Para el Dr. Abelardo Rodríguez Sumano, es posible que Trump descarrile y desacredite el proceso electoral para crear una crisis constitucional que lo pudiera dejar en la Casa Blanca. El Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Iberoamericana y Aristegui Noticias realizan este monitoreo rumbo a las elecciones presidenciales.
Por Abelardo Rodríguez Sumano
@AbelardoRodriz
Al parecer, Estados Unidos está a punto de experimentar una de sus más grandes tragedias a lo largo de su historia.
El peor augurio ha llegado: el anuncio de un enfrentamiento mayor en la cúspide del poder político que avanza por todo el entramado de la República, los tres poderes de la Unión, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, y es probable que se eclipse entre la población en un gran conflicto postelectoral.
Cada vez es más claro, más profundo el camino que ha decidido tomar el presidente Trump de cara a la elección presidencial del 3 de noviembre próximo. Anunciar que “no aceptará una transferencia pacífica del poder” a través del descarrilamiento del proceso electoral, independientemente de que pierda o gane la elección, es una afrenta a la democracia hegemónica de ese país. La misión de Trump es librar una pelea feroz en contra de los fantasmas del “fraude y la corrupción”: el voto, el servicio postal, la lista de electores, el conteo, la supresión de votos, o el sufragio de gente que ya falleció.
La paradoja de la arenga de Trump es que las tropelías del sistema electoral al que se refiere, sí han ocurrido en la historia reciente de su país; la democracia estadounidense no es “modélica”. También cuenta con una historia de trampas y actividades antidemocráticas que a veces benefician a los republicanos y otras a los demócratas. Lo anterior lo documento en mayor detalle en mi libro La Dinastía Bush y el nuevo siglo norteamericano (Nuevo Siglo Aguilar, 2003). Greg Palast ha documentado esas fallas estructurales con mucha mayor profundidad y sin rubor y ha formulado una crítica mordaz a republicanos y demócratas por años. Un ejemplo palpable de ese proceso fue la elección del 2000 cuando se vieron beneficiados los republicanos con George W. Bush a la cabeza.
El contexto es de miedo
Las elecciones se están desarrollando bajo condiciones adversas para todo mundo. Por si todo lo anterior fuera poca cosa, Estados Unidos es el epicentro de las defunciones por el Covid-19 con 201 mil 604 casos y 6 millones 910 mil 082 infecciones, seguido de la India con 139 mil 808 y 5 millones 903 mil 932, y Brasil con 93 mil 397 y 4 millones 657 mil 702 infecciones.1 La tragedia que experimenta la humanidad es global, algo no visto por lo menos desde 1918. Además, en el siglo XXI, la pandemia ha desbaratado los sistemas de salud del mundo y el estadounidense no es la excepción.
Ciertamente, la presencia del coronavirus descarriló las pretensiones de reelección de Trump. En su desesperación, el presidente lanzó una guerra comercial, racial e ideológica contra China y se ha volcado con mucha mayor fuerza contra la prensa y en contra de los demócratas, en una faena electoral por la descalificación de todo lo que suene a adversario. Justamente, el freno a la movilidad humana y la sana distancia para evitar conglomeraciones está orientado a la población para ir a votar vía el servicio postal. Trump ha dicho repetidamente: “todos sabemos que es un desastre” el sistema electoral estadounidense. Aunque ese es el que lo llevó al poder.
Cambio climático
La Unión Americana está experimentando una combinación alarmante de elevación de mares, sequías, olas de calor, incendios y tormentas que en el 2020 familias enteras han perdido sus hogares, propiedades y sus expectativas de vida. Por ejemplo, en lo que va del año: 74 grandes incendios han quemado 3.7 millones de acres en 10 estados: Arizona (1), California (20), Colorado (2), Idaho (15), Montana (10), Nevada (2), Oregón (11), Utah (3), Washington (5) y Wyoming (3). Una verdadera tragedia humanitaria y ecológica.2
Mientras que la temporada de huracanes en 2020 comparte una medición récord con 1916 en términos del mayor número de sistemas que tocan la tierra en el mismo año. Huracanes como Laura en Luisiana el 27 de agosto del 2020 y Sally golpeando a Nueva Orleans, Mobile y Alabama. La situación anterior está obligando a la población a desplazarse, migrar y votar por correo.
La pandemia y el cambio climático están modificando el comportamiento de los votantes que se mueven en un contexto de alto riesgo. Sin embargo, en lugar de que Trump propicie el mejor desarrollo posible de la jornada, el Jefe de la Casa Blanca ya la ha colocado en la burbuja de la incertidumbre y el caos.
‘Los anarquistas’
A lo anterior, se suman las protestas más grandes de la historia reciente de ese país en contra de la violencia policiaca. Lamentablemente, se han precipitado por presuntos provocadores y se han incendiado ciudades y apedreado instalaciones gubernamentales. El presidente Trump ha llamado “delincuentes anarquistas” a los protestantes, obviando el uso excesivo de fuerza en contra de la población afroamericana.
Asimismo, la protesta ha avivado el movimiento paramilitar neonazi y en reacción ha incentivado el resurgimiento de lo que fue los Black Panters. Controversialmente, el escalamiento de la violencia en las calles y en el ánimo de las organizaciones es compatible con el pensamiento profundo de Trump, de los “otros”, los anarquistas, los enemigos de su causa. Caldo de cultivo para un enfrentamiento a un mayor en la base de la sociedad.
Buenos y malos
El contexto anterior está eclipsando la propia personalidad maniquea y perversa de Trump.
Para el presidente no hay medias tintas. O estás con él, o contra él; el mundo es uno de buenos contra malos; día y noche, no importa mentir, no importa dividir, ocultar, desdeñar, perseguir o combatir. Trump tiene una misión histórica —en sus propias palabras– bendecida por Dios, la segunda enmienda, el movimiento patriota, etcétera.
Para Trump el mundo debe seguirlo a ciegas; no admite los cuestionamientos o una presentación adversa de información. Trump se concibe como el salvador, como una especie de deidad: lo mejor que le ha pasado a Estados Unidos y a la humanidad. Por ello, combate lo mismo a las minorías, que a la prensa o a la disidencia política.
Desde ahí Trump no puede aceptar un voto de castigo, de inconformidad a su autoridad en la elección presidencial; ese es el dilema. Para Barton Gellman, en The Atlantic “The election That Could Break America”, una tesis central de su comportamiento presidencial es que no va a aceptar una posible derrota.3
Por el contrario, se ha montado por algo más perverso aún, desconocer el proceso electoral en marcha. Trump está desconociendo las reglas del amorfo juego democrático de su país, el voto, la votación, el servicio postal, el conteo, la credibilidad sobre la lista de electores, sobre los supervisores de ciudadanos que deberán vigilar el sistema y el voto de los ciudadanos que viven alrededor del mundo. Lo anterior ha descarrilado ya el proceso y ha puesto a temblar a propios y extraños, porque el presidente ya rompió con el mandato de los Padres Fundadores de su país: que es preservar la unión por encima del interés personal. Sobre la base de esa ruptura, Trump está anunciando un gran conflicto postelectoral, una crisis constitucional y la movilización a la violencia y la confrontación con tal de no dejar el poder, ¿se consumará?
La disyuntiva de la República
En caso de que Donald Trump lleve el desconocimiento de la elección presidencial a la Suprema Corte de Justicia, tendrá un espacio favorable para su causa tras la muerte de Ruth Bader Ginsburg al colocar a Amy Coney Barret. En la Suprema Corte, 6 de los 9 miembros serían conservadores. Efectivamente, la designación tiene que ser votada por el Senado de la República, empero cuenta con la mayoría (53-47) de republicanos para respaldar su propuesta. Mitch McConnell, líder del Partido Republicano, mencionó que no se sabe si esto sería antes o después de las elecciones. En cualquier caso, los dados están cargados a favor de Trump, no será nada fácil una vez que pasaría por ahí, lo cierto es que va marcando un escenario de posible caos.
El antecedente es brutal: el 7 de noviembre del año 2000 por la noche, Al Gore y George W. Bush alcanzaron un empate. Sin embargo, existían problemas de conteo en East Palm Beach, y en Miami-Dade, Florida razón por la cual Al Gore demandó un conteo manual en el estado y se aceptó. Para el momento que la Suprema Corte de Justicia de la nación, compuesta en su mayoría por republicanos recibió el litigio , la mayoría se inclinó por el no conteo de la elección. El empate se destrabó y ello le brindó 27 votos electorales para W. Bush y con ello, la presidencia de la República.
La enseñanza del año 2000 demuestra que hay un camino aprendido para Trump: si se eliminan votos en Estados Unidos, el conteo no se puede hacer correctamente. Y, al final, quien puede decidir es la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En el 2020, el escenario es distinto, pero ya ha operado en el pasado cuando ni el voto electoral ni el popular tienen la última palabra.
¿Qué más se juega en las elecciones del 3 de noviembre?
Serán también electos 13 gobernadores, 35 senadores y 435 representantes.
En la actualidad, el Partido Republicano controla la Presidencia, el Senado (53 versus 47) y las gubernaturas (26 versus 24), mientras que el Partido Demócrata controla la Cámara de Representantes, con una ventaja de 37 escaños. Al escenario postelectoral y bajo la hipótesis de mantener el poder Trump buscará tener mayoría en el Senado, en la Cámara de Representantes y una Suprema Corte de Justicia inclinada a su liderazgo, ya veremos cómo quedan las cosas.
Por lo pronto, hay una tendencia seria y que no debe descartarse. Es posible que Trump descarrile y desacredite el proceso electoral para crear una crisis constitucional que lo pudiera dejar en la Casa Blanca, ya se verá hasta dónde es capaz de conducir el sistema y cómo responde el resto de su país.
En septiembre del 2020, se vislumbra la violencia política y quizá paramilitar en el horizonte próximo que pudiera pronunciar la crisis de la superpotencia, el dolor para su gente y una nueva realidad geopolítica. No cabe duda que el alma de la Unión tiembla frente al presidente de la ruptura y la división.
Agradezco a Luis Manuel León Hernández su apoyo en la elaboración de este texto.
https://www.abelardorodriguez.com/
1. Organización Mundial de la Salud https://covid19.who.int
2. National Interagency Fire Agency https://www.nifc.gov/fireInfo/nfn.htm
3. https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2020/11/what-if-trump-refuses-concede/616424/