Tras dos meses de convulsión y 80 días de ausencia, Novak Djokovic reapareció en la pista tal y como había dejado las cosas el pasado 3 de diciembre, cuando intervino por última vez. Visto lo visto este lunes, no hubo excesivas diferencias entre lo ofrecido en esta reaparición de Dubái –doble 6-3 al italiano Lorenzo Musetti, en 1h 14m– y lo que propuso en la despedida serbia de la Copa Davis en Madrid. En términos de juego, continuidad. A falta de pulir el engranaje y los automatismos, Nole fue esencialmente Nole, pero el regreso iba mucho más allá de lo técnico, lo táctico o lo que pudieran reflejar los dígitos del marcador. Era, ante todo, un examen anímico.
Bajo la lupa mundial desde que fuera interceptado en la aduana australiana el 5 de enero, traspasando el caso las fronteras deportivas y trascendiendo hacia el debate sobre lo legal y lo ético, e incluso la refriega política, Djokovic volvió a desempañarse donde mejor lo hace. De verde y blanco, el de Belgrado (34 años) volvió a competir y pelotear, y desde el plano estrictamente tenístico pareció que no se hubiera producido paréntesis alguno. Nole venció y convenció ante un adversario todavía demasiado tierno, pero a diferencia de otras ocasiones irrumpió en formato gélido y aséptico, contenido, como el chico bueno que nunca ha roto un plato.
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Tradicionalmente expresivo y con tendencia a la ebullición, la noche de Dubái acogió un regreso en perfil bajo. Ni excesos ni defectos. Un Djokovic concentrado y aplicado, centrado en lograr un punto óptimo de juego y también fatigado. Apenas se vio en apuros, pero cuando Musetti (19 años y 58º del mundo) enseñó su revés a una mano y planteó algún intercambio de larga distancia, al número uno se le notó la falta de ritmo. No obstante, un poco de Djokovic es mucho, y en cuanto calibró el golpe y la defensa obtuvo réditos. “¡No-le, No-le, No-le!”, le ovacionó la grada cuando arrebató por primera vez el servicio al italiano, para el 3-1 de la primera manga.
A partir de ahí, viento a su favor y tan solo un pequeño lapsus que resolvió. Musetti dispuso de cuatro opciones de rotura en el segundo set, en un juego que se dilató durante casi siete minutos; sin embargo, el serbio logró abortarlas y, ahí sí, se liberó con un par de bramidos que le devolvieron a su verdadera naturaleza. Del hielo al fuego, explosión pasajera. De inmediato, rictus serio y palmas desde su box, donde le apoyaban su esposa, el técnico que le acompaña estos días, Goran Ivanisevic y su fisio, el argentino Ulises Badio.
Pendiente de Acapulco
“La acogida del público fue excelente. Ellos [los aficionados] superaron todas mis expectativas”, comentó tras el partido. “Con todo lo que pasó, no sabía cómo iba a sentirme. Traté de usar mi experiencia y estoy muy contento con la forma en que me las arreglé para calmar los nervios. Sé que podía haber jugado mejor, pero en términos globales ha sido muy positivo”, agregó antes de reconocer que su reputación se ha visto afectada: “Por supuesto, no ha habido muchos artículos positivos sobre toda esta situación en el último mes. Creo que las cosas están cambiando un poco. Tengo la esperanza, pero entiendo que todavía haya muchas especulaciones y gente preguntando”.
Djokovic comanda el circuito masculino de manera ininterrumpida desde el 3 de febrero de 2020. Ahora, sin embargo, se expone a perder el trono en función de lo que pueda suceder a casi 15.000 kilómetros de Dubái, en Acapulco. Por primera vez en mucho tiempo, Nole ya no depende de él mismo, sino de lo que pueda hacer en tierras mexicanas Daniil Medvedev. Si el ruso, al acecho, logra elevar el sábado el trofeo destronará al serbio y gobernará por primera vez el circuito, en lo que supondría un giro histórico de primera magnitud, puesto que a excepción de Andy Murray (noviembre de 2016 a octubre de 2017) no ha habido una sola injerencia en la hegemonía del balcánico, Rafael Nadal y Roger Federer desde febrero de 2004.
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No es la única variable que le privaría del poder. Resumiendo, todo lo que no sea alcanzar los cuartos en el emirato propiciaría el sorpasso automático. A partir de ahí, aun así, al moscovita le favorecerían varios escenarios. En cualquier caso, lo que ocupa verdaderamente a Djokovic ahora es no perder el tren de la competición y, suceda lo que suceda esta semana, al balcánico no le queda otra que la resignación. Su decisión de no vacunarse contra la covid le impedirá desfilar por la gira norteamericana sobre cemento –Indian Wells (del 14 al 20 de marzo) y Miami (del 28 al 3 de abril)–, y en un principio no reaparecería hasta el desembarco del tour en la arcilla europea.
Es decir, no reanudará la actividad hasta el 10 de abril, lo que significará un nuevo parón de casi mes y medio. Lo asume Djokovic, citado en la siguiente ronda con Karen Khachanov o Alex de Miñaur. De vuelta a la pista, pero alejado de su expresión real, el serbio dejó al Djoker en el vestuario por un día.
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