Detenido un hombre de 78 años por abusar durante años de su nieta


Tenía siete años cuando su abuelo comenzó a abusar de ella. Aprovechaba las ocasiones en las que sus padres la dejaban en su casa y su nieta se iba a echar la siesta. Entraba en el cuarto y le realizaba tocamientos sin que su abuela pudiera sospechar nada. La joven guardó silencio durante 20 años, hasta que en una reunión familiar no pudo más y relató lo sucedido. Su padre, el hijo del presunto abusador, denunció inmediatamente los hechos a la Policía Nacional de Dos Hermanas (Sevilla), que el 4 de marzo detuvo al hombre, de 78 años, por un delito de abusos sexuales.

“Los abusos se prolongaron durante años”, relatan fuentes de la investigación. “La niña nunca llegó a pedir ayuda ni a contárselo a ninguno de sus progenitores”, explica la nota difundida por la Policía Nacional. Es un patrón que se repite en los casos de abusos contra la infancia, las víctimas tardan en procesar lo sucedido y en poder hablar de ello. Dos décadas después, la joven fue capaz de “narrar el sufrimiento padecido”, del que ninguno de sus familiares había tenido constancia jamás, según el relato oficial. El supuesto agresor ya está a disposición judicial.

El último caso de abusos sexuales durante la infancia de Dos Hermanas responde al perfil de menores víctimas de abusos y agresiones sexuales que la Asociación de Mujeres Juristas Themis publicó en un estudio a finales de 2020. El documento concluye que el 72% de las víctimas son niñas y la mayoría tiene entre cinco y 12 años cuando comienzan los abusos. Además, la violencia sexual sobre menores es perpetrada por hombres en el 98% de los casos analizados y en el 74% de las ocasiones el agresor pertenece al ámbito familiar o al entorno de la víctima. El lugar que elige para atacar es el domicilio de la niña (33,5%) o el suyo propio (31%). La Fundación Anar, por su parte, advierte en un estudio sobre las llamadas que ha recibido su organización, presentado a finales de febrero, que las agresiones contra niños y jóvenes se han cuadruplicado en los últimos 12 años. “El caso de Dos Hermanas responde claramente a un patrón”, explica María Ángeles Jaime de Pablo, directora de la Asociación de Mujeres Juristas Themis.

En los casos de abusos en la infancia “es muy difícil una detección temprana”, explica Jaime de Pablo. “Primero porque son muy niñas y no pueden identificar que lo que les pasa es negativo porque el adulto se aprovecha de su situación de asimetría, de su influencia, y les obliga a guardar silencio, les dice que es un secreto…”, explica. La jurista llama la atención sobre el proyecto de Ley Orgánica de protección integral a la infancia y a la adolescencia frente a la violencia, que se está tramitando en las Cortes generales y que amplía el plazo de prescripción de este tipo de delitos estableciendo el momento a partir del que este se empieza a contar desde que la víctima cumpla 30 años. “Esto va a favorecer su persecución, limitando a impunidad del agresor”, explica Jaime de Pablo.

A la dificultad que conlleva para un menor discernir que se está siendo víctima de abusos sexuales, si estos se prolongan en el tiempo —como en el caso de Dos Hermanas―, se suma el sentimiento de culpabilidad. “El sentimiento de vergüenza va creciendo, empieza a pensar que debería haberse resistido y se trata de minimizar, olvidar e incluso naturalizarlo”, expone Beatriz González, fundadora y directora de las Somos Psicología y Formación. “Muchas víctimas vienen a terapia por otros problemas y acaban aflorando episodios de violencia sexual en la infancia”.

Los agresores suelen ser parientes

Los menores víctimas de abusos sexuales suelen ser especialmente vulnerables y su agresor generalmente se aprovecha del entorno de las víctimas. “Suelen ser siempre parientes, un profesor, un entrenador… Esto genera una situación de agresión permanente que si se prolonga en el tiempo agrava las secuelas”, explica Jaime de Pablo. “En el caso del entorno familiar se generan sentimientos contradictorios porque se junta la figura del abuelo, el padre o el tío al que se supone que quieres y que quiere, con el de la persona que intenta abusar de ti”, abunda González.

En estas situaciones, para la víctima se hace muy difícil denunciar o pedir ayuda en el seno familiar, como ha ocurrido en Dos Hermanas, de acuerdo con el relato policial. “Cuanto más lejano es el vínculo con el agresor menos complicado resulta”, sostiene Amparo Díaz Ramos, abogada experta en violencia machista y trata. “En algunos casos el propio entorno se niega a creer a la víctima”, añade. A veces, aunque se crea el relato también trata de minimizarse: “Ha pasado mucho tiempo, el abuelo está mayor, para qué remover esto ahora…. Son episodios que nos han contado las personas que han venido a terapia”, indica González.

La casuística es muy variada y depende de las circunstancias concretas. Hay ocasiones, como detalla la presidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis en que una denuncia “hace surgir revelaciones y de repente surgen otros casos vinculados alrededor”. En el de Dos Hermanas, el padre de la víctima creyó las acusaciones de su hija hacia su abuelo, que era su propio padre, y no dudó en denunciar de inmediato. Los investigadores no han ofrecido información sobre la relación familiar, pero para González la actitud del progenitor denota “una absoluta confianza en su hija”. “Cuanto más consolidada y sólida es la estructura familiar es más fácil la comunicación”, sostiene.


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