Djokovic está donde quería y como quería


“¿Estás de broma? ¿Qué estás haciendo?”.

La paciencia del joven Denis Shapovalov acaba de saltar por los aires. Toda la contención, el aplomo y el temple que ha demostrado el canadiense se evaporan cuando cede el segundo parcial y focaliza su frustración en el juez de silla, que no tiene la más mínima culpa de que esa bola haya tocado la línea y al que solo le queda la opción de encogerse de hombros y mirar al chico con empatía disimulada: ¿Qué se le va a hacer? Novak Djokovic carbura para entonces a toda máquina, mellando una y otra vez el ánimo de su rival, al que le enseña el caramelo y luego se lo esconde, golpeándole donde más duele y haciéndole creer que tiene alguna posibilidad cuando en realidad está todo dicho y la igualdad solo sirve para prolongar un desarrollo tramposo: Nole no hace concesiones. El serbio vence por 7-6(3), 7-5 y 7-5 (en 2h 44m), y mañana abordará su séptima final en Wimbledon en plenitud de condiciones.

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Es decir, Djokovic está exactamente dónde y cómo quería estar hace dos semanas, cuando aterrizó en Londres con el objetivo de darle otra dentellada a la historia. Entonces, visto el recorrido anual del balcánico y redoblada su amenaza con el triunfo en Roland Garros, la incógnita estaba en saber si había alguien capaz de trastabillarle en dirección a su 20º grande; esto es, hacia el equilibrio histórico con Rafael Nadal y Roger Federer.

Y, después de 13 días jugando al Quién es quién, descartando nombres y posibilidades, la única tablilla que se sostiene es la de Matteo Berrettini, que este viernes superó al polaco Hubert Hurkacz (6-3, 6-0, 6-7(3) y 6-4) y supondrá el escollo final. El italiano es, con merecimiento porque también ha firmado un trazado meritorio y poco a poco va enseñando la cabeza entre los fuertes, el único que puede torcer el paso del rey actual del circuito. Él es la última resistencia.

Hizo méritos Shapovalov para despedirse de otra forma, con al menos un set en la hucha, pero chocó contra la versión granítica de Djokovic, quien le privó de hasta 10 opciones de break; únicamente no protegió una. El serbio se encontró con un adversario contestatario y valiente que le encaró de frente desde el principio, y aún así cerró el pase a la final de mañana sin ninguna magulladura. Le negó una y otra vez, con maestría. Nadie como Nole (34 años) para conducir el juego hacia el lugar que más le interesa, hacia esa franja de tensión en la que él se multiplica y en la que al resto –los jóvenes todavía tiernos como Shapovalov, especialmente– les asalta un millón de dudas. En esa área terminal, la zona límite, se mueve como pez en el agua.

Reincidió en la semifinal, resuelta entre la incertidumbre del tie-break y otros dos envites muy parejos, decididos sobre un fino hilo. Lo tuvo cerca el canadiense, pero el de Belgrado le contuvo y se situó a un solo paso de la cima del tenis. A la hora de la verdad, Nole casi siempre se agiganta. Este domingo afrontará su séptima final en el major inglés, evento que ha conquistado en cinco ocasiones. Tiene el rey del circuito la posibilidad de encadenar su tercer triunfo consecutivo en Londres –registro que hasta ahora solo han conseguido Björn Borg, Pete Sampras y Federer– y de lograr su tercer gran título de la temporada tras los obtenidos en Australia y Roland Garros.

Enfrente estará Berrettini, de 25 años y que en estos momentos ocupa el noveno peldaño de la lista mundial. Tiene Italia motivos para alegría, pues el romano será su primer representante en la final del torneo y el cuarto que llega tan lejos en un gran escenario, después de que el ambidiestro Giorgio de Stefani (1932), Nicola Pietrangeli (campeón en 1959 y 1960) y Adriano Panatta (en 1976) peleasen por el título en Roland Garros.

En los dos duelos previos entre ambos, Djokovic logró vencer en ambas ocasiones. El primer cruce fue en la Copa de Maestros de hace dos años, sobre pista dura, y el segundo se produjo sobre la arena de París, hace poco más de un mes. Entonces, el tenista romano le arañó un set al balcánico en los cuartos, pero terminó inclinándose. “Siento que mi trabajo no ha terminado todavía. Ahora que estoy en la final, quiero el trofeo”, manifestó después de vencer a un Hurkacz desinflado. Al verdugo de Federer le pesó excesivamente la altura de la cita y únicamente se liberó un poco cuando ya se sabía perdido. En cambio, Shapovalov dio la talla.

”Ha sido mejor en los dos primeros sets”, reconoció Nole. “Seguro que en el futuro volvemos a verle por aquí”, le elogió, afilando ya las garras para el que, así lo pretende, sea su gran día.

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