No al diálogo con los independentistas catalanes. No a los indultos a los condenados por el procés. No al proyecto de la ley de seguridad nacional. Y no a la armonización fiscal de las comunidades autónomas. Isabel Díaz Ayuso ha convertido su reunión de este viernes con Pedro Sánchez en La Moncloa en una demostración de su oposición a las principales iniciativas del Gobierno central. Una cita en la que el jefe del Ejecutivo ha constatado que el principal bastión de la oposición del PP a su Gobierno no está en el Congreso, con Pablo Casado, sino en Madrid, con Díaz Ayuso.
“Los intereses de España y los de Sánchez en estos momentos son distintos”, ha dicho la presidenta de Madrid en una rueda de prensa en la sede del Gobierno nacional, donde ha denunciado “un cambio de régimen”. “Las decisiones de Sánchez nos conducen a una ruptura del orden constitucional, a un cambio de país, si nada lo impide. España está secuestrada en manos de minorías que la odian, incumplidores de la ley que son premiados mientras se castiga a los que cumplimos”, ha reprochado a unos nacionalismos que ha calificado de “voraces” y que ha definido como “un lobo hambriento”. Y ha rematado: “Mi principal misión en esta reunión ha sido recordarle al presidente cuál es nuestro proyecto como Comunidad, y preguntarle cuál es el suyo y cuánto cuesta el chantaje independentista, y si va a permitir que le roben España a los españoles. Si sigue por este camino, tocará decidir entre su futuro o el futuro de España”.
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“Desde el primer día, el presidente Sánchez ha trabajado por la unidad de España”, ha contrapuesto la portavoz gubernamental, María Jesús Montero. “Lo que no sería bueno es que la necesaria relación institucional de lealtad que tiene que producirse para ser capaces de andar en una mínima dirección, al menos en lo básico, se convierta en una plataforma de reivindicación sobre cuestiones que nada tienen que ver con esas instituciones, y para las que ya hay otras plataformas [como el Congreso, o el Senado]”, ha añadido. “Más allá de que pueda haber reflexiones globales sobre la situación del país [por parte de los presidentes autonómicos], lo que le interesa al presidente es priorizar en la singularidad de los territorios”.
Así, Díaz Ayuso le ha solicitado a Sánchez que active los 5.000 millones de euros que hay pendientes de inversiones en la red de cercanías de Madrid; le ha pedido una EBAU única; le ha planteado que se revise la nueva ley educativa, al entender que afecta a la educación concertada y especial; y también que ayude financieramente a Madrid para seguir bajando las ratios alumno-profesor en sus colegios. Pero todos esos temas, como el de la nueva ley que coloca a Telemadrid bajo el control de la presidenta regional, o su rechazo a la armonización fiscal que patrocina Sánchez, han quedado relegados ante el choque directo por la política del Ejecutivo central en Cataluña.
Lo que está pasando allí, ha asegurado Díaz Ayuso, pasará en País Vasco y Navarra, y podría pasar en la Comunidad Valenciana y en las islas Baleares.
Todo empieza en la escalinata del Palacio de La Moncloa, donde los dos políticos se saludan puño contra puño, chocando los nudillos, avanzando un diálogo que tiene algo de combate. Díaz Ayuso llega a la cita precedida por una declaración (“este es el principio del fin del sanchismo”, dijo para celebrar su investidura) y con una larga lista de agravios. Sánchez defiende sus proyectos. Ambos se marchan como llegaron: enfrentados.
Desde agosto de 2019, cuando Díaz Ayuso llegó por primera vez al poder, los dos políticos han demostrado que son como el agua y el aceite. Una situación que ha beneficiado especialmente a la líder conservadora. Cada choque se ha convertido en un escalón superado en la escalera que ha permitido el ascenso de Díaz Ayuso. Si ha pasado de la desconocida que era en 2019 al referente nacional de la derecha que es en 2021 ha sido en gran medida porque se ha convertido en el imán que concentra el descontento con el Gobierno. Una estrategia coordinada entre la presidenta de Madrid y su poderoso jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, presente este viernes en La Moncloa.
Esa confrontación constante, resumida en el eslogan de la libertad, llevó a Díaz Ayuso a duplicar en las elecciones de 2021 los escaños que había logrado en 2019 (de 30 a 65). Le permitió capitalizar el cansancio con las restricciones contra la pandemia y evitar que la campaña se centrara en las muertes en las residencias (más de 5.000), el agotamiento de la atención primaria o la inoperancia legislativa de su primer Ejecutivo, que no aprobó ni Presupuestos ni leyes nuevas de calado. En paralelo, esa estrategia hundió al PSOE en la región (de 37 a 24). El único beneficio obtenido por los socialistas, si lo hubiere, ha sido contribuir a diluir el liderazgo de Pablo Casado en la oposición. La sombra de Díaz Ayuso ya es muy alargada.
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