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Donald Trump y su “segunda guerra civil” | Artículo

Donald Trump y su “segunda guerra civil” | Artículo

Un riesgo apara Trump es que su coqueteo con la idea de una “segunda guerra civil” podría terminar unificando y movilizando en su contra lo mismo a sectores conservadores moderados que a votantes identificados con la izquierda.

Antonio Salgado Borge*

Donald Trump relanzó su campaña presidencial dando un paso firme y largo hacia la derecha. Lo que en las elecciones de 2016 se veía como una alianza tácita con grupos de supremacistas blancos, inexpresable explícitamente en el discurso por racista, fue presentado esta semana, en versión reformulada, como el eje central sobre el que girará la campaña presidencial republicana este año. Ahora es claro que Trump está dispuesto a avivar las llamas de una “segunda guerra civil” con tal de no perder su presidencia.

El grito de “guerra”

Donald Trump eligió Monte Rushmore, un monumento nacional famoso por alojar las enormes esculturas de los rostros de cuatro expresidentes, incluidos dos esclavistas. Este escenario sirvió de pretexto para abordar el tema de la destrucción de estatuas de racistas. Y también para preparar la mesa para un discurso que incluyó al menos dos asuntos con hedor supremacista que fueron martillados con insistencia.[1]

Uno. El primero de estos asuntos es la advertencia de una supuesta insurrección en curso que desencadenaría caos y agresiones en Estados Unidos. En particular, Trump alertó a la audiencia que “muchedumbres” están tratando de “desatar una ola de crímenes violentos en nuestras ciudades.”

No hizo falta decirlo explícitamente: en el contexto en que fue empleado, el término “muchedumbres” sólo puede referirse a las protestas masivas antirracistas que se han realizado en distintas ciudades estadounidenses. De esta forma, Trump equiparó a las multitudes que han salido a las calles exigiendo el fin de la opresión, conformadas en buena medida por personas negras, con masas de criminales violentos y peligrosos.

Dos. El segundo asunto con olor a supremacía blanca en el discurso de Trump tiene que ver con lo que ese presidente calificó como un movimiento que busca “cancelar la cultura”. Según Trump, él es la única esperanza para detener, de una vez y por todas, a este proceso pernicioso. Así, supuestamente es necesario votar por Trump para “exponer a este movimiento peligroso, proteger a los niños de nuestra nación, terminar este asalto radical, y preservar nuestro amado estilo de vida americano”.

De nuevo, aunque los términos empleados son intencionalmente vagos, es fácil desambiguarlos. La amenaza de “cancelar la cultura” tendría que ser interpretada como el riesgo de la desaparición de una cultura de la discriminación que, desde los orígenes de Estados Unidos, y del triunfo antiesclavista en la guerra civil de ese país, ha puesto a las personas blancas por encima de las demás. Por “peligroso movimiento contra nuestro amado estilo de vida” debe entenderse la ola antirracista que busca terminar con la opresión sistémica que sigue operando en beneficio de la población blanca estadounidense.

Trump se despidió de su público entre aplausos y fuegos artificiales. En los altavoces, sonó la canción “Rocking in the Free World” (“rockeando en el mundo libre”), del legendario músico Neil Young, un abierto opositor del actual presidente estadounidense que ha demandado  hasta el cansancio que sus canciones dejen de ser asociadas tramposamente con la causa trumpista.[2] Es fácil ver quiénes, según Trump, deben seguir “rockeando” en su mundo libre.

La estrategia

Los dos asuntos mencionados arriba son indicativos. Éstos muestran con claridad un eje de la estrategia con que de la campaña de Trump buscará mantenerle en la presidencia de Estados Unidos.

Desde luego, es de sobra conocido que ese presidente, como los populistas contemporáneos, ha buscado generar una división “nosotros contra ellos” con el fin de mantener a su base radicalizada. En ello, hay poco de novedoso. Lo que es inédito es que en 2020 “ellos” no serán principalmente los inmigrantes -como en 2016-, sino otros individuos estadounidenses, principalmente las personas negras o las identificadas con la lucha contra la opresión racial.

La pregunta obligada es a qué se debe este giro. Me parece que Trump busca, al menos en parte, conectar con sus fieles a un nivel más explícito e intenso. Es importante recordar que la idea de una “segunda guerra civil” -en particular una guerra racial- es uno de los tropos favoritos de un sector de la ultraderecha estadounidense. En el mismo sentido, en foros de internet que albergan discusiones de la alt-right el concepto “anti-racismo” es entendido como un disfraz que la izquierda utiliza para ocultar la idea de que es necesario oprimir a los blancos.

Así, unas horas después de terminar el evento en Monte Rushmore, Trump hizo pública su inconformidad por el retiro de la bandera confederada de los eventos del Nascar -un circuito automovilístico popular en las zonas rurales de Estados Unidos-. La bandera confederada representa al lado esclavista de la revolución estadounidense, y actualmente es un ícono de los grupos nacionalistas blancos en ese país.

Hay al menos dos aspectos interrelacionados que ayudan a explicar por qué Trump ha decidido dar este paso hacia la derecha.  El primero es su brutal caída en las encuestas. El segundo es su pésimo manejo de la pandemia y el problema económico que ello ha generado.

Alguien podría decir que esta estrategia es riesgosa en términos electorales. Y es que las encuestas más recientes señalan que la mayoría de las personas rechaza la forma en que Trump ha enfrentado los conflictos raciales. Lo que es peor, esto es cierto también en algunos de los estados que definirán la elección de este año.[3]

Trump tiene que conocer estos indicadores. Su decisión de hacerlos a un lado puede deberse a la idea de que, como en 2016, su intuición será más certera que las encuestas. También se ha comentado que los estrategas de la campaña trumpista estiman que un buen número de personas mienten cuando se les pregunta sobre asuntos relacionados con el racismo.[4] En todo caso, la esperanza está puesta en movilizar a la base y en esperar un triunfo en el colegio electoral -el voto popular lo tiene perdido-. Hay alguna evidencia de que la estrategia de Trump está teniendo algún éxito: mientras que 40% de los republicanos afirmaba hace unas semanas que el racismo era un “gran problema”, tras los ataques del presidente a Black Lives Matter esta cifra se redujo a 15%.[5]

Además, como complemento a la anterior estrategia, Trump ha empezado a cortejar al electorado latino. Estos cortejos incluyen desde la “invitación” a AMLO hasta su reciente comentario de que las personas de origen latino son “un tesoro” para Estados Unidos o su dicho de que estas personas están supuestamente en contra de Black Lives Matter.[6] Es decir, la idea sería convencer al electorado latino que ellos no son parte de la “muchedumbre violenta” y que, por ende, deben votar por el presidente para enfrentarla.

También complementa la estrategia trumpista el anuncio del músico afroamericano Kanye West, antiguo admirador de Trump, de que buscará ser candidato a la presidencia de Estados Unidos.[7] Es previsible que West logre sustraer al Partido Demócrata al menos algunos votos afroamericanos. Y, en una contienda reñida, cada voto podría ser decisivo.

 

El fracaso

El cálculo de Donald Trump parte de la base de que la elección de este año será reñida y cerrada, como la de 2016. En este escenario, su base dura y unos cuantos indecisos podrían serle sufucientes para ganar estados clave y para repetir su triunfo en el Colegio Electoral. Pero la base de esta calculación es, por decir lo menos, endeble.

Por principio de cuentas, nada indica que la elección de este año será reñida. Si bien es cierto que las encuestas fallaron en 2016, nuevos modelos han sido desarrollados que contemplan los factores omitidos entonces. Por ejemplo, The Economist cuenta este año con un innovador modelo de predicción estadística que, aplicado retroactivamente, resulta destacablemente exitoso.[8] Este modelo otorga este año 10% de posibilidades de triunfo al republicano en el Colegio Electoral; en términos del voto popular, Biden le saca a Trump 10 puntos porcentuales de ventaja.[9] Es decir, lo más probable es la elección sea todo menos competida.

A ello tenemos que sumar un interesante argumento planteado por el periodista Frank Bruni: los presidentes estadounidenses suelen ser reelegidos, pero los que no han logrado la reelección, como Jimmy Carter o George Bush, han tenido una aprobación menor del 40% a estas alturas del año. Esta es justamente la aprobación actual de Trump. Entonces, si la historia sirve de guía, Trump estaría liquidado.[10]

Esto no es todo, Trump está debajo de Biden por entre 6 y 11 puntos porcentuales en seis estados clave para la elección de este año.[11] Si consideramos el rechazo al pésimo manejo del presidente estadounidense de la pandemia y las consecuencias económicas de este manejo, es difícil ver cómo el presidente estadounidense podrá revertir esta tendencia.[12]

Finalmente, un riesgo adicional para Trump es que su coqueteo con la idea de una “segunda guerra civil” podría terminar unificando y movilizando en su contra lo mismo a sectores conservadores moderados que a votantes identificados con la izquierda. Dado que el Partido Demócrata irá mucho más sólido este año, el movimiento anti-Trump podría terminar arrasando electoralmente.

Conclusión

Donald Trump buscará este año apelar indirectamente a la idea de que una “segunda guerra civil” debe ser luchada para salvar a Estados Unidos. Sus palabras riman con algunos tropos supremacistas y envían a sus seguidores un claro mensaje: si quieren conservar sus privilegios, es indispensable detener a las personas negras y a quienes buscan terminar con la opresión racial. Trump confía que esto será suficiente para radicalizar y movilizar a su base y que, a su vez, ello le llevará a replicar su triunfo electoral de 2016. Sin embargo, Trump se equivoca. Lo único que logrará con esta estrategia será avivar el odio de sus seguidores y poner en riesgo a millones de personas, particularmente a las más oprimidas por motivos de raza. Pero si algo es claro a estas alturas, es que hay pocas cosas que importen menos al actual presidente estadounidense.

*Candidato a doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Maestro en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y maestro en Estudios Humanísticos (ITESM).

[1] https://www.whitehouse.gov/briefings-statements/remarks-president-trump-south-dakotas-2020-mount-rushmore-fireworks-celebration-keystone-south-dakota/

[2] https://www.nme.com/news/music/neil-young-shares-damning-open-letter-to-donald-trump-following-mount-rushmore-rally-2703265

[3] https://www.nytimes.com/2020/06/25/upshot/poll-2020-biden-battlegrounds.html

[4] https://www.nytimes.com/2020/07/07/opinion/trump-coronavirus-mount-rushmore.html

[5] https://www.nytimes.com/2020/07/08/us/politics/polling-race-protesters.html

[6] https://www.nytimes.com/aponline/2020/07/09/us/politics/ap-us-trump-hispanics.html

[7] https://aristeguinoticias.com/0507/mundo/kanye-west-se-postula-a-la-presidencia-de-estados-unidos/

[8] https://projects.economist.com/us-2020-forecast/president/how-this-works

[9] https://projects.economist.com/us-2020-forecast/president

[10] https://www.nytimes.com/2020/07/01/opinion/trump-lose-2020-election.html

[11] https://www.nytimes.com/2020/06/25/upshot/poll-2020-biden-battlegrounds.html

[12] https://www.washingtonpost.com/politics/2020/06/30/new-evidence-that-trumps-handling-coronavirus-pandemic-is-pushing-his-support-lower/




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