Los cuatro alto cargos ecuatorianos que dimitieron este 5 de julio: Simón Cueva, Alejandro Rivadeneira, Ximena Garzón y Marcelo Cabrera.RR SS
La gran crisis política que estuvo a punto de llevarse por delante al presidente Guillermo Lasso en Ecuador continúa teniendo repercusiones. En las últimas horas han dimitido tres ministros y un alto cargo. Lasso, que firmó un pacto hace unos días para poner fin a las protestas indígenas que se alargaron durante 18 días por la inflación y la agenda petrolera y minera del Gobierno, se ve obligado a reformar su gabinete en un momento crítico.
Los titulares de Salud, Transporte y Finanzas, portadores de las carteras clave, se han ido y Lasso debe ahora buscarles sustitutos. Se les suma la secretaria de Educación Superior. Aunque las protestas se han detenido por el acuerdo, la estabilidad es precaria. Las organizaciones que se echaron a la calle se han dado un plazo de 90 días para comprobar si las promesas se están cumpliendo. El Gobierno se comprometió a cambiar varias leyes, pero lo que finalmente ha traído la paz a Ecuador es el compromiso oficial de que las arcas públicas asumirán el coste de 15 centavos de dólar por galón de las tres gasolinas de mayor consumo.
Las dimisiones tienen un porqué. La secretaria de Educación cae porque las clases presenciales no se han recuperado después de la pandemia, no hay suficiente presupuesto ni para pupitres. Salud tampoco funciona mejor: los profesionales de los hospitales se quejan de no hay medicinas, ni alcohol, ni algodón, ni hilo de sutura. Los propios trabajadores pedían que se declarara en estado de emergencia el sistema de salud. Y finanzas, el encargado de dotar los presupuestos, se ha mostrado totalmente ineficaz. Estas son las tres áreas que más dolores de cabeza le han dado a Lasso. No es ninguna casualidad que el intento de cambio de rumbo empiece por aquí.
Entre las promesas de Lasso destaca la derogación del decreto 95 que permitía recibir inversión privada en las actividades petroleras del Estado y a reformar el decreto 151 sobre la minería. En ese aspecto, atendió la demanda de que se haga siempre una consulta popular antes de comenzar actividad minera en las poblaciones aledañas y restringir este tipo de explotación de recursos en zonas protegidas, territorios ancestrales y en espacios considerados como fuentes de agua. Además, aceptó desactivar el último estado de excepción declarado en cuatro provincias vecinas a Quito un día antes de la paz, precisamente por la falta de expectativa que había hace pocas horas de llegar a un acuerdo.
El conflicto social estaba estancado después de un primer intento de diálogo y Ecuador seguía paralizado, tenso y con una división social cada vez más evidente después de casi tres semanas de marchas, bloqueos de carreteras y enfrentamientos con la fuerza pública. El Gobierno cedió en uno de los puntos más conflictivos, el de la gasolina, pero no lo suficiente comparado con lo que pedían las organizaciones indígenas. La protesta estaba encaminada a que se subvencionara 40 centavos de dólar de cada galón de diésel, extra y ecopaís -las gasolinas de uso popular y de transporte- de venta al consumidor. Lasso solo había accedido por decreto a que el Estado asumiera 10 centavos de lo que paga el consumidor, destinando 266 millones de dólares al año al subsidio.
El reto de Lasso es ahora estabilizar la situación de su Gobierno, que se ha mantenido en pie frente al desafío en las calles. El presidente llegó a salvar una votación en la Asamblea sobre su destitución, cuando lleva solo un año en el cargo. Ha sufrido un estallido social que ha conmocionado a la población, como ha ocurrido en otros países de la región, como en Colombia y Chile. Las protestas boicotearon la actividad productiva del país y conmocionaron a la población por la virulencia de las manifestaciones en Quito y en sus carreteras de acceso. Las mercancías y víveres no conseguían llegar desde la zona andina, donde se instalaron los bloqueos de vías, hasta las provincias de la costa. Ecuador estuvo paralizado. Lasso salvó este match ball, pero la amenaza de despertar el descontento continúa latente.
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