Tres hombres acribillados a balazos en una iglesia, dos sacerdotes jesuitas y un guía turístico conocido en la zona. Dos más desaparecidos, una casa incendiada y la incertidumbre por el paradero de una mujer y su hijo que vivían ahí y fueron localizados después sanos y salvos. Veinticuatro horas de plomo y terror patrocinadas por José Noriel Portillo Gil, alias El Chueco, según las autoridades. Un líder del narco local, que funge como un cacique en el corazón de la sierra Tarahumara, donde se encuentra Cerocahui, en Chihuahua. En este municipio rural, indígena y pobre de México, de unos 1.000 habitantes, donde habitualmente todo lo malo que sucede se invisibiliza con la misma naturalidad que las necesidades básicas de sus habitantes, se ha concentrado el horror del narco una vez más. La Fiscalía estatal ha reconstruido las últimas horas de fuego en este pueblo. Y todo comenzó con un partido de beisbol.
Para entender cómo los balazos se colaron al interior de la iglesia donde estaban los jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, que corrieron a auxiliar al guía Pedro Palma, es necesario remontarse al domingo. El equipo que financiaba El Chueco había perdido, se desató una disputa entre los presentes y fue ahí donde se prendió la mecha. El líder del narco local no podía aceptar una derrota. Un mensaje de debilidad para un hombre que desde hace al menos cinco años ha hecho y deshecho en estas tierras lo que le ha parecido, con el poder de una veintena de hombres y sus pistolas. Aliado al cartel de Los Salazar, brazo armado del temido cartel de Sinaloa.
El lunes, El Chueco y sus fusiles llegaron a la casa de los hermanos Paul y Armando B., que habían participado en el partido de beisbol y derrotado a sus rivales. Según las declaraciones de un testigo, el criminal disparó contra Paul, secuestró a Armando y, después, prendió fuego a la vivienda. Los dos se encuentran desaparecidos. En el domicilio había también una mujer y su hijo que fueron declarados como desaparecidos. Se sabe que tenían una relación familiar con los hermanos, pero nada más. Este miércoles las autoridades confirmaron que habían sido localizados con vida.
Ni el fuego de la casa, ni el secuestro de dos personas, fue suficiente para que alguna autoridad impidiera que El Chueco y sus hombres siguieran paseando impunemente por el municipio. Y el terror se extendió por Cerocahui. Sus habitantes se quedaron solos, conscientes de que el poder real era ese y ni rastro del Estado.
Vista aérea del arribo de personal militar a la iglesia en Cerocahui, Chihuahua, el 22 de junio de 2022.Christian Chavez (AP)
Horas más tarde, Pedro Palma estaba comiendo con un grupo de turistas en el lujoso hotel Misión Cerocahui, conocido por los turistas que hacen la ruta del tren de El Chepe entre las Barrancas del Cobre, con precios por noche de habitación que rondan los 200 dólares. Los testigos contaron a la policía que el conocido guía “interactuó” con El Chueco ahí mismo. No se han dado a conocer los detalles de lo que pudo ser una discusión. Después, el criminal, ordenó su secuestro.
La Fiscalía cuenta que Palma logró escapar, tras haber recibido severos golpes. Y huyó hasta la iglesia del pueblo. Los sacerdotes, Javier Campos y Joaquín Mora, corrieron al escuchar el escándalo en el templo. Uno de ellos se acercó para auxiliarlo, lo mataron delante de él y el cura fue también asesinado. El otro trató de calmar al sicario, según contó uno de sus compañeros, el religioso Javier Ávila, y fue acribillado a sangre fría. Los criminales arrastraron sus cuerpos hasta una camioneta, según un sacerdote que estaba ahí y logró sobrevivir a la matanza, y huyeron. Los cadáveres de Campos, Mora y Palma fueron encontrados este miércoles.
Las autoridades pusieron entonces en la mira a El Chueco. Ofrecieron el miércoles una recompensa histórica de cinco millones de pesos (unos 250.000 dólares) por una pista sobre el paradero del criminal. Y el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha pedido también la colaboración del Gobierno de Estados Unidos para localizarlo, por si decidió recorrer los 600 kilómetros que separan el municipio de la frontera.
Este jueves la Fiscalía ha anunciado la detención de dos hombres armados hasta los dientes, César Iván P. P. y Humberto B. C., que huyeron de los cuerpos de seguridad cuando estos se los toparon en una carretera local. Uno de ellos es el primo de Portillo Gil. El Ejército, la Guardia Nacional y las fuerzas estatales siguen buscando al capo.
El Chueco había sido fichado por la policía hacía cinco años, cuando atacó la sede de la Agencia de Estatal de Investigaciones en Urique, cabecera municipal de Cerocahui, en 2017. Y sobre todo, se convirtió en el enemigo público de la región tras el asesinato del profesor estadounidense Patrick Braxton-Andrews, que según la información oficial fue acribillado tras ser confundido con un agente de la DEA (Agencia Antidrogas de Estados Unidos) en octubre de 2018. Pese a las promesas del gobernador de entonces, Javier Corral, el narco nunca fue detenido por este crimen.
El fiscal del Estado de Chihuahua, Roberto Fierro, durante una conferencia de prensa en la que anunció la recompensa de 5 millones de pesos mexicanos por el presunto asesino de los dos padres jesuitas, José Noriel Portillo Gil, “El Chueco”, el miércoles 22 de junio de 2022.Fiscalía General del Estado de Chihuahua
Y siguió matando. Está acusado también de haber participado en el secuestro y asesinato del activista Cruz Soto Caraveo en 2019. Soto era integrante del Colectivo de Familias Desplazadas Forzadamente de la Sierra Tarahumara y fue encontrado sin vida el 19 de octubre de 2019, seis días después de que fue denunciada su desaparición en la comunidad de Los Llanos, municipio de Guazapares, tras haber asistido a una reunión con autoridades locales, según informa el periódico Reforma.
El crimen múltiple en la sierra Tarahumara se gestó desde el domingo, aunque no escaló a la indignación internacional hasta la presión de la comunidad jesuita el martes. El papa Francisco se manifestó contra la ola de violencia que sacude a México desde hace años, decenas de organizaciones religiosas, así como poderosos nombres en el mundo académico, cultural y político, mostraron su dolor por las muertes de sus “hermanos” y la impunidad con la que opera el crimen organizado en el país. Hay al menos tres víctimas más: Pedro Palma y los hermanos Paul y Armando, cuyos cuerpos siguen en paradero desconocido. Pero para que alguna autoridad persiga a El Chueco y frene la sangría que provoca en la sierra, han sido necesarios los balazos en la iglesia.
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