y dijo que debía castigarse–. El mismo López Obrador no se ha posicionado públicamente ni a favor ni en contra.
Frente a este abanico de posturas, el INFP busca decantar la balanza a favor del ala izquierdista del partido. “Ojo, Lilly Téllez viene del PAN”, señala Barajas, sobre la antigua militancia de la senadora en el partido de derechas. “Entraron sectores que no están del todo convencidos con el ideario de la izquierda. Lo que nosotros queremos es poner en el centro del debate los temas de izquierda y es irrenunciable que no se debe castigar a la mujer por la interrupción del embarazo”. La formación en igualdad de género es una pata de los cursos a militantes.
Quedan menos de tres meses para las elecciones de Tamaulipas, unos comicios que permitirán engrasar las ruedas del INFP de cara a las legislativas de mitad de mandato, previstas para 2021. La militante y precandidata Edna Rivera se declara lista para luchar desde la “trinchera” de la política institucional. Su lema girará entorno a la idea de esperanza: “A Tamaulipas todavía no ha llegado la Cuarta Transformación”, explica. La cruzada contra el neoliberalismo, enemigo de múltiples rostros, no ha hecho más que empezar.
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